Siempre

Los rituales del asombro

En su nueva colección de cuentos, el narrador Kalton Brühl sigue explorando el mundo de lo fantástico y lo macabro
02.08.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Por su propio bien, le convenía haber preparado una buena historia (p. 64)

Los buenos autores siempre sorprenden.

Pueden, como Cervantes, contar la historia común de un viejo caballero trastornado que un día de tantos sale, acompañado de un escudero, a combatir manadas de ovejas.

O, como Wells, tejen el descabellado relato de un par de sujetos que inventan una pintura para hacer flotar objetos hasta otro planeta.

Historias sencillas o enloquecidas. No importa. Si son buenas, en algún momento nos asombrarán.

Kalton Brühl pertenece a esa estirpe de escritores que han hecho del asombro su modus operandi.

Lo demostró desde su primer libro, “La mente dividida” (2011), en el que un ser maligno se adueña de la voluntad de un adocenado profesor para convertirlo en un temible asesino.

En esa novela son asombrosos los chispeantes diálogos y el humor macabro que Brühl ha convertido en dos constantes de su narrativa, compuesta además por cerca de una docena de colecciones de relatos breves.

En su libro de cuentos más reciente, “Rituales”, publicado el año pasado por Casasola Editores, Brühl se mantiene fiel a su cometido de sorprendernos con veintiocho historias macabras que exploran el mundo de los monstruos, los espectros, los criminales y los niños malévolos.

Para asombrarnos, Brühl emplea todos los trucos imaginables.

Nos hace creer, por ejemplo, en el relato “Encuentros”, que un hogareño hombre de negocios está a punto de ayudar a un niño abandonado en una estación de trenes. Sin embargo, al final del cuento Brühl trastoca los papeles.

El apacible businessman se revela como un repugnante criminal y el niño, que parece ser su próxima víctima, se convierte en un espectro vengativo.

El hombre corriente se transforma en victimario y luego, en un giro irónico, en la víctima de un desquite de ultratumba.

Un giro parecido nos toma por sorpresa en “Hogar”.

Creemos estar ante el relato de una pelea conyugal cuando en realidad hemos estado leyendo todo el tiempo las andanzas de un asesino en serie que padece olvidos selectivos.

El engaño no es nada nuevo en la ficción. Es, de hecho, su principal característica porque nos hace creer que veintiséis letras del alfabeto, puestas sobre un número variable de páginas, pueden equivaler a episodios en la vida de varios seres humanos.

Si bien el engaño es la principal arma de un narrador de ficciones, para Brühl es un instrumento delicado como un bisturí que es imperativo usar con absoluta precisión.

En los relatos de “Rituales”, no deja nada al azar en su afán de sorprender al lector.

En el cuento “Audiencia”, por ejemplo, no es azaroso que el participante de un siniestro reality show aterrice como profesor en una escuela primaria.

Ese es sólo uno entre una serie de horrendos trabajos (“robo, chantaje, asesinato, incesto, bestialismo, música urbana”) que el pobre tipo tiene que hacer para seguir con vida.

Tampoco es casual que el narrador de “Las formas en las nubes” salga de día de campo con su mujer infiel. Sus verdaderas intenciones son otras e implican el uso de jeringas y sustancias peligrosas.

Incluso el orden de los cuentos en “Rituales” es producto de una meditada decisión de Brühl.

Comenzamos con una serie de relatos protagonizados por asesinos.

Luego, el libro deriva sutilmente hacia una sección dedicada a una galería de niños malignos que hará sonreír incómodamente a quienes, de jóvenes, vimos películas como “La mala semilla”, “La aldea de los malditos” y “El exorcista”.

Así es como “Rituales” cumple lo que todos esperamos de un buen libro. Nos sorprende con cuentos competentes que nos conducen por caminos inesperados.

Con su nueva colección de relatos, Brühl evita (al menos por ahora) el horrendo destino de Masterson, protagonista del relato “Una buena historia”, quien muere apedreado por no haber logrado mantener el interés de una tropa de diminutos críticos literarios.