TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A las 12:00 del mediodía el calor es abrasador en El Jobal, Texíguat, El Paraíso; por la orilla de las calles polvorientas y destruidas van los agricultores, con las manos sin comida y sus herramientas en el hombro.
En sus casas los espera una familia hambrienta, las mujeres apenas encienden el fogón y los hijos se meten entre los matorrales a ver qué hallan para comer.
Mangos, sardinas de los ríos y quebradas, nances, y si por suerte cazan un garrobo, sería una bendición para alimentarse.
En estas zonas también hay mujeres solas que siembran la tierra con sus hijos, ellas cada día se las ingenian para ver qué comen, la meta es sobrevivir a la crisis. De una olla de barro cubierta de hollín sale una señal de humo, es el aviso de que el almuerzo ya está listo.
No es un manjar. Doña Rosa Flores, madre de tres hijos, toma un cucharón viejo y va a revisar la olla. “Esto vamos a comer hoy, es lo poco que conseguimos”, aseguró.
Rosa, una mujer de pies descalzos con la piel curtida por el sol y que enviudó hace un tiempo, confesó con pena que “logré conseguir 50 lempiras y compré tres libras de frijoles, 15 lempiras vale cada libra”.
“Este año vamos a morir de hambre, no hubo cosechas, todo el maíz y los frijoles se perdieron, no hay dinero y nadie ve por nosotros”, expresó consternada. Cuando atizó el fuego, para terminar de cocer los frijoles que deben durar al menos una semana, mostró dos mazorcas quemadas que iban a ser parte del almuerzo.
“Mire, los cipotes se fueron a meter a la milpa y encontraron estas dos mazorquitas, están chiquitas, pero ya es algo más que les puedo dar porque no tenemos maíz ni para tortillas”, confesó. “Uno hace la fuerza para sobrevivir, para no morirse del hambre, comemos lo que encontramos y así vamos pasando los días”.
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Frente de la casa de doña Rosa vive Liliam Gonzales, desde lejos ve que su esposo se esfuerza para hacer producir la parcela, pero las matas no crecieron.
“No sabemos qué hacer, mi esposo dice que nos preparemos porque dentro de poco no habrá maíz ni frijoles, hay que economizar lo poquito que nos queda”, expresó al equipo de EL HERALDO Plus.
La crisis alimentaria se percibe en la mayoría de municipios al sur de Francisco Morazán, El Paraíso, Choluteca y Valle, hasta donde llegó el equipo de EL HERALDO Plus.
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Calamidad
A inicios de mayo doña Josefina Aguilar estaba a punto de alquilar una parcela de tierra para sembrar, el compromiso era entregar dos cargas de lo que se cosechara, pero como nunca llovió desistió del trato.
“Gracias a Dios no agarramos la tierra porque no íbamos a sacar nada, este año ha sido seco, aquí en la casa vivimos 16, todos son nietos y comemos gracias a que mis hijas trabajan”, contó.
“No es mucho lo que consiguen, pero así pasamos, hoy en la mañana comimos un poquito de arroz y frijoles, tengo seis gallinas y con los huevos comimos al mediodía y en la noche solo frijolitos y tortilla”, narró la señora. Sus nietos descalzos, sin camisa y con ganas de una mejor alimentación la ven con tristeza al tiempo que la ayudan en las labores del hogar y a cocer el poco maíz que consiguen.
“Nosotros no tenemos tierra, sembramos lo que podemos, pero logramos para subsistir, comprar los frijoles sale caro, ahorita vale 15 lempiras la libra”, exclamó.
“Cuando no tengo dinero, vendo una de las gallinas, las doy a 200 y así consigo para que comamos unos días”, narró. Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Sistema de Integración Centroamericana (Sica) y otros entes ligados a la seguridad alimentaria establece que entre los meses de julio y septiembre de 2021 se agudizará la crisis alimentaria en Honduras.
Cerca de 616 mil personas, el 7% de la población total en Honduras, estarían en emergencia y cerca de 2.6 millones de habitantes, es decir, el 28%, estarían en crisis alimentaria.
En ese sentido, un total de 3.3 millones de habitantes del país, es decir, 35% de la población, necesitarían acciones urgentes para paliar la crisis.
En el fogón de una covacha con solo dos paredes forradas y con láminas de zinc oxidadas, un porrón de café comienza a hervir para acompañar la cena.
Gracias a un trabajo de fontanero que consiguió, el jefe de la casa logró ganar unos lempiras y compró dos pescados para los seis integrantes de la familia.
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Ahí vive Alejandrina López, de La Libertad, Francisco Morazán, quien tuvo 10 hijos, pero solo cinco están vivos. Expresó que “este año se fue en seco, no hay maíz ni frijoles, toca comprar pero conseguir el dinero está bien difícil”.
Unas casas arriba, la madre de familia Norma Gutiérrez mete la mano en el silo y saca un puño de maíz. “Es lo último que nos queda”, expresó con tristeza.
Al igual que las otras miles de familias, ellos también perdieron la cosecha y están a la mano de Dios, porque no hay trabajo y el alimento cada vez es más costoso.
En el corredor del hambre la crisis por falta de alimento se está agudizando. “La cosecha de primera se perdió toda, hasta ahorita comienza a llover, hay mucha pobreza, la gente necesita alimento”, expresó Sonia Medrano, quien lidera los programas de ayuda en La Libertad, Francisco Morazán.
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