Este relato narra un caso real. Se han cambiado algunos nombres.
Serie 2/2
Resumen
Una llamada a la estación de Policía de Sabanagrande, Francisco Morazán, denuncia que “un gringo lleva a unos niños a bañar al río de Pespire, en la zona de La Rampla, sin el permiso de sus padres”. La Policía lleva al gringo y a los niños a la posta, por mientras averiguan qué es lo que está pasando, pero de pronto las cosas cambian y los policías llaman a la Fiscalía del Menor, en Tegucigalpa. ¿Por qué? ¿Qué hace que los policías retengan más tiempo a los niños, a pesar de las protestas de sus padres? ¿Por qué tiene que venir un fiscal desde Tegucigalpa? ¿Qué razones tienen los policías para retener por más tiempo al gringo?
Posta
Hacía calor, Thomas tomó agua y volvió a preguntar el por qué no lo dejaban irse.
Había almorzado comida china con los niños, horas antes les había regalado zapatos a unos, camisas a otros y pantalones a un tercero, y ahora iban al río a bañar, igual que lo había hecho por mucho tiempo. Tenía catorce años de visitar Sabanagrande y en todo ese tiempo llegaba con ayuda para la gente pobre. Por eso se preguntaba ¿qué mal había hecho? ¿Por qué la Policía lo tenía detenido? Y, peor aun, ¿por qué estaban esperando a un fiscal de Tegucigalpa? ¿Qué delito había cometido?
Fiscal
Poco le faltó a la abogada llegar a Sabanagrande con bombos y platillos.
Desde el primer momento vio al gringo, vio a los padres y después a los niños. Era hora de entrevistarlos. Alguien le había dicho que desde hacía algún tiempo se decían cosas “feas” del gringo, entre las que destacaba el hecho de que era un abusador de menores.
Entrevistas
Cristo, contracción de Cristopher, mostrando temor caminó hacia el lugar donde lo esperaba la fiscal. Luego le tocó el turno a Walter, le siguió Melvin y terminaron con Selvin y Adonis. Cuando la fiscal salió de la oficina fue para detener al gringo.
“Señor Thomas Toombs –le dijo un policía–, está usted detenido por suponerlo responsable del delito de violación especial en perjuicio de…”
Thomas abrió los ojos, iba a decir algo, pero cuando el policía leyó los nombres de los niños, uno a uno, se interrumpió.
“Pero… yo no entender que me están haciendo”.
Las palabras salieron de su boca con cierta dificultad. Estaba pálido y temblaba.
“Tiene derecho a guardar silencio. Todo lo que diga será usado en su contra. Tiene derecho a comunicar su detención y el lugar donde se encuentra a una persona de su elección…”
Lo que siguió ya no lo escuchó el gringo Thomas. Le habían esposado las manos hacia atrás y, entre dos policías, salía de la posta policial.
“¿Para donde me llevan?” –preguntó.
“A Tegucigalpa” –fue la seca respuesta.
Juez
Poco tiempo le tomó a la jueza aceptar la petición del fiscal del Ministerio Público. Iban a tomar las declaraciones de los niños a través de la cámara de Gessel y se tendrían como prueba anticipada. Por mientras, se solicitaba la detención del señor Thomas Toombs. La jueza lo envió a la penitenciaría Nacional de Varones de Támara.
Defensa
“Señora jueza –dijo el abogado defensor–, esta defensa considera la detención de mi cliente como ilegal… Se le ha detenido por el simple hecho de que andaba acompañando a los supuestos ofendidos, no hay investigación previa del caso…”
“Tiene la palabra la fiscal del Ministerio Público”.
“Esta fiscalía de la Niñez tiene suficientes elementos probatorios para presentar requerimiento fiscal en contra del señor Thomas Toombs… Tenemos las declaraciones de los ofendidos, que ya conoce el honorable tribunal, y solicitamos prisión preventiva para el sospechoso”.
Protestó el abogado defensor, pero de nada sirvieron sus palabras.
La fiscal presentó las entrevistas tomadas en la cámara de Gessel. “Conozco al gringo Thomas –leyó el fiscal la primera entrevista–, desde hace tres años. Unos amigos me lo presentaron. Un día me invitó a que me fuera a quedar al cuarto con él, y esa noche él apagó la luz y me empezó a tocar mi cuerpo… Después nos acostamos a dormir…”
“El me regalaba ropa y zapatos y me daba cincuenta lempiras –siguió leyendo, comenzando otra declaración–, me llevaba a bañar a La Rampla y me fui a quedar con él al cuarto que tiene en el barrio… Apagó la luz y empezó a tocarme, pero antes me dijo que me fuera a bañarme…”
“Yo tenía como trece años cuando conocí a Thomas el gringo –sigue leyendo el fiscal la tercera declaración–; él llegaba a Sabanagrande a buscar cipotes que él ya conocía, y nos juntamos con ellos para salir a pasear con el gringo y él nos regalaba ropa y zapatos y a veces nos llevaba a comer y nos daba dinero… Yo le pedí unos repuestos para bicicletas y un día me fui a quedar con él al cuarto y sin permiso de mis papás y yo me quedé allí con él y él me dijo que me bañara y después nos acostamos a dormir y él me tocó y después nos dormimos…”
Había tensión en la sala. La voz que leía era clara y concisa, y mantenía la atención de los presentes, sobre todo de los jueces del tribunal.
