TEGUCIGALPA.- El Museo Ludwig, en Alemania, reflexiona en una muestra sobre el colonialismo y la exotización del Sur global desde la mirada de artistas latinoamericanos, un grupo de cuatro, donde sobresale un nombre: Pavel Aguilar, de Honduras.
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El museo, referente europeo del arte moderno, alberga la obra de artistas de Perú, Chile, México y Honduras, y por primera vez se plantea un proyecto autocrítico de un tema que ha estado en un sinfín de recintos alrededor del mundo desde el siglo XX: el colonialismo, que en la muestra que conforma Aguilar ahonda no solo en una estética, sino también en significados y contextos.
Pero el artista no solo expone su obra, cinco de sus creaciones formarán parte de la colección permanente del museo alemán.
En esta entrevista, Aguilar reflexiona no solo sobre la iniciativa, sino sobre el contexto en el que se desarrolla la obra y el objetivo que persigue.
Su último proyecto artístico apunta a examinar críticamente las formas de colonialismo que se expresan en el arte y la cultura, ¿podría ampliar más la dimensión de este proyecto?
El proyecto surge por la invitación de la curadora Joanne Rodríguez, quien estuvo a cargo del proyecto HERE AND NOW. Anti-Colonial Interventions, del Museo Ludwig, el cual consiste en dar una mirada crítica y curiosa a las posiciones artísticas de América Latina con preguntas como: ¿qué artistas latinoamericanos hay en la colección del museo? ¿Cómo reproducen los artistas modernistas -en su mayoría europeos- la visión exotizante del Sur global? ¿Qué obras deben ser cuestionadas críticamente y cuáles ofrecen contra-modelos?
Para esta exhibición fuimos invitados los artistas Daniela Ortiz (1985, Perú), Paula Baeza Pailamilla (1988, Chile), Paloma Ayala (1980, México) y mi persona.
¿Cuál es el comportamiento de estos museos ante la visión exotizante del Sur global?
Los museos de los grandes epicentros del arte occidental como el Tate Modern de Londres, Museum Ludwig en Colonia o el MoMA de Nueva York se encuentran en un proceso constante de transformación, y por décadas han dictado las agendas museísticas de otros epicentros contemporáneos subordinados a estos, sin embargo, en los últimos años, estos nuevos epicentros en cuestión se reconocen como referentes globales del arte y no como instituciones legitimadoras a nivel regional o nacional y esto me parece sumamente progresivo porque se trata de nuevos circuitos que ahora se perciben con una perspectiva coherente respecto a las necesidades de la era contemporánea.
Al identificarse con una identidad institucional “global” en el arte, estos epicentros inmediatamente asumen la responsabilidad de albergar nuevos discursos con agentes que participan fuera del orden establecido por el canon norteamericano y europeo.
¿Cómo se ve el Museo Ludwig dentro de esta mirada crítica?
El Museo Ludwig, al ser uno de los museos referentes en Alemania y uno de los más influyentes en Europa, alberga una de las colecciones más grandes de arte moderno del mundo y discursa por primera vez desde una posición autocrítica, cuestionando los valores y modelos colonialistas que subyacen en las obras de Max Beckmann, Joseph Haubrich o en las colecciones de Lilly von Schnitzler-Mallinckrodt, así como en los lenguajes pictóricos de Pablo Picasso inspirados en el arte africano y en la propuesta de Hermann Scherer, uno de los exponentes más importantes del posimpresionismo suizo; ambos eran partidarios de cierta mirada exotista cuando se acercaron al “primitivismo” de las culturas de África y Oceanía.
¿Pero dónde está el verdadero problema?
La situación es esta: a principios del siglo XX, muchos artistas europeos visitaban los museos etnográficos en busca de inspiración, pero mientras adaptaban la estética de las obras expuestas, ignoraban los significados culturales y contextos de esos objetos.
Este enfoque caracterizó a toda una generación de artistas, perpetuó una visión exotizante del Sur global y puso de relieve el desequilibrio de poder creado por el colonialismo.
