Luego de más de una hora de espera, la quietud de la noche se ve interrumpida por el grito de uno de los jóvenes que, perdido entre los árboles del desolado Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), anuncia emocionado: “¡Cayó uno!”.
Todos corren hacia dónde está su compañero y al alumbrar la red con algunas de las linternas que llevan en la cabeza distinguen un bulto grisáceo, de menos de 10 centímetros, que permanece enredado entre los finos hilos de la malla.
Con las manos cubiertas con un par de guantes, uno de los investigadores comienza a desenredar poco a poco al animal que aguarda plácidamente su liberación. De un solo vistazo, el biólogo Rodrigo Medellín, investigador titular del Instituto de Ecología de la UNAM, confirma que el animal capturado es el murciélago de nariz larga.
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El mamífero alado cabe en el puño de una mano y se convirtió desde noviembre pasado en centro de atención de la comunidad científica luego que fuera visto por primera vez en el zoológico de Chapultepec, que se ubica en la capital y aunque fue cerrado al público tras la pandemia, recientemente abrió de nuevo sus puertas.
Hasta la fecha no se ha logrado determinar cómo el Choeronycteris mexicana, que se alimenta del néctar de las flores, salió de sus seguros ecosistemas y voló varios kilómetros para adentrarse entre las mayores arterias viales y las colonias más urbanizadas de Ciudad de México hasta llegar al zoológico.
Medellín, quien por casi cinco décadas ha estudiado los murciélagos y cuya trayectoria le ha valido el apodo del “Batman mexicano”, se muestra emocionado al hablar del avistamiento del ejemplar en pleno corazón de la capital mexicana y admite: “jamás lo pensé”.
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En peligro de extinción
Sobre el murciélago de nariz larga, que es una de las 140 especies que hay en México, los especialistas aún no conocen qué tanto migra y ni cuánta es la distancia que es capaz de volar.El estudio del pequeño mamífero se ha hecho muy difícil para los científicos debido a que el animal, que suele pesar entre 20 y 25 gramos y tiene una hoja nasal en la parte superior de la trompa, vive en colonias muy pequeñas, de unos 20 animales.
Desde 1994 el murciélago de nariz larga fue incorporado a la lista de especies amenazadas debido a que los ecosistemas de bosque seco y de desierto donde vive se han estado reduciendo y ha perdido los lugares de alimentación.
Además de la capital mexicana, el también llamado murciélago trompudo habita en Baja California, Sonora, las montañas de Tamaulipas, el litoral del Pacífico, las montañas de la Sierra Madre Oriental hasta llegar a Chiapas, Guatemala, Honduras, y el Salvador.
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Tras su avistamiento en el zoológico de Chapultepec el Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados Terrestres del Instituto Ecología de la UNAM, encabezado por Medellín, emprendió un proyecto con un grupo de estudiantes de la Licenciatura en Biología para investigar la dieta, las rutas del animal en la capital mexicana y determinar cuáles son los factores que inciden en el desplazamiento.
El estudio del mamífero se lleva adelante en los jardines botánicos del bosque de Chapultepec y de la UNAM y zoológicos capitalinos de San Juan de Aragón y Los Coyotes, que al estar cerrados al público tras la pandemia favorecieron la aparición de animales silvestres.
La investigación aún está en la etapa inicial. Entre las hipótesis que se manejan está que el mamífero alado aprovechó la soledad de los espacios urbanos, que trajo consigo el confinamiento por el COVID-19, para emprender el vuelo hasta el zoológico de Chapultepec. También se evalúa la hipótesis de que el animal llegó al zoológico como parte de un proceso migratorio utilizando las islas de vegetación que encontró durante su trayecto mientras cruzaba Ciudad de México.
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Al hablar de la hipótesis de que el murciélago pudo haber ingresado a la mancha urbana aprovechando la cuarentena, Medellín indicó que “es evidente que todos hemos visto que conforme la actividad humana bajó en la ciudad los animales silvestres empezaron a retomar la ciudad”. “Justicia divina de verdad que los murciélagos nos estén mostrando que sí pueden coexistir con nosotros, que si le damos chance allí van a estar”, agregó.
Luego de la captura del murciélago, los investigadores emprenden un exhaustivo protocolo para evaluarlo. Una de las jóvenes comienza a frotar la cabeza, el cuerpo y las alas del ejemplar con un diminuto cubo de gelatina con dos colorantes —safranina y fucsina—, que posteriormente será examinado en el microscopio para evaluar los restos de polen encontrados en el animal.
De allí pasan a medirlo, pesarlo y revisar su cuerpo, alas y órganos sexuales. Al culminar la revisión le suministran unos tres mililitros agua azucarada con ayuda de una jeringa para que se recupere, estimular la digestión y poder así recolectar heces que también serán estudiadas para conocer su dieta.
El proceso termina con la instalación en la espalda del animal, con la ayuda de otra jeringa, de un microchip del tamaño de un grano de arroz que será empleado para seguirlo y conocer sus movimientos.
La agotadora jornada nocturna pareciera no amilanar al también académico adjunto de la Universidad de Columbia de 63 años ni al resto de los investigadores a quienes aún les deparan al menos dos años de estudio para poder descifrar los misterios que esconde el pequeño mamífero volador.
En el último año, los murciélagos han sido objeto de estigmatización. Los científicos creen que el coronavirus probablemente se originó en murciélagos de herradura antes de saltar, tal vez, a través de una especie intermediaria a los humanos.
Medellín no oculta la pasión que le generan los murciélagos, que nació desde los 12 años cuando los atrapaba y los escondía en el baño de su casa para mantenerlos como su mascota. “Si les damos la oportunidad, los murciélagos van a estar con nosotros ayudándonos, acompañándonos en nuestra vida y no se van a meter con nosotros, no nos van a dar COVID, no nos van a dar rabia, no nos van a dar nada más que beneficios y servicios”.