Siempre

La identidad nacional, una deuda de país

La identidad nacional no es algo estático e imperturbable, es ese sentido de pertenencia a una nación que se construye, se transforma... o se pierde
04.09.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Inicia septiembre y con este mes una serie de celebraciones que se engloban dentro de una agenda que en Honduras se define como “mes patrio o fiestas patrias”.

Pero el asunto se queda, en general, en lo meramente estético: palillonas y bandas.

No vamos a hablar sobre la consciencia que puedan tener los estudiantes sobre nuestra historia, sobre su propia identidad como hondureños, y todas esas preguntas que a veces los jóvenes no saben responder, porque como estudiantes, ellos solo son la cosecha de lo que se siembra en cada gobierno o desgobierno a lo largo de nuestro devenir como nación.

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Pero en un intento de aprovechar estas líneas y el hecho de que estamos en septiembre, mes que inicia con la conmemoración del Día de la Bandera y del inicio de los desfiles de centros educativos, conversamos con el historiador y escritor Albany Flores Garca sobre esto que llamamos identidad nacional, que puede ser un terreno escabroso e indefinido.

La cultura de cada país es parte inherente de la identidad nacional, que se construye en la individualidad y la colectividad.

“Todo pueblo o nación tiene expresiones culturales que le son propias y que modelan y definen ese fenómeno extraño, aún no definido totalmente, al que hemos llamado ´identidad nacional´”, señala Flores Garca, y agrega que las expresiones culturales sí definen la identidad genérica de una nación.

No es lo mismo hablar de identidad nacional en el siglo XX y hacerlo en el XXI, el siglo donde las fronteras se difuminan, donde ahora se habla de aldea global. Un siglo en el que las personas ya no se sienten tan lejanas a otras culturas y donde a veces se habla y se aprecia mejor otra lengua que la materna.

“La globalización, la mundialización, el Internet de las Cosas, la era de la inmediatez o cualquier otro concepto desprendido de la supercomunicación derivada de la IV Revolución Industrial (revolución digital transmedia) está borrando aceleradamente las fronteras de las identidades nacionales. Así, un hondureño que hace veinte años sólo podía comer sushi en Japón o en un restaurante especializado, puede cocinarlo él mismo a partir de una receta encontrada en Google o YouTube. Entonces podemos afirmar que hemos llegado a esa especie de ´estandarización social´ de la que hablaron Pasolini o Calvino en el siglo pasado, y que la nueva identidad es, sobre todo, una identidad global”, acota el historiador.

Pero es aquí donde llegamos a un punto: ¿nos tomamos a la ligera todo este asunto de la identidad nacional? Si es eso lo que nos aporta ese sentir de pertenencia a un territorio, a una cultura e incluso a unos ideales, ¿estamos aplazados los hondureños?

Expresa nuestro entrevistado que el fomento de la identidad nacional tiene, por desgracia, “una profunda relación con el poder político y sus intereses ideológicos. Por esa razón, cada gobierno, de donde emana ese fomento, procura establecer su propia concepción de identidad promocionando e institucionalizando aquellas expresiones culturales que le favorecen o que representan su ideal”.

Es así que se conforman los símbolos nacionales, que se construye también ese cuerpo de héroes y próceres que responden a una época.

Dice el historiador que, en realidad, antes que tomarse el fomento de la identidad a la ligera, en Honduras “no tenemos muy claro cuáles son los elementos que nos definen como hondureños. Prueba de ello son los constantes cambios a los símbolos, personajes, sitios o manifestaciones que representan la ‘hondureñidad’”.

Está bien si desfilar es parte de nuestra tradición conmemorativa de independencia, pero también estaría muy bien que cada persona que participa sea consciente de qué motiva esa celebración, de su rol dentro de la construcción de una sociedad, y que las decisiones que toma cada día a nivel moral y ético impactan su individualidad y colectividad. En fin, que cada hondureño sea consciente de su papel en la construcción de este país.

Hoy en día, dice el historiador, desfilar se ha convertido en un “pobre acto simbólico y moribundo, cuyos nuevos propósitos tienen que ver más con un asunto de promoción, disputa política y divertimento, que con la verdadera conmemoración cívica y consciente de la libertad obtenida por nuestras naciones después de tres siglos de opresión española”.

La identidad nacional puede ser fuerte o débil, y está sujeta a cambiar con el tiempo, influenciada por factores internos como el desarrollo cultural, económico y social, y factores externos como la globalización y las relaciones internacionales.