También, posiciones como las de Warhol, que señaló la injusticia social y la violencia racista en muchas de sus obras desde la perspectiva de un hombre blanco y privilegiado.
¿Cómo encararon los artistas invitados esta visión crítica desde el Sur global?
Los cuatro artistas invitados a la muestra hemos abordado el tema desde diferentes perspectivas: Paloma Ayala desde la reproducción de las obras más icónicas del museo en barro.
Paula Baeza Pailamilla con una crítica sobre la explotación del cacao en África y Latinoamérica y su comercialización, que dio fruto a la gran fortuna de Peter e Irene Ludwig, fundadores del Museum Ludwig.
Daniela Ortiz basó su obra en el cuadro de Max Ernst “La Virgen castiga al Niño Jesús ante tres testigos: André Breton, Paul Éluard y el artista”, ofreciéndonos su perspectiva sobre la explotación de niños migrantes en Europa.
En mi caso, realicé cuatro intervenciones sonoras con instrumentos musicales y esculturas, distribuidos en las salas del museo que buscan banalizar o ironizar a las grandes figuras del arte universal, por ejemplo, el nombre de Picasso aparece en una Güira, instrumento musical colombiano de corte popular, plebeyo, que contrasta con la imagen de artista élite, europeizante que le ha otorgado la historia del arte al inventor del cubismo.
Entiendo el papel del arte en la búsqueda de identidades, en la reafirmación de estas culturas que occidente de manera perversa ha llamado periféricas, ¿pero cómo hacer para instalar nuestro arte en los espacios universales sin ser vistos como exóticos o como rarezas del tercer mundo?
Esa es una pregunta que aún tiene su respuesta en transición, y sería irresponsable emitir una opinión de la realidad de todos los mal llamados países “tercermundistas”, pero puedo dar mi testimonio como latinoamericano y como artista hondureño.
Vengo de un país en resistencia, arrasado por las doctrinas occidentales y en los años recientes por la emergencia climática.
Vivo en un presente radicalmente distinto al que vivió Andy Warhol en Nueva York, Picasso durante la Guerra Civil española y Hermann Scherer en la aristocracia suiza.
Ante un panorama como este, mantener una posición coherente es una obligación.
Intervenir en las salas de las colecciones permanentes de artistas como Hermann Scherer, Andy Warhol o Picasso representa para mí más que una fantasía curricular, es en verdad una gran responsabilidad.
La presencia de artistas latinoamericanos es bastante difusa en colecciones como la del Museo Ludwig, son escasos los artistas de los llamados “países periféricos o del tercer mundo” que han consolidado su presencia en los principales circuitos de arte internacional.
Considero que es más importante luchar desde nuestras trincheras por una posición digna y soberana que por una aprobación “no exotizante” en los epicentros del arte universal, ya que nuestras propias realidades han estado dictadas por el yugo colonial.
Todo lo “exotizado” corresponde al prejuicio de lo “no-blanco, no-europeo, no-civilizado” desde el punto de vista eurocentrista.
Finalmente, ¿considera que su obra artística está siendo parte de esa respuesta?
Tengo la dicha de que mi obra sea tomada en cuenta como parte de esa respuesta y que a su vez forme parte del cambio de paradigma que la institución busca. Cinco de mis piezas expuestas formarán parte de la colección permanente del Museo Ludwig, pero siempre con la mirada atenta a no ser instrumentalizado por intereses ajenos.
El artista
Pavel Aguilar estudió en la Escuela Nacional de Música, posteriormente participó en los proyectos de la Escuela Experimental de Arte en Tegucigalpa, Nómada 01 y Nómada 02 en 2011 y 2012, respectivamente. Ha presentado su obra en Nicaragua, Colombia, Argentina, Costa Rica, Venecia, Puerto Rico, México, Holanda, Alemania, entre otros países.
El autor
Carlos Lanza, sus ensayos se han divulgado en revistas nacionales e internacionales. Ha publicado varios libros sobre arte y literatura. Sus estudios han profundizado en los lenguajes o expresiones del arte moderno y contemporáneo hondureño. Con sus investigaciones se funda la crítica de arte profesional en el país.