“A mí me dijo que me fuera a quedar con él una noche, a dormir, y esa noche me dijo que me bañara y yo me bañé y después nos acostamos y él me tocó y me hizo cosas y a mi me dolió y yo le decía que por allí no…”
Era suficiente. Los jueces, impávidos, decidieron mantener a Thomas en la cárcel. Thomas juraba que era inocente.
Visitas
Ahora se sabía cual era el delito por el que habían detenido al gringo Thomas. En Sabanagrande había gente sorprendida.
“Thomas es un hombre bueno –dice doña Marina–, aquí viene desde hace montón de años y lo que hace es ayudarle a la gente pobre, les trae regalos a los cipotes, como ropa y zapatos y cuadernos, y nunca nadie le ha visto una picardía al gringo con los cipotes”.
“Mire, aquí lo que pasa es que la mujer esa que denunció al gringo se dejó llevar por chismes y por intrigas y porque allí vive un policía que no quiere al gringo porque el gringo nunca le ha dado un regalo a él y por eso es que le han levantado ese falso, pero yo sé que el gringo es inocente”.
“Aquí a estas aldeas olvidadas de Dios y de Juan Orlando venía bastante el gringo porque nos ayudaba con ropa, con comida y a unos hasta les trajo unas plantitas solares para que se alumbraran”.
“Mire, usted, el gringo es un misionero que viene a Honduras a ayudar, y de eso que lo están acusando es pura mentira porque él solo ha venido a ayudar a la gente, y si usted quiere nosotros podemos ir con ustedes a que entreviste a más gente a la que el gringo Thomas le ha ayudado… Ni le van a caber…”
“Mire, yo voy a ver al gringo Thomas a la cárcel porque él es inocente y solo Dios sabe que maldad hay detrás de la acusación que le hacen al gringo…”.
Más
Cada domingo llegan muchas personas a visitar a Thomas. Incluso los padres de los supuestos ofendidos.
“Yo vengo a ver al gringo –me dijo una señora–, porque sé que es inocente de lo que lo acusan… El no le hizo nada a mi hijo… Ellos, los de la fiscalía son los que se han inventado todo eso para fregar al hombre, solo porque el hombre es bueno…”
“Y yo viajo desde adelante de Talanga para venir a ver a mi amigo –dice el padre de otro ofendido–; yo he hablado con mi hijo y mire que lo que han dicho los fiscales es pura mentira… Sería bueno que usted hablara con los cipotes, ya va a ver cómo dicen la verdad”.
Testimonios
El niño se muestra sereno, sonríe con confianza, va bien vestido y limpio y es un buen conversador. Me mira a los ojos y responde a mi pregunta.
“Mire, a mí el gringo no me ha hecho nada”.
“Pero, en su declaración usted dice que el gringo lo penetró y que usted le dijo que le dolía…”
“Mire, es que la verdad es que los policías y los de la fiscalía a mí me obligaron para que dijera esas cosas, y mire que yo ni siquiera las dije, ellos son los que iban diciendo para que yo repitiera, y me dijeron que si no decía eso me iban a mandar a internarme en casitas Kennedy o en Renaciendo, y a mí me dijeron ellos mismos que allí es una correccional, y yo tuve miedo porque yo no quiero separarme de mis papás…”
“Entonces, ¿lo que está escrito que usted dijo es mentira?”
“Sí, es mentira”.
“¿Y si el juez le pregunta que por qué dijo todo eso?”
“Pues, que me llevan donde el juez y yo le voy a decir a él que a mí me amenazaron para que dijera eso y que yo no lo dije sino que me iban diciendo que lo dijera y yo le voy a decir al juez la verdad y la verdad es que a mí nadie me ha tocado ni me ha hecho nada en mis partes”.
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Nota intermedia
Los resultados del análisis que le realizaron en Medicina Forense a este niño de escasos diez años demostraron que “tiene el ano íntegro, que no tiene señales de lesiones antiguas ni recientes, y que no muestra señales emocionales de haber sido abusado sexualmente”. Y la fiscalía dice que fue penetrado y que hasta gritaba del dolor. Y cualquier penetración anal deja huellas que no se borran jamás.
Otro
“Mire, yo ya estoy grande y yo voy a decir la verdad. A mí me amenazaron los policías en Sabanagrande y en la fiscalía, y nos dijeron que nos iban a meter presos y que teníamos que hacer lo que los fiscales nos dijeran y me dijeron que dijera que el gringo me daba regalos para que yo tuviera relaciones con él…”
Hace una pausa, suspira y agrega:
“Pero eso es mentira; el gringo es bueno con nosotros, y le ayuda a la gente pobre…”
“Mire –dice un muchacho que nos ayudó para esta entrevista–, yo estoy dispuesto a que me entrevisten y yo voy a decirle al juez que a mi hermano me lo obligaron a decir que el gringo los violaba…”
Walter sonríe, es tímido, pero se expresa fácilmente y con claridad.
“A mí el gringo no me hizo nada –dice–, él solo nos llevaba a comer y nos ayudaba porque somos pobres, pero nunca me tocó allí donde dicen que me tocó y menos que me haya metido nada allí por atrás en mi parte…” “Pero, usted declaró que sí lo había hecho”.
“Es que me obligaron a decir eso… Y yo puedo decir que lo que me dijeron que dijera es que ellos querían que dijéramos eso y uno de ellos hasta dijo que iban a joder a ese gringo de m… Y yo los oí bien porque a mí me daba miedo que me dijeron que me iban a meter en una correccional…”.
Nota dos
Medicina Forense en su examen dice: “Ano íntegro, sin evidencia de lesiones antiguas o recientes”.
Entonces, ¿cómo es que la fiscalía asegura que Walter fue penetrado?
Las entrevistas con los demás ofendidos se repitieron varias veces, delante de testigos que dan fe, incluso notarial, de sus declaraciones.
“Mire –dice una de las madres–, aquí que ni vengan esos fiscales a querer hablar otra vez con mi hijo; si vienen aquí yo voy a esconder a mi cipote porque esos les dijeron que se los iban a llevar para Casitas Kennedy…”
“Mire –dice otra–, ya se llevaron los cipotes una semana para Tegucigalpa, y los tuvieron encerrados y nosotros los andábamos buscando como locos y ni los policías ni los fiscales nos decían donde tenían a los cipotes y allí donde los tenían era en casitas Kennedy y allí los amenazaban que tenían que decir lo que dijeron y eso que dijeron es puras mentiras porque los tenían amenazados y yo no voy a dejar que me lleven a mi cipote porque me lo amenazaron y yo no confío ni en eso policías ni en los tales fiscales…”
“Pues yo si voy a llevar a mi hijo para que declare la verdad porque la verdad es la que puede salvar al gringo Thomas de la gran maldad que le están haciendo la mujer esa que lo denunció y el policía que no lo ha querido nunca… Yo si voy a llevar a mi hijo a dos de mis sobrinos porque ellos van a decir la verdad, y uno debe ser justo…”,
Nota final
¿Qué tipo de justicia es esta? ¿Hasta cuando terminarán estas prácticas perniciosas? ¿Por qué la libertad de las personas tiene que estar en manos de funcionarios que actúan lejos de la ley?
Hace unos años, cuando mataron a una estudiante universitaria cerca del antiguo banco Bamer, en Miraflores, un técnico de Inspecciones Oculares plantó un cuchillo ensangrentado en la escena, y el cuchillo lo encontraron en un lugar visible ¡un día después de que habían requisado la escena! Y una fiscal compró una camiseta y unos lentes “como los del asesino”, y los plantó en la casa del sospechoso.
Pero la Defensa Pública lo salvó de la cárcel al demostrar que las pruebas eran falsas. Por desgracia, dos meses después de salir de la cárcel lo mataron. Y el testigo protegido, que tanto sabía del crimen, que vio incluso la marca de los lentes oscuros que llevaba el asesino esa noche oscura…, a ese nunca lo investigaron los fiscales…
Y como estos, hay muchos casos más donde las pruebas son inventadas, donde las declaraciones de los ofendidos se consiguen bajo presión y amenazas, como el caso del padre de familia que fue acusado de violar a su hija de ocho años, y el fiscal le dijo a la niña que se iba a morir y se iba a ir al infierno si no decía que el papá la había violado… Y con eso el señor murió en el penal de Comayagua… siendo inocente… Hoy, la niña, muy crecida, está dispuesta a contar la verdad de su caso en esta Sección de diario EL HERALDO…
Nueve meses después que Carmilla Wyler publicó este caso, un juez decidió liberar al estadounidense. Lee la nota aquí.