VELATORIO. Cuando el doctor Emec Cherenfant llegó a aquella casa de la aldea Casas Quemadas, a varios kilómetros de Juticalpa, en el departamento de Olancho, había bastante gente en la calle, en el patio, que daba al río Juticalpa, en los corredores y en la enorme sala de paredes altas y techo de teja antigua.
El doctor vestía de riguroso luto, y tardó en entrar a la casa a causa de las personas que lo saludaban, y hasta se tomaban fotos con él.
Cuando subió al corredor, le salieron al paso dos agentes de la Policía de Investigación Criminal.“Doctor -le dijo uno de ellos-, ¿qué hace usted aquí? Disculpe que se lo pregunte... Somos de la DPI”.
El doctor los saludó. “Vengo al velatorio de mi paciente -les dijo-. El señor que está en el ataúd fue mi paciente por casi dos años... después del accidente”.
“Eso lo sabemos, doctor -lo interrumpió el oficial-, pero no imaginamos verlo en el velorio de un asesino”.
“Mi estimado señor -respondió el doctor Cherenfant-, yo no juzgo las acciones de mis pacientes, solo atiendo sus padecimientos... Los veo como seres humanos... Nada más... Lo que hagan en su vida privada, o dejen de hacer, ya no es de mi interés”.
“Este hombre asesinó a la esposa, doctor, y la mató con furia y de una manera horrible, que nunca se había visto”.
“Es lamentable lo que ha sucedido -dijo el doctor-. Yo, personalmente, siento mucho que esto haya pasado... Conocí a la esposa, mientras se recuperaba de la cirugía de reconstrucción maxilofacial que le hicimos en el Hospital San Jorge, en Comayagüela... Y vi que era una mujer entregada y leal... No sé qué fue lo que pasó para que Nahún llegara a esto”.
“Creemos que fue instigado por alguien, doctor -intervino de pronto un hombre alto y delgado, que vestía ropa clara y llevaba el pelo hacia atrás-. Tenemos el celular del asesino... y allí hay mensajes que, en nuestra opinión, fueron suficientes para desencadenar en el hombre los celos, la ira y el deseo de vengar el agravio”.
“Entonces, ¿es verdad que la esposa lo engañaba?” -preguntó el doctor-.
“No lo sabemos a ciencia cierta, doctor -dijo el representante del Ministerio Público-. Los mensajes son de una mujer, y son demasiado explícitos, con datos y detalles que, supuestamente, solo un testigo ocular de los hechos podría describir... Aunque vamos a llevarlos para que psicología forense los analice”.
“Y, los mensajes, ¿quién los envió?”. “El contacto es una mujer, doctor, ya la tenemos identificada... Y un equipo de agentes de la DPI la busca para entrevistarla”. “¿Vive en esta misma zona?”.
“No... Los mensajes y las llamadas, según nuestros amigos de la empresa de telefonía celular, fueron enviados de un lugar en el barrio San Rafael, en Juticalpa”.
El doctor se quedó pensando por un rato, mientras adentro se escuchaba el rumor de mujeres que rezaban, y el barullo de voces de los que hacían comentarios de todo tipo.
En ese momento, salió al corredor una mujer madura, vestida de negro, con una chalina en la cabeza, y los ojos rojos. Había en su rostro una profunda tristeza, y caminaba apoyándose en una mujer joven, que vestía como ella.“Doctor -le dijo al doctor Cherenfant-, gracias por venir... Gracias, doctor”.
“Doña Paca -le dijo el doctor, acercándose para abrazarla-, aquí estoy... No podía dejar de venir... Nahún no era solo mi paciente, era mi amigo”.
“Mire qué tragedia, doctor -exclamó la señora-. Qué horrible tragedia”. “Sí, doña Paca. Ya lo veo... y lo siento mucho”. “Ay, doctor... Qué dolor más grande”. El doctor la abrazó de nuevo.
CASO
¿Qué había pasado? ¿Por qué Nahún había asesinado a su esposa? ¿A qué se refería el fiscal del Ministerio Público cuando decía que era un crimen que nunca se había visto en aquella zona? ¿Qué había desencadenado la furia homicida de Nahún? ¿Qué papel desempeñaba en todo esto el doctor Cherenfant? ¿Por qué Nahún había sido su paciente? ¿Qué significaban aquellos mensajes de los que hablaba el fiscal? ¿Quién los había enviado? ¿Por qué? ¿Era verdad lo que decían? ¿Fue eso lo que convirtió a Nahún en criminal? ¿Por qué él estaba muerto? ¿Qué había pasado con él? ¿Qué buscaban la Policía y el Ministerio Público en el velatorio? ¿A quién perseguían cuando dijo que un equipo de la DPI buscaba a alguien en un barrio de Juticalpa? ¿Qué implicación tenía esta persona en la tragedia de la que hablaba doña Paca? ¿De qué era culpable? ¿Acaso era culpable de instigación al asesinato? Y, si era así, ¿qué le correspondía hacer al Ministerio Público?El doctor Cherenfant miró al fiscal, después de que doña Paca regresó a la sala, y le preguntó:“¿Por qué dicen que la persona que envió esos mensajes pudo instigar a Nahún a cometer este crimen?”.
“Doctor -le respondió el abogado, levantando la voz para hacerse oír mejor-, en la Facultad de Derecho aprendimos que la instigación o incitación es una institución dogmática distinta a la autoría y coautoría de un hecho en sí.
La instigación o incitación supone determinar o llevar a otro a la comisión de un hecho delictivo, como creemos que pasó en este caso, según los mensajes, y tal vez varias de las llamadas registradas en el teléfono del señor Nahún.
Y esta persona, la que envió los mensajes, muestra una conducta reprochable penalmente, ya que puso a disposición del autor del delito razones de peso para tomar una decisión criminal, dado que solo dependerá del autor la ejecución o consumación delictual”.
El fiscal hizo una pausa, y después, dijo: “Eso nos enseña Percy García Cavero en lecciones de Derecho Penal... Además, el artículo 13 de nuestro Código Penal dice: El delito puede ser realizado por acción o por omisión y necesariamente debe ser doloso o culposo.
El delito es doloso cuando el resultado responde a la intención que se tuvo al ejecutarlo o cuando el autor sabe, o está obligado a saber, que como consecuencia de la acción u omisión existe la posibilidad de que se produzca un efecto dañoso constitutivo de delito, no obstante, lo cual ejecuta el hecho y acepta, por ende, las consecuencias que del mismo se derivan.
Y el artículo 32, dice: Se considera autores a quienes toman parte directa en la ejecución del hecho, los que fuerzan o inducen directamente a otros a ejecutarlo y los que cooperan a la ejecución del hecho por un acto sin el cual no se hubiera efectuado. Y aquí, tenemos sospechas de que esta persona indujo a Nahún a cometer el hecho criminal.
Por eso es que estamos aquí, doctor, buscando más información que nos ayude a aclarar el porqué de esta muerte tan horrible”.El doctor agradeció la explicación del fiscal, y dijo:“Pero, ustedes dicen que Nahún cometió un asesinato... ¿No se trata, más bien, de un parricidio?”.
“Doctor -siguió diciendo el fiscal-, según el artículo 117 del Código Penal hondureño, es culpable de asesinato quien dé muerte a una persona, ejecutando el hecho criminal con la concurrencia de cualquiera de estas circunstancias: alevosía; premeditación, por medio de inundación, incendio, envenenamiento, explosión, descarrilamiento, volcamiento, varamiento o avería de buque u otro artificio que pueda ocasionar grandes estragos, siempre que haya dolo e intencionalidad; y, con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido.
Y en este caso hay alevosía, premeditación, ensañamiento, deseo de causar el mayor daño posible, y es clara la intencionalidad que llevó al señor Nahún a matar así a su esposa... lo cual, también es un parricidio... Todo esto, es parte del hecho en sí, lo que queremos saber es por qué la mató... Si alguien lo incitó deliberadamente... Si esta persona tiene pruebas de que la esposa lo engañaba como le dice en muchos de los mensajes que le envió... y, tal vez, en algunas de las llamadas que tenemos identificadas”.
El doctor Cherenfant se quedó pensando por unos segundos: “Esta persona -dijo, después-, la que supuestamente incitó a mi paciente a cometer el... hecho... ¿envió alguna fotografía? ¿Algo verdaderamente comprometedor para la esposa de Nahún?”.
“En eso hemos pensado, doctor, y estamos tratando de entrar al correo de Nahún... Pero, en el celular no hay fotografías... Solo tenemos los mensajes... Unos que fueron borrados para todos, pero que, antes de eso, Nahún les hizo captura de pantalla... Y son muy explícitos”.
“¿En alguno de esos mensajes, esa persona le dice que la mate, o sea, que mate a su esposa?”. “No lo dice así, directamente, pero sí le dice en uno que esa mujer mejor debería estar muerta, por traidora y maldita”.
“¿Y menciona a la persona con la que, supuestamente, la esposa engañaba a Nahún?”. “Sí... Solo habla de Marcio”. “¿Y Nahún conocía a ese Marcio? ¿Se puede saber eso?”.
“Creemos que sí, porque tenemos un mensaje en el que Nahún responde que Marcio es un maldito traidor y que merece que lo quemen vivo”.
“¿Y ya localizaron a Marcio?”. “No... Aunque ya sabemos su nombre completo y su apellido... Pero, el equipo de la Policía que enviamos a buscarlo, desde esta mañana, no lo ha encontrado... Sabemos dónde vive, pero la mamá dice que salió de viaje... Es camionero, igual que lo era Nahún”.
“¿Fueron a la empresa en la que trabaja?”. “Veo que le gusta mucho la investigación criminal, doctor -bromeó el fiscal-. Eso es bueno... No es la primera vez que leemos alguno de sus casos en EL HERALDO”.
“Lamentablemente -dijo el doctor, después de un largo suspiro-, mis pacientes también tienen pasiones y sentimientos negativos, como los tenemos todos los seres humanos; y no es la primera vez que veo algo como esto... Además, creo que este tipo de hechos deben ser contados, no como algo morboso, sino, más bien, como hechos que deben demostrarles a los lectores de diario EL HERALDO, y a todo el mundo, que el crimen no paga, que, al final de nuestras malas acciones, lo que nos espera es la cárcel o la muerte... Y creo que EL HERALDO hace bien publicando estos casos, para educar y disuadir a los que quieren cometer un delito... También esa es mi intención al compartirlos con Carmilla Wyler”.
“Doctor -dijo el abogado, mostrando rostro malicioso-, en realidad, nadie sabe quién es la persona que escribe estos casos, o sea, que tal vez sean pocas las personas que saben quién es Carmilla Wyler, pero hay quienes dicen que es usted... Que usted es Carmilla Wyler”.
El doctor sonrió, tocó en un hombro al fiscal, y entró a la sala. Al fondo, entre velas, y frente a una enorme cortina de terciopelo ocre estaba el ataúd... El doctor se acercó y vio el rostro blanco del que fuera su paciente por dos largos años.
“Le hicimos dieciséis cirugías -dijo-, para que su rostro quedara casi como era antes del accidente... Lamento mucho todo esto”.
¿Qué había pasado, en verdad? ¿Por qué Nahún mató a su esposa? ¿Alguien lo incitó a cometer este crimen? ¿Por qué estaba muerto? ¿Qué había pasado con él?
CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA