TEGUCIGALPA, HONDURAS.-a cuenta regresiva del Año Nuevo ya casi acaba, y en esta última edición de Siempre de 2019 el espacio se presta para que el crítico de arte hondureño Carlos Lanza dé continuidad a su trabajo.
El experto, autor de El Gran Vidrio y colaborador en incontables artículos dentro de la revista, utiliza estas dos páginas para compartir su análisis sobre los proyectos presentados por los artistas nacionales en los últimos doce meses, así como su visión respecto a la labor de los centros culturales, sus ofertas y sus premios. Según él, ha habido aciertos, pero no todo pinta con buen pincel...
¿Cómo evalúa la participación de los artistas hondureños este 2019?
Pienso que hubo pocos proyectos individuales y dependencia de los espacios colectivos que generaron instituciones como el IHCI, el MIN, el CCET, Mua y el CAC. El año pasado vi mayor proyección tanto en proyectos individuales como colectivos. El IHCI tuvo una agenda artística cultural muy amplia y ofertó espacios que algunos aprovecharon bien y otros no. Espero que el 2020, año previo al centenario de la Independencia y el 2021, año del centenario, sean prodigiosos en cantidad y calidad. Últimamente los artistas “escamotean” su responsabilidad personal de mostrar su trabajo y se diluyen en proyectos colectivos que no siempre muestran su mejor perfil creativo.
¿El trabajo, más allá de términos de cantidad, reflejó calidad en su ejecución?
Ahí sí estamos en problemas y muy serios, advierto una involución a nivel técnico y conceptual en muchas propuestas. En alguna medida el arte hondureño refleja la crisis del país, hay mucha precariedad, pero esta situación bien podría generar la posibilidad de hacer un arte serio y alternativo, aunque en la mayoría de los casos, este estado de crisis solo ha servido para involucionar.
Hace una década aún se podía alardear de que el arte hondureño se sostenía en el dominio elemental de lo técnico, hoy no podemos decir lo mismo, y si vamos al plano conceptual, estamos peor. Repito, esa es la tendencia, pero debo señalar que a pesar de esa dinámica nada confortable hay buenos artistas y buenas obras, aun así, estos no marcan el ritmo del arte hondureño, solo definen la dignidad de su propio trabajo.
¿Los centros culturales ofrecieron una propuesta óptima que pudiera ser aprovechada por los artistas?
El problema de los centros culturales es que muchas veces ofrecen espacios sin criterio, hay una tendencia a confundir calendario de actividades con promoción cultural; creen que si no realizan una muestra bajarán el perfil, exhiben trabajos con poco esfuerzo curatorial o ninguno, y sin estudiar los posibles resultados a obtener, es por ello que muchas propuestas y artistas pasan desapercibidos en medio de ese “tutifruti” cultural.
El otro problema es que una vez servido el coctel de inauguración, no saben qué hacer con la muestra porque no existe una política seria de promoción en la comunidad. Ya días vengo sosteniendo que los centros culturales deben acompañar su función de promoción artístico-cultural con trabajos de investigación para redefinir sus objetivos en el marco del desarrollo cultural del país. Se agradece el esfuerzo por ofrecer sus espacios, pero definitivamente deben cualificarlos. A veces sucede que los artistas no los valoran; por ejemplo, el IHCI tuvo una buena idea al reunir en una muestra a los ganadores de las distintas bienales, pero la exhibición, en términos generales, me pareció decadente.
¿Los premios de los diferentes certámenes fueron entregados de acuerdo a bases y a méritos?
Pienso que sí. Creo que ya pasaron aquellas asquerosas épocas de jurados corruptos que decían a los artistas “te premio si vamos mitad y mitad”. También vi el caso de una institución que manipuló el acta del jurado y cambió los premios (por las dudas guardo la carta de protesta del jurado honorable que presidió ese evento). En los últimos años no podemos hablar de corrupción pero sí de jurados con notables incompetencias que han premiado con argumentos extraviados. Yo sé que muchas veces los jurados hacen prevalecer su visión del arte y, sobre esa base, seleccionan a los ganadores, eso me parece normal y cuando argumentan por qué premiaron tal o cual obra son serios, aunque a veces no estemos de acuerdo; lo problemático es cuando un jurado no sabe ni lo que está diciendo y de esos he visto muchos en algunas bienales.
¿Cuáles considera fueron los proyectos más destacados y qué artistas ofrecieron un trabajo más consolidado?
La exposición “Vertical”, de Luis Landa; “Huellas resilientes”, de Kathy Munguía; “Los excéntricos”, de Rafael Cáceres; y “Simbiosis”, de Lara y Arzú, se mostraron como proyectos bien constituidos. Hubo más cosas por ahí, pero fueron periféricas. Hay artistas que exponen en cualquier parte y “cualquier parte” a veces muestra “cualquier cosa”. Un artista debe cuidar dónde expone, a menos que el espacio esté dotado de una función estética buscada conscientemente.
Luis Landa, hoy en Alemania, nos dejó una práctica artística de alto nivel, sus abstracciones minimalistas son impresionantes; hay una muchacha que le ha venido a dar un tono fresco al expresionismo hondureño, me refiero a Mary Morales, en ella he cifrado muchas esperanzas; Pedro Pablo del Cid comienza a incursionar con seriedad en el arte local, espero se sostenga; Edwin López sigue mostrando su calidad, aunque percibo en él ciertas indecisiones que debe resolver; Otto Sabillón y Daniel Valladares muestran un dibujo con contornos políticos necesarios; Marcio Arteaga me seduce como pintor, no como escultor, en su pintura ha mostrado un cromatismo bien logrado; interesante es el trabajo silencioso pero efectivo de Juan Carlos Fernández; no puedo dejar de mencionar el caso de Rafael Cáceres por la capacidad de reinvención que tuvo cuando estaba desaparecido de la escena artística; en el caso de Lara y Arzú mostraron por qué son maestros, “Simbiosis” es un monumento a sus trayectorias; Pilar Leciñena es una artista completa, ella salvó la muestra “Pletóricos”, siempre da lo mejor.
¿Existe en Honduras la posibilidad de un mejor escenario para aquellos que quieran e intentan vivir de su arte?
El país está mal, ahogándose en un charco de sangre; últimamente se volvió mediático un boxeador cuyo arte es partirle la cara a su oponente, pero a los artistas reparadores de almas y constructores de sueños se les sigue ignorando. Un artista está más cerca de ser reconocido en la medida en que muestre constancia y calidad en su trabajo. Debo decir que el éxito de un artista no se mide como el de aquellos que venden cemento o ropa. Gelasio Giménez murió diciendo que él solo esperaba el “aplauso de los siglos”. Aquí se debe hacer arte contra un sistema opresor y excluyente, los artistas lo deben tener claro, esa actitud es la que abrirá caminos de esperanza para que un día se les reconozca su legado.