Siempre

Las islas mágicas de Lempira

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13.12.2019

unca comprendí esa camisa de fuerza impuesta por el sistema educativo a la lectura. Ni esos sermones sentenciosos hacia los niños y las niñas, de gente que no lee y, lo más horrible, de gente “experta en lectoescritura”, que nada más se acorazan en tecnicismos
y datos inútiles.

Cuando pensamos en la situación de la educación básica en el departamento de Lempira, las estadísticas no son muy alentadoras: bajo rendimiento académico, falta de recursos educativos, escasez de docentes, hacinamiento, deserción o infraestructura en mal estado. A la hermosura de los paisajes de Lempira y sus legendarios relatos se antepone la desigualdad. Tierra de miseria y belleza, agraciada y bárbara. Uno solo puede amarla con un dolor profundo.

Es ahí, adentro de la necesidad, donde ha nacido uno de los mejores espacios de creación infantil de América Latina. Por método debo denominarlo “proyecto de bibliotecas”, pero al ver los resultados de estos años, esa denominación queda rebasada y podemos hablar de espacios culturales para la creatividad lectora, creación literaria y artística, donde la imaginación infantil ha dejado sin palabras a propios y extraños, ya que las niñas y niños destacan como lectores insaciables, escritores de géneros tan complejos como la dramaturgia y la poesía, además relatos de ficción, tradición oral y crónica local.

Las niñas y niños son lectores y creadores que se denominan a sí mismos “felices” y en sus obras opinan sobre sus sueños, conectan sus lecturas con el mundo en que viven, cuestionan su circunstancia, exigen espacios donde se desarrollen sus derechos, se expresan desde la literatura y el arte, sobre la justicia, la inclusión, la igualdad de género, protección infantil y la prevención de la violencia.

Niños y niñas organizados en 280 grupos de teatro, títeres, mimo clown, cine infantil, pintura, cuentacuentos y animación lectora, que organizan su propio festival de las artes. Niños y niñas escritoras que conversan con públicos y especialistas sin temor alguno.

El proyecto lo implementa Plan International Honduras junto con la Dirección Departamental de Educación de Lempira y diez municipalidades de Lempira. Inició en el año 2014 y a la fecha hay veintiocho bibliotecas Blue Lupin en aldeas y pueblos de Lempira, y dos bibliotecas públicas, una en Gracias y otra en Lepaera. El próximo año se construirán otras cuatro bibliotecas escolares y la biblioteca pública Blue Lupin del municipio de Las Flores.

Niñas y niños de comunidades lejanas tienen acceso a recursos de aprendizaje y lectura. La estrategia ha sido ir allá, saltarse el escritorio, la burbuja o la zona de confort, para trabajar una idea de biblioteca con las niñas y los niños, allá, en sus espacios. Pero también hay que saltar el abismo de las concepciones retrógradas y apolilladas de nuestra idea de la lectura, siempre tan protocolaria, formal y utilitaria.

La lectura es un acto voluntario, vital, amoroso. Nadie va a fomentar la lectura con conceptos, guías o acciones aisladas. Además, cuando se trata de libros se le da la tarea a quienes poco o nada saben de libros, no digamos de leer, y se termina decidiendo de manera irresponsable y arbitraria. Eso en la vida de los niños y niñas es letal, pues no les estamos ofreciendo lecturas atractivas que vitalicen la formación del hábito de lectura.

En Lempira, la fórmula implementada es maravillosa; su primera característica es que no es fórmula, sino un descubrimiento fundado en la creatividad, la libertad y en la imaginación infantil, libre del adultocentrismo. Podemos decir que es un universo abierto, en constante evolución, disperso, da respuesta a necesidades locales, forma para desbaratar los esquemas y atavismos impuestos a la lectura. Los resultados son fantásticos: niñas y niños que han leído centenares de libros, centros educativos con un promedio de 45 o 52 libros leídos, mejora en las calificaciones, pero lo más importante es la alegría infantil: no he presenciado yo alborozo más grato como cuando abren las puertas de las bibliotecas
en Lempira.

La lectura no se impone, la biblioteca es una suerte de deriva creativa, sorpresiva. Se forma a los docentes, niñas y niños, madres y padres en acciones para animar a la lectura.

Las bibliotecas tienen como primera regla “no leer” (recordar a Penac), siempre están abiertas; hay muchos juegos en ellas, mobiliario simple y atractivo, no hay bibliotecario, pues las niñas y niños llevan de formas brillantes y totalmente organizadas estas tareas.

El catálogo se enriquece con lecturas que permiten dar respuesta a inquietudes académicas, propias del Currículo Nacional Básico, pero en su mayoría son amables, priorizan la ficción, los sueños, refuerzan los oficios y ocupaciones de la comunidad, actualizan a los docentes y, lo más importante, todas las lecturas están libres de estereotipos y roles de género. De una forma divertida y actual forman en protección infantil, diversidad, prevención de violencia e inclusión.

Cada biblioteca tiene un grupo infantil de teatro, títeres, mimo, cuentacuentos, cine infantil, pintura y literatura. Hay un grupo infantil que es experto en manejo de la biblioteca y que se encarga de préstamos de libros para leer en el hogar.

Destaca la Mochila Viajera, que garantiza el flujo de libros en la red educativa donde está insertada la biblioteca; además se implementa la Bibliomóvil para que los libros lleguen a las zonas más recónditas donde nunca ha llegado un libro. Presenciar a niñas y niños educándose entre sí, organizando la fiesta mágica de la lectura, es una lección pedagógica inolvidable.

Leer para ser un país. Aprender a amar leer y, sobre todo, crear, porque la lectura utilitaria y obligatoria genera estrés, desinterés y se vuelve un martirio.

En las bibliotecas Blue Lupin de Lempira, lo interesante es que Plan International Honduras ha seguido el trazo resplandeciente que amorosamente definieron las niñas y los niños que hoy son testimonio vivo no solo del desarrollo del hábito lector y de la creatividad literaria y artística, además, por supuesto, han desbaratado las taras y terquedades que durante más de un siglo practicamos en nuestro sistema educativo al imponer la lectura y normalizarla arbitrariamente para convertirla en la gran inquisidora
de la infancia