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Yerin Florissel

14.02.2015

Este relato narra un caso real. Se han cambiado algunos nombres. Se omiten algunos detalles para no dañar la investigación.

RESUMEN DE LA PRIMERA PARTE

La tarde del sábado 1 de febrero de dos mil catorce, los bomberos recogieron a una muchacha desconocida que estaba desmayada en la calle frente a Químicas Dinant. Tenía una herida larga y delgada en la cabeza, por la que sangraba abundantemente. En el Hospital Escuela operan a la muchacha de la cabeza pero muere a los dos días sin recuperar el conocimiento. Ese mismo día, una muchacha que sale de su casa a buscar trabajo desaparece. Su familia empieza a buscarla tres días después. La encuentran en la morgue. Se llama Yerin Florissel Arriaza. Y su muerte es un misterio. En el informe de la autopsia dice: “Causa de muerte: Desconocida”. En la DNIC dicen: “Está en investigación”. Pero hay alguien que quiere saber la verdad… ¿Qué pasó realmente con Yerin Florissel? ¿Se cayó del bus, realmente? En algún lugar alguien saber la verdad… y algo más.

+ Leer: Yerin Florissel (Primera parte)

TUMBA. Cuatro días después de venir de El Paraíso de traer los documentos que necesitaba para conseguir el trabajo que le ofrecieron en una tienda, Yerin Florissel, de veintidós años, estaba muerta. La enterraron en una tumba sencilla, entre las lágrimas y el dolor de quienes tanto la quisieron. Nadie supo de qué murió. Nadie sabía cómo murió. Pero, más triste todavía, nadie sabía por qué murió.

LA DNIC. Elmer y Zambrano son dos de los detectives más antiguos de la Dirección Nacional de Investigación Criminal, DNIC, y son dos de los mejores investigadores de homicidios que hay. Forman parte del equipo que investiga la muerte de mujeres, y tomaron el caso. Pero, poco a poco, una nube negra fue cubriendo la muerte de Yerin, y el tiempo empezó a caer sobre el caso como una lápida.

“¿Qué sabe sobre el caso?”

Esta era la pregunta que más veces ha repetido en su vida Estela, que quiso a Yerin como si hubiera sido su propia hija, pero la respuesta era la misma:

“No tenemos nada claro todavía. Estamos investigando”.

“Yo quiero saber detalles de la muerte de Yerin”.

“Lo que le hemos dicho es lo que sabemos… Lo demás está en investigación”.

“Ya sé que la recogieron los bomberos del estadio. Eso me lo dijeron en el Hospital Escuela. En la morgue me dijeron que la llevaron del hospital, que la habían operado y que murió dos días después de la operación.”

“Sí, así fue”.

“Estaba en coma y murió sin recuperar el conocimiento”.

“La llevaron a la morgue como desconocida”.

“Allí la encontramos, al tercer día de desaparecida. En la cabeza tenía una herida recta y la herida estaba costurada…”

“Los puntos de la costura de la operación”.

“Los bomberos dicen que tenía una herida recta y larga en la cabeza, una herida delgada que, a lo mejor era profunda, porque sangraba bastante…”

“Sí, ese es el informe de los bomberos”.

“¿Qué más saben? Yo tengo algunos datos que podrían servir…”.

DOLOR. El dolor es, a veces, un estímulo poderoso, y Estela se sumó a la investigación con esa pasión que nace solo del amor a su sobrina muerta y a su deseo de que se le haga justicia.

De la morgue fue al hospital. Allí le dijeron que los bomberos llevaron a Yerin el sábado en la tarde. El informe de la operación no da muchos detalles. La herida era profunda y tenía lesiones en el cerebro.

“¿La herida se le hizo cuando se cayó del bus?”

“Es imposible. Tenía golpes en la cara, en la boca y la nariz y una contusión en la frente, las que pudieron producirse al golpear contra el pavimento. Creemos que fue una caída violenta y que el golpe fue fuerte, pero estamos seguros de que la herida no se produjo en la caída”.

