TEGUCIGALPA, HONDURAS.-'El sospechoso pudo haber pillado millones al fisco, hacer añicos la telefonía estatal, matar a miles de enfermos robándoles el oxígeno y las medicinas, pero solo es un sospechoso'.
En Honduras robar con “estilo” hace a muchos ladrones lucir y existir lozanos, casi pulcros (blasfemar es pecado) modelar en revistas de partí, “felices” en lujosos hoteles, “ilustrando” sobre renta en foros radiales y televisuales, goteando moral por doquier. Se gritan tersos y andan de boca en boca en una sociedad donde el sospechoso es quien sospecha de ellos.
Lo hemos afirmado en nuestros recientes artículos que quienes nos tienen al revés “juran” que todo está al derecho. El cuento de nunca acabar con una mafia que vigoriza sus tentáculos a toda costa, apoyados, sin duda, en caros micrófonos, adiestrados por décadas a construir o a destruir. Plata o plomo para el sospechoso de oler sus sospechas.
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Caché
El sospechoso pudo haber pillado millones al fisco, hacer añicos la telefonía estatal (desde eras militares), matar a miles de enfermos robándoles el oxígeno y las medicinas, pero solo es un sospechoso. De repente, talla en campos de golf o brilla en potros pura sangre, eligiendo a cual mejor danzarín de su lujoso establo, testigo mudo de sus sospechas.
El sospechoso visita bancos, sube a helicópteros, jets, yates. Podría estar frotándose las manos en las Islas Canarias o en su cayo férreamente protegido por privados o públicos, pero ¡no, no es él, no! El sospechoso cayó en una redada policial. Estaba parapetado en medio de solitarios callejones de un barrial donde usualmente caen millones de sospechas en otros que asaltan, matan y roban por unos pinches centavos.
Sus aposentos no atañen a ese submundo de sospechosos. Sospechan que el inmundo sospeche que atrás de sus fortunas está la sospecha de opulentos atracos públicos. Puro acto de extorsión verlos sospechosos. Gobierno tras gobierno y lo mismo. El sospechoso no es culpable de nuestra tragedia. Su extremo e inesperado deleite es un mero tiro de suerte y no de sospecha.
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Locuras
Sospechar del sospechoso es un delito, un peligro para la vida cuando los fatuos se sitúan más allá de lo imaginable, de lo pensado. Sus excentricidades no nacieron ni las sustentan acciones sospechosas. Su ristra de carros, sus cordones de seguridad, sus relojes bañados en oro, sus trajes de lino no deben ser sinónimo de sospecha para nadie.
En Honduras, el vecino sospecha -por envidia o incultura- que el de su lado o el del frente anda en “malos pasos” por adquirir un modesto carro guardado en casa alquilada, comprada o empeñada. Todo le parece sospechoso excepto la magia de la espuma que esfuma al sospechoso. Quién o quienes ostentan diez o veinte autos y un chorro de lujos con todo y la prole, es “magia” y vivo “talento” de galanes que solo son sospechosos de ser “prósperos y altruistas”.
Serio problema en las alturas, por no decir en domos donde los sospechosos crean las trampas y las salidas a sus sospechas. Buscamos e inquirimos en cárceles y, para colmos, el sospechoso no está en ninguna bartolina. Vive feliz como una lombriz en pasillos políticos y empresariales, ayudado por voceros de la noticia sospechosos de tapar el tufo de sus sospechas. ¿Seré yo?