TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Era 1988, los últimos años de la Guerra Fría y de Checoslovaquia como nación antes de su ruptura de terciopelo. Durante la década de los 80, los conflictos sociopolíticos hallaron un vertedero en el fervor futbolero, donde los cánticos de los hinchas se mezclaban con arengas antisistema.
Era la época en que los hooligans dominaban barrios, calles y graderías, cuando la masificación de la televisión tornó más populares a las estrellas del deporte rey y, por ende, las peleas dentro y fuera del campo trascendieron fronteras.
En ese contexto, un cineasta surrealista checo puso la mira en el fútbol.
El cine de Jan Švankmajer
La antigua Checoslovaquia fue cuna y musa de magos del cine como Jirí Trnka y Jan Švankmajer, demiurgos que mediante el stop-motion y una incesante creatividad dieron vida a personajes, historias y universos fascinantes.
Y aunque las restricciones temáticas impuestas por el socialismo durante la Guerra Fría limitaron sus propuestas, estos cineastas se las ingeniaron para evadir la censura y expresar metafóricamente lo prohibido.
Jan Švankmajer, nacido en 1934, desarrolló una filmografía alucinante compuesta en su mayor parte por cortometrajes de animación, que desarrolló entre 1964 y 1992. Con Neko Z Alenky (1988), la mejor adaptación al cine de “Alicia en el país de las maravillas”, se inicia en los largometrajes, entre los que se destaca otra adaptación literaria, “Faust”, de 1994. Su virtuosismo en el manejo de la animación utilizando piedras, huesos, ropa, utensilios de cocina, juguetes, herramientas, papel, madera y arcilla, además de marionetas, no es nada casual. Praga, la capital checa, es la meca tanto del teatro negro como del teatro de marionetas, estilos que Svankmajer ha usado magistralmente en su cine.
Este genio inigualable que influyó en Tim Burton, los hermanos Quay y Adam Jones (guitarrista de Tool y director de sus videos), sigue vigente y produciendo a sus 84 años. En 2018 estrenó su más reciente filme, “Insectos”.
La rudeza del juego en ridículo
Muzné Hry (“Juegos viriles”), su vigésimo corto animado, inicia como cualquier domingo en un entorno futbolero: una sala repleta de banderines, pósteres, fotos y souvenirs de clubes de fútbol -entre los que destaca el Sparta de Praga, el más laureado y popular de los checos- y un televidente que está listo con sus cervezas y snacks para disfrutar del partido de fútbol.
Pero este duelo de 11 contra 11 no lo ganará el que anote más goles, sino el que produzca más bajas en el equipo rival mediante “técnicas” inesperadas. Con esta premisa, y un montaje reiterativo y preciso, el filme retrata al fútbol como un burdo espectáculo circense, la algarabía del estadio moderno evoca a la del antiguo coliseo romano y los goles que celebran los aficionados -y que valida el árbitro- son las muertes absurdas de los jugadores.
Nuestro protagonista televidente es tan suertudo que el juego le cae a domicilio: un pelotazo que salió del estadio ingresó por su ventana y propicia que jugadores y árbitro entren a su apartamento a continuar las acciones de estos “juegos viriles”.
Checoslovaquia ya no existe, pero los checos seguirán sintiéndose orgullosos de su filmografía y la mayoría seguimos disfrutando del fútbol por TV y con una refrescante cerveza pilsner.