“¿Cómo era la herida?”

“Larga, quizás de unas seis u ocho pulgadas, delgada…”

“¿Con qué cree usted que se la hicieron? ¿Con un garrote, con un tubo?”

“Era una herida delgada… Seguramente la produjo un cuchillo pesado, como un yatagán, o un machete… No estoy seguro, y lo que le estoy diciendo es para ayudarle. No quiero que mencione mi nombre… Solo quiero ayudar…”

“No se preocupe. Se lo agradezco. “¿Y la operaron?”

“Pero no resistió”.

MISTERIO. Los detectives tenían una hipótesis. Pero no aclaraba mucho las cosas. Estela estaba decidida a seguir adelante.

Yerin salió de la casa a las tres y cuarenta y cinco; diecinueve minutos después, una llamada le avisó a los bomberos que una muchacha estaba tirada en el pavimento frente a Químicas Dinant. Era Yerin. ¿Cómo llegó tan rápido a aquel lugar?

Para llegar a la estación de buses de la colonia Villa Nueva, donde vivía con su tía Marlen, Yerin debió invertir unos cinco minutos. Quedaban catorce para las cuatro y cuatro, la hora de la llamada a los bomberos. ¿Cómo llegó tan rápido desde la Villa Nueva hasta el estadio? Había algo más.

ESTELA. Después de visitar todas las estaciones, llegó a la estación del estadio.

“¿Usted me puede ayudar, por favor?”

“Dígame. La información que le dimos es todo lo que tenemos”.

“A ustedes les avisaron que estaba la muchacha tirada en la calle, ¿verdad?”

“Sí”.

“¿Tiene el número del teléfono del que los llamaron?”

Estela salió de la estación de bomberos con una esperanza, y con un número de celular. Con la boca reseca, el miedo en las venas y la angustia mordiéndole el corazón, Estela marcó el número. Le contestó un hombre. Cuando se identificó, le dijo:

“Señor, yo quisiera saber si usted vio algo más…”

“Mire, señora –le dijo el hombre–, yo venía en un taxi para el centro, y veníamos detrás del bus. Cuando le íbamos a pasar por la derecha, el bus nos cerró el paso, y el taxista bajó la velocidad… El bus medio se detuvo y vi que una muchacha salía por la puerta y se estrelló en el pavimento”.

“Perdone, señor, ¿la muchacha se cayó del bus o la tiraron?”

“Mire, señor, yo no quiero problemas; yo solo llamé a los bomberos por si podían hacer algo para ayudarle a la muchacha…”

“Yo lo entiendo…, pero le suplico que me ayude… Queremos saber qué fue lo que pasó con Yerin…”

“Mire…, a la muchacha la tiraron del bus…”

Cuando Estela volvió al Cuerpo de Bomberos, confirmó las palabras del hombre.

“Sí, él dijo que vio que de un bus tiraron a una muchacha…”

Era un elemento más claro. A Yerin la tiraron del bus, no se cayó. Pero, ¿por qué? ¿Qué había pasado? ¿Quién tiró a Yerin del bus?

EL BUS. El hombre cortó la llamada. Aunque había sido amable y comprensivo, se notaba que no quería decir nada más. Estela estaba agradecida con él, pero sabía que no le había hecho todas las preguntas que tenía en mente. Entonces lo llamó de nuevo, pero no le contestó. Ni le contestó las siguientes cien llamadas que le hizo en los siguientes meses. Pero un día, le respondió. Estaba molesto.

“¡Dígame qué quiere, señora!”

“Perdóneme, por favor, solo quiero preguntarle algo más. Le prometo que no lo vuelvo a molestar”.

“Dígame”.

Era una voz hostil.

“¿Verdad que usted vio bien el bus del que tiraron a Yerin? ¿Verdad que usted vio la placa?”

