Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: Delirio cerebral

De no actuar don Julián Pacheco contra varios extraditables, no cabe duda que una cubeta podría anidarse en los recintos de Casa Presidencial

23.08.2020

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Ilógica gran parte de la sociedad. Por un lado, riñe a los malignos de todo sector y, por el otro, sin empujón, los eleva, no afecta si atracaron al fisco.

Sin duda estamos de remate. El gentío pide justicia para los corruptos en general, pero le traiciona la ternura. Ser ladrón, narco, lavandero, testaferro, traficante de influencias es un acto heroico, de orgullo, de triunfadores, nato de hombres y mujeres. ¿Qué tendría de extraño que alguien salte, o lo saquen de la cárcel directo al trono?

Ilógica gran parte de la sociedad. Por un lado, riñe a los malignos de todo sector y, por el otro, sin empujón, los eleva, no afecta si atracaron al fisco, si la “dama” pringó el sillón, si están fichados de capos de la droga o si les embrujan las caletas. Igual, critica a cierta prensa y se atonta viendo a sucios actores, temidos, queridos y vitoreados por poderosos.

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Derrame

Odiar a los infectos y alabarlos suena a derrame cerebral que, a quienes lo sufren, según expertos, les anula caminar, hablar y entender. En palabras llanas, el cerebro queda seco, sin riego sanguíneo. Eso parece tener gran trozo de la masa que jura repudiar a podridos públicos y privados y, para colmos, termina ridículamente loándolos.

Intuimos que su juicio se bloqueó o se desconectó. ¿Será que en medio de nueve millones de almas apenas hay una o dos que tres dueñas de sus sueños para dirigir la nación a sabiendas de sus malos pasos? Tenemos al coronavirus y arrullamos una pandemia de políticos y sus voces. ¿Escasez de talentos o nos falta talento para elegir?

Errar una y otra vez no es plausible. Si estamos muy molestos con “damas” y “caballeros” corruptos, narcos, lavadores de pisto sucio ¿por qué insistir en tenerlos de garrote en cargos públicos o ansiando a “gobernar”? Si nuestra idiosincrasia nos permite ver claramente quién es quién, es absurdo que por enojos políticos saquemos un rancio y honremos a otro.

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Viles

Si un pandillero de calle tiene mil formas de asesinar, el de traje también posee sus normas para barrer todo a su paso. Tan peligroso es un revólver como feroz puede ser una boca con micrófono. No obstante, los de arriba siempre le dan forma a lo deforme. No es de asustarse que de cloacas salten íconos de candor si muchos pierden la razón por una simple ración.

Los grandes cruzan sus razas, en iglesias o en sus guaridas. “Discrepan” ideologías para cruzarse lo malhabido en sus bolsillos, así no reparten el trinque para hartarse por generaciones a lomos de quienes los juzgan ladrones, corruptos, saltatapias, robagallinas y por delirio cerebral o estomacal los glorifican en el trono mancillado una y otra vez.

Roban bajo cualquier treta, trafican droga hablando de su pureza; de que son hombres y mujeres de mucha y probada honra. Llegan al poder bajo un color y “bravos” desertan a otros partidos políticos donde hidalgos, sobrados y hasta rogados, se patrocinan para regir el país. Adiós a su chorro de tufo si el hambre aprieta a sus adeptos en el cartel de los piques.

Ahí han sacado la frase: “¿Dónde está el dinero?”, pues lógico, en las uñas de muchos bandidos que, cerebros enfermos, iracundos, sacan del penal hasta clavarlos en Casa Presidencial. ¿Cómo les quedó el ojo?