Vivimos de actos fallidos

“Actos fallidos” está conformada por trece cuentos en los que la escritora y periodista salvadoreña Patricia Lovos expone el ir y venir de la vida

  • 03 de diciembre de 2024 a las 10:16
Vivimos de actos fallidos
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Tegucigalpa, Honduras.- Trece historias componen la colección de cuentos “Actos fallidos” (Editorial Sión, 2023) de la escritora salvadoreña Patricia Lovos, quien continúa construyendo una sólida propuesta narrativa con una voz fresca, pero aun más importante, propia.

El acto de fallar

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El nombre no engaña, la colección de cuentos es un repertorio de actos fallidos, fracasos humanos tan diversos en su tesitura, que mientras unos provocan risa los otros provocan reflexión e incluso llanto.

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Como sucedería en el drama griego, si es trágico o cómico depende de qué tanto poder tengan en sus manos los personajes para cambiar su destino.

Historias breves y agudas
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Esto en ocasiones puede coincidir con la vulnerabilidad del grupo social al que pertenece, por ejemplo, un niño o el conductor de un autobús.

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En “Reyes del hogar 2021” hay un acto fallido en el joven periodista que se encuentra en un aprieto puntual y en la conversación que sostiene, hay un acto fallido en la abuela, en la madre, en el niño y en quienes lo rodean e incluso en su futuro, dice la abuela: “A los quince años, quizás, me lo van a matar” (pág. 44).

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Todos esos actos se dan en diferentes niveles y por diferentes circunstancias.

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Hay fracasos aparentes y fracasos profundos, incluso en el mismo personaje, como en “Axel”, en el que un joven adulto intenta vender una lavadora y falla al respecto, pero ese es solamente el cascarón de lo que realmente le sucede. Ese, por ejemplo, es un cuento que se antoja muy gracioso, pero que en realidad es tristísimo.

Dulce hipérbole de los tiempos modernos

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Los personajes y las situaciones de “Actos fallidos” dan fe de una vida moderna que está expresada con una dulce hipérbole.

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Puede calificarse de esa manera (cuarta acepción del Diccionario de la Lengua Española: Grato, gustoso, apacible) porque si bien hay exageración y hasta cierta extravagancia en varios cuentos, la hipérbole está apenas tensada y con mucha gracia.

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Un buen ejemplo es el personaje femenino de “Ellos”, que genera una extraña relación con un gato enorme, tanto que afirma: “Me encargué de prepararle deliciosas viandas y dedicarme a su contemplación” (pág. 50), refiriéndose al extraño felino.

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Este cuento remite a los gatos, que sin que se note y con mucha naturalidad, reclaman como propios los espacios que han sido destinados para los humanos, y a su vez, el gato representa a los hippies que llegan a su casa; también recuerda la idolatría de la que gozan los felinos en los tiempos modernos, una excelente construcción de los símbolos. Divertidísimo, además

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“Capullo”, la historia de una fotógrafa enamorada de un alcalde, refleja la ruptura de los estereotipos respecto a los roles sociales en los tiempos modernos, hay una mujer que conduce un taxi y otra dispuesta a entregarle una rosa a un hombre y que procura invertir los roles: “Estaba un poco harta de llamar la atención con su espontaneidad impertinente, de que los hombres la vieran como una presa fácil, pero, ese día, la cazadora podría ser ella” (pág. 37).

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“¡Track, track!” es posiblemente el cuento más sentido de la colección, en el que el acto fallido no es el mismo para un par de chicas clasemedieras que se suben a cantar a un bus como experiencia de vida, que el de un conductor de buses condenado al asiento de su automotor.

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Hay algún dejo de ironía en este cuento: “Yo no supe qué decir, a pesar de mi vocación etnográfica, nunca había tenido contacto real con la violencia en mi país” (pág. 56).

Lenguaje

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A pesar de que “Actos fallidos” se construye con un lenguaje sencillo, directo y bastante breve, hay pasajes de un notable trabajo, rozando en algunos casos lo lírico.

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“Mateo”, por ejemplo, comienza así: “El niño tendría aproximadamente cinco años cuando comencé a escucharlo crecer” (pág. 25), en lo que remite a una sinestesia, pero no es un simple recurso retórico, sino que la historia se construye a partir de este “escucharlo crecer”.

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En “Ellos” se aprecia una suerte de epífora, los hippies después del reclamo siempre dicen “que ellos siempre habían estado allí” (pág. 48), produce un valioso efecto rítmico.

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Por otra parte, en “Reyes del hogar 2021” la conversación se siente muy salvadoreña: “¿Veá que por eso sos tan malcriado, vos?” (pág. 43), pero no solamente en la expresión del lenguaje, si no en el tipo de conversación: “Ah, es que como usted es medio chelito, pensé, que era de algún pueblo como Chalate [...] Charlamos un poco más sobre la estética de los salvadoreños” (pág. 42).

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¿Quién no ha tenido una conversación de este tipo?, haciendo generalizaciones solamente porque no tenemos nada específico de qué hablar.

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En definitiva, en esta colección de cuentos es posible reír con una pequeña lágrima en el ojo, después de todo, vivimos de actos fallidos.

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Josué R. Álvarez
Josué R. Álvarez
Escritor y docente

Autor de “Guillermo, el niño que hablaba con el mar”, “Instrucciones para un taxidermista” y “De la estirpe del cacao”. Ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Concurso de Cuentos Cortos Inéditos “Rafael Heliodoro Valle” y el Premio Nacional de Poesía Los Confines.

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