El hombre se quedó callado por largos segundos, Estela oía su respiración agitada y se lo imaginó pensando, con los dientes apretados y, tal vez, viendo para todos lados, con miedo y con cólera, una combinación rara que solo se dio en la imaginación de Estela. Pero, al final, el hombre contestó:

“El bus es pequeño, el color es… XX encendido, con una raya XX alrededor, ancha; en la parte de atrás dice: COLEGIO CRISTIANO…, y la placa es AAS… Ya le dije todo, señora, y por favor, no me vuelva a llamar”.

Estela regresó a la DNIC.

Pero el tiempo pasó.

INVESTIGACIÓN. En septiembre de dos mil catorce, en una caja de cartón, en el barrio La Bolsa, encontraron a una muchacha muerta; la habían estrangulado. Entonces, una mujer llegó a la DNIC a decirles a los detectives algo que había visto una noche antes.

“Yo venía de trabajar –dijo–, eran más de las once de la noche y estaba lloviendo. Tengo un taxista que nos trae del trabajo. Al llegar cerca de mi colonia hay una curva. Allí es oscuro. Cuando el taxi se acercó alumbró a un hombre que estaba pegándole a una muchacha, la agarró del cuello y la tiró al suelo, y allí la ahorcó… Yo le vi bien la cara a la muchacha. Es esta que sale en el periódico hoy, la que hallaron en una caja de televisor en el barrio La Bolsa…”

Los detectives estaban sorprendidos.

“¿Qué es usted de la muchacha?”

“Nada”.

“¿Está segura que es ella?”

Los detectives señalaron las fotografías del periódico.

“Sí, estoy segura. La vi bien porque la luz del taxi le dio de lleno. El taxi se detuvo un poquito detrás del bus porque no podía pasar porque casi ocupada más de la mitad de la calle… Estaba lloviendo, el bus tenía las luces encendidas y adentro estaban dos hombres más, dos jóvenes, por la forma de las sombras… pero no estaba el chofer. Pienso que era el que estaba atacando a la mujer”.

“Y, ¿usted vio al hombre, al que estaba atacando a esta mujer?”

“Sí”.

“¿Puede describirlo?”

“Es bajo, pelo negro, cortado bajo y parado, andaba una camiseta azul con letras al frente y un pantalón jean, es trigueño y, perdone la comparación, es medio aindiado”.

“¿Y el bus? ¿Recuerda algo del bus?”

“Sí, El bus es pequeño, el color es… XX encendido, con una raya XX alrededor, ancha; en la parte de atrás dice: COLEGIO CRISTIANO…, y la placa es AAS…”.

“¿Vio la placa?”

“No, eso no… Estaba oscuro y estaba lloviendo… Pero lo que vi lo vi bien porque la luz del taxi los alumbró. Nos fuimos de allí como pudimos… porque nos dio miedo. Pero yo vine a decirles esto porque vi cuando estaban ahorcando a esta muchacha…”

TESTIGO. Marvin es joven, de veintiún años, vive en la colonia Los Pinos, aunque ahorita está en la Penitenciaría de Varones de Támara, acusado de tráfico de marihuana. Quiere hacer un trato con el fiscal.

“Yo venía en el bus cuando levantamos a la chava del estadio” –dice.

“¿A Yerin Arriaza?”

“No sé cómo se llamaba… Pero es la que levantamos en la Villa Nueva… Venía bajando a la pollera, a la salida de la colonia, y uno de los chavos le dijo: centro, centro, y ella se subió. Al nomás salir a la carretera, un man la empezó a tocar y la quiso besar, le pusieron un puñal y la desnudaron, pero ella se resistió, entonces, cuando pasamos por Televicentro la acostaron en el piso y le taparon la boca, porque habían unos policías en una moto, parados, pero ella mordió al que la tenía apretada… Por el supermercado La Colonia uno le dio con un machetito pequeño en la cabeza y ella se desmayó, y empezó a sangrar… El chofer aceleró y cuando llegamos frente a Químicas Dinant, la tiraron a la calle… Yo venía en la parte de atrás, vi cuando abrieron la puerta del bus y la tiraron. La muchacha iba sin pantalón y solo con un zapato. Las cosas de ella se quedaron en el bus. Yo vi para atrás y vi que casi le cae el bus a un taxi… Yo sé que los que venían en el taxi vieron lo que pasó… pero yo no dije nada… Yo no tuve que ver nada con la chava… Ni tengo nada que ver con las otras que han matado… Yo solo me moteo, me fumo la mota, marihuana, usted sabe… y ando en el bus porque me alivianaban los chavos, con comida y con mota…”

“¿Por qué está aquí, preso?”

“Me agarró la jura con marihuana… Pero la compré para mi consumo… Yo no vendo… Pero me metieron aquí… Yo creo que voy a salir…”

Usted dice: las otras que han matado. ¿A quienes más han matado?”

“Mire, a una chava la estranguló un man por el anillo, eso fue en septiembre, en la noche, como a las once… La bajó del bus y la ahorcó… Después la metieron en una caja y la fueron a botar… Yo me bajé en la Kennedy, y no sé dónde la dejaron… Después vi que era allá por El Prado, atrás…”

“¿Hay otra mujer? ¿Han matado a más mujeres? Usted dijo…”

“Sí, hay otras… Una chava que salía de una fiesta la fueron a tirar allá por Los Laureles, por la represa, a otra en la subida a la Cerro Grande… Son más, pero yo quiero ser testigo protegido y que me saquen de aquí… Cuando salga me voy a ir para los ‘Yunái’, de mojado… Esos menes me pueden pelar…”.

JOSÉ. Tiene veintidós años, andaba en el bus el día que ‘levantaron a la chava de la Villa Nueva’.

“El Flaco la quería violar –dice–, era una chava fina y bonita, pero no salieron las cosas como otras veces y la chava se defendió, y ‘El Mosca’ le pegó un machetazo en la cabeza cuando se quiso sentar… La tenían en el piso… Allí se desmayó la chava y la tiramos del bus allá por el estadio… Si la Fiscalía me ayuda yo les doy todo porque no quiero andar en esa vida… Esos manes son peligrosos… Les gusta matar mujeres cuando andan bien cruzados…”

“¿Cómo es el bus en el que caminan?”

“Usted sabe, es este, de la fotografía…”

“¿Para dónde trabajan?”

“Mire, es brujito, pero llenamos en la Universidad… Allí damos una feria y nos dejan trabajar…”

“¿Quién lo maneja? ¿Quiénes andan en el bus?”.

ROCK. La DNIC descartó al novio como principal sospechoso de la muerte de Yerin, aunque, en realidad, no tenían nada para acusarlo. El muchacho dijo que Yerin lo llamó a eso de las tres y media del sábado primero de febrero para invitarlo a un concierto de rock, y quedaron de verse en el centro, en el Parque Central. Yerin nunca llegó. Y no contestó las llamadas.

“Yo le dije que tuviera cuidado, que esos conciertos son peligrosos, por alguna gente que llega, y que yo la iba a acompañar… Yerin tenía unas semanas de vivir en Tegus… Vino a buscar trabajo… y solo vino a encontrar la muerte… Yo le digo a Juan Orlando que si quiere quedarse como presidente toda la vida, pues que le dé seguridad a Honduras, porque ya no se aguanta tanto crimen y nadie hace nada, nadie puede hacer nada… Tal vez si llegara la rectora… Pero nosotros estamos sin defensa de nada, solos, amenazados por los delincuentes, y estos que mataron a Yerin siguen en la calle, campantes, haciendo más daño… Ojalá que el general Osorio de la DIC les metiera presión a los detectives porque este caso está casi resuelto… Para que le hagan

justicia a Yerin… Nos íbamos a casