ELLA. Es inspectora de Policía; no es muy alta, pero es bonita y hermosa, blanca y de carácter agradable. Tiene don de mando y la inteligencia y la capacidad de deducción de un Sherlock Holmes. Su coeficiente intelectual es mayor a 200, y es humilde, con esa humildad que hace a las personas iguales entre sí, y que dedica su vida a su trabajo y a servir a la sociedad. Le dicen Marianita. Su sencillez la hace muy valiosa como persona, y su compañerismo y espíritu de cuerpo muestra en ella un liderazgo positivo que, en opinión del subcomisionado César Ruiz, jefe de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), en San Pedro Sula, la va a llevar muy lejos en su carrera.
“Ha resuelto casos que parecían imposibles -dice César-; aunque no hay casos imposibles de resolver. Unos son más complejos que otros, y la solución depende de la pasión y la sabiduría del investigador. En la DPI la respetan, y a muchos les gusta trabajar con ella porque, aparte, les enseña”.
Hace una pausa César Alexis y agrega, después de unos segundos:
“Aparte de eso, tiene un buen corazón, y eso dice mucho de su personalidad”.
César habla con admiración de Marianita.
“Este caso es uno de los que ella resolvió, acompañada por un buen equipo, y que libró a Choloma de uno de los criminales más despiadados que se han visto en el norte en los últimos años... Este criminal era un hacedor de estadísticas oscuras, porque solo él, y nadie más que él, causaba más muertes que en las ciudades de Tegucigalpa y San Pedro juntas”.
Yo lo escuchaba en silencio. Las oficinas de la DPI en San Pedro Sula siempre están llenas, la actividad no se detiene, y los agentes van y vienen a escenas de crimen, a seguir con la vigilancia y el seguimiento de algún sospechoso, a capturar a un delincuente escurridizo, a entrevistar testigos de crímenes diversos... ¡En fin! Un trabajo que no termina nunca, porque así es el trabajo de la Policía, como dice el ministro de Seguridad, el general Héctor Gustavo Sánchez: “La Policía no descansa nunca. Darle seguridad a Honduras es un trabajo constante, al que estamos dedicados día y noche, con la ayuda de Dios”.
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CÉSAR
“Mire, Carmilla -me dijo César Ruiz-, esta muchacha es una de las mejores agentes de investigación criminal que tenemos... Es dedicada, juiciosa y observadora; cada detalle en la escena del crimen tiene un significado para ella, y se entrega a su trabajo con pasión... Ya tenemos la orden de captura para el sospechoso de la muerte de la mujer, y los muchachos de capturas lo están buscando”.
Hizo una pausa, y luego añadió:
“Una tarde, un hombre joven, vestido con camiseta café, pantalón de color melón y con una gorra que le cubría los ojos, llegó a una tienda... Entró, vio lo que estaba a la venta, le gustó una gorra, la dejó allí, y salió; pero, poco después, regresó, vio la gorra de nuevo, y salió. El dueño de la tienda estaba afuera, cerca de la puerta del local. Era un hombre joven, atlético, bien parecido, y que le sonreía a los clientes. Seguramente vio el ir y venir de aquel muchacho de la gorra y la camiseta color café, pero, tal vez, se dijo que no tenía suficiente dinero para comprar la gorra que le había gustado. El muchacho estaba adentro de la tienda, se tomó un tiempo, y salió de nuevo. Cuando estuvo a unos tres pasos del dueño, sacó una pistola que llevaba escondida debajo de la camiseta, y, sin decir nada, le disparó al hombre en la cabeza y en el pecho. Luego, con la pistola en la mano, se fue del lugar, con paso apurado”.
“Este es un crimen por encargo -me dijo Marianita, cuando analizaba el caso-. El asesino no es que haya dudado de cometer el crimen, y menos que haya tenido miedo; se ve que es un hombre con sangre fría, cruel y que no es la primera vez que mata, ya que se aseguró que la víctima muriera realmente. Y este tipo de acción solo la realiza alguien a quien se le pagó para asesinar; y, quien le pagó, tiene razones de peso para desear la muerte de aquel hombre”.
“¿Qué razones, por ejemplo?”.
“Extorsión. Tal vez no pagó, se negó a pagar, y con eso se ganó la muerte. Pero, si nos fijamos bien en el video de seguridad, la víctima estaba muy confiada en la puerta de su negocio, no estaba armada, y saludaba a los clientes con amabilidad, sin mostrar miedo o temor de algún tipo. Lo que nos dice que estaba al día con el pago de la extorsión, y no tenía nada que temer por esa parte. Y, para dejar a un lado el tema de la extorsión, vemos que el asesino entró a la tienda, saludó al dueño, estuvo adentro, vio lo que se vende allí, le gustó una gorra, la dejó, se fue, volvió, y regresó al lugar donde estaba la gorra que le llamó la atención. Estaba esperando que no hubiera muchos clientes en la tienda... Y este es un detalle importante, ya que los sicarios de los extorsionadores no esperan tanto. Van a lo que van. Llegan, se acercan a la víctima, y le disparan. O, desde un vehículo en marcha le quitan la vida, y aquel hombre tenía por costumbre estar en la puerta de su negocio para saludar y dar la bienvenida a los clientes... Así que descartamos la extorsión”.
“Ajá”.
“¿Envidia? ¿Alguno de sus competidores le tenía envidia? No es posible, ya que vendía cosas que no le hacían la competencia a nadie más. ¿Deudas? Tenía las deudas normales con los proveedores, según dijo su administrador, y estaba al día en los pagos”.
“Pues, parece que esas tres posibilidades están descartadas”.
“Eso me parece... Pero, alguien lo quería muerto, y bien muerto; y el asesino se aseguró de que muriera. No iba a regresar a donde la persona que lo contrató sabiendo que la víctima fue llevada herida al hospital”.
“Un detalle que se nos escapa”.
“Ajá”.
“Y, si el asesino tenía motivos personales para matarlo”.
“En el video se ve que el asesino entró con la cabeza baja, que saludó, y no dijo nada más... Salió, sin decir nada, o sea, sin despedirse del dueño... Y, si hubiera tenido motivos personales para matarlo, es seguro que se conocieran desde antes, y el asesino estaría allí para vengarse de algo que le hizo el hombre; pero se ve bien claro que este no lo conocía. Lo saludó como a un cliente más, sin camaradería, o amistad, lo que hubiera sido si se conocieran desde antes... Por eso, jefe, creo que a este hombre lo mandaron a matar por algo grande que hizo, y si no fue por no pagar la extorsión, si no fue por deudas, si no fue por enemistades personales, si no fue por envidia de la competencia, ¿qué nos queda?”.
Marianita hizo una pausa. Se quedó pensando por un rato, y luego, dijo:
“¿Qué nos queda, jefe?”.
“A ver” -le dijo César.
“Era un hombre atractivo; guapo, si debe decirse; atlético, porque iba al gimnasio y cuidaba su cuerpo; era joven, tenía un buen vivir, o sea, que su negocio le daba buen dinero... Así que disfrutaba su vida, y tanto la disfrutaba, que hasta gozaba de las mujeres ajenas... Es posible”.
César sonrió, satisfecho, mostrando dos filas de dientes grandes, blancos y parejos. Marianita suspiró, y su pecho se proyectó hacia adelante. Brillaban sus ojos, y también se mostraba satisfecha.
“Es posible, jefe... -dijo-. Y eso lo vamos a averiguar pronto... Lástima que en el video de seguridad no se le ve bien el rostro al asesino... Pero, igual, va a caer... Este es un sicario con experiencia, y alguien tiene que saber algo de él, y del encargo que le hicieron este día: matar al dueño de esa tienda”
CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA
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