Siempre

El artículo de Octavio Carvajal: Terminó el festín

Un jefe de Estado tiene que ser modelo de austeridad y no otro vividor, relleno de corrupción
a lomos del haraposo y de su inopia general

15.12.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Con la derecha o la izquierda en el poder, claro está que quien gobierne en próximas eras repensará para torcer o afeitar leyes.

Ningún pícaro está sin custodio. Estados Unidos dejó las bromas. Si no la pagan aquí se los llevan para allá. Líderes de estos dos bandos no admiten sus impudicias en una tierra harta de tanto ladrón, de narcos y de cierta prensa que transa con la democracia.

Y la laureada libertad para unos podría ser una verdadera tiranía en los siguientes años. Por ansias y reveses los hondureños se verían traicionados a sí mismos eligiendo a un remedo de Presidente que será peor que el sufrimiento. Todo mundo está cansado de los corruptos y de sus vicios, pero curiosamente, gran trozo del pueblo, sigue ciego por los mismos payasos.

Santos
Miles de quejas con muy pocos y pobres sagaces oferentes para regir la nación con real y creíble pureza. Un Partido Liberal molido frente al electorado y en sus entrañas, mientras los cachos con tres ciclos en curso y sinfín de actos de pus, dan chance para que sus rivales -con viejas y fétidas caras- se vigoricen como salvadores del hilo de males. Estos que se juran castos, son viejas criaturas del gasto y del caos.

Nadie, absolutamente nadie, está libre de pecado. El poder corrompe y más aún cuando los políticos se idean inmortales, intocables aprovechando la miseria y el marcado atraso del gentío en pleno avance.

Viciados de distintos colores buscan controlar el trono domando las mentes débiles
Viciados de distintos colores buscan controlar el trono domando las mentes débiles para las próximas votaciones. Nos asechan, en medio de espías gringos, lobos vestidos de ovejas.
El tradicionalismo político está en riesgo y mucho más con el desmadre heredado de pasadas jefaturas donde –con raras excepciones- se orientó la economía a punta de tributos y de rigor en la que Ricardo Maduro –criticado por su doble cuna- dejó los excesos de viajar en el west wind, vendió el helicóptero Augusta dado por Taiwán al régimen de Carlos Flores y obligó a sus ministros a usar sus autos.

Tontos
En cambio, nuestra idiosincrasia repleta de prejuicios y egoísmos olvidó lo poco bueno que hizo Maduro y alabó sin cesar lo que de entrada ejecutó el jefe mexicano Andrés Manuel López Obrador de renunciar a las pompas de sus antecesores y así cumplir con sus ofertas. Si bien Maduro tuvo su grupo selecto, dejó la mesa servida a Manuel Zelaya Rosales, un díscolo sin compostura.

“Mel” Zelaya inició bien, con moneda estable pero el poder lo mareó. Sus cercanos los chiflaron para abrir la reelección con una cuarta urna armada desde los hígados del hoy fallecido Hugo Rafael Chávez Frías. Cuarta, cuarta gritaba apoyado por miles, incluidos periodistas que –para suerte de unos pocos- siempre son acrisolados, mimados de políticos y cobardes empresarios. Así colorean la democracia.

Nadie endereza su paso. Un Presidente y sus amigos no precisan de prensa mansa, urgen de acciones limpias y tesoneras que los deslinden de la vía torcida. Un jefe de Estado tiene que ser modelo de austeridad y no otro vividor, relleno de corrupción a lomos del haraposo, de su inopia general que se excita por una cuarta de pisto para cargarle sus caprichos y abusos clavado en el sillón.

Pillos
Todos “renuncian” a los lujos en cruzadas comiendo baleadas en las calles. “Lloran” –como buenos actores- por la miseria que ellos mismos heredan a las masas y al nomás llegar al mando, nadie los baja del jet, de los helicópteros. Hacen piruetas con lo ajeno, meten todo el familión en Casa Presidencial para que cada uno de sus miembros sea otro rico del siglo. Cambian ciertas caras, el pus es igual o peor.

Nadie quiere oír hablar de reelección ni de credos tontos de personajes baratos que, ante todo –sin perdón alguno- deben probar decencia, humildad y sencillez (sin gritarlas) y el pueblo aprender a valorar lo bueno que hace un gobernante y su gente, sin extremismo doctrinario.

Sin embargo, el problema es que el elector idealiza a los mismos bandidos entre muchos hombres y mujeres de reconocida limpidez. Aterricen, la parranda terminó. Donde sea caerán y cuando caigan en un nicho, ningún mal heredero comprará su ingreso al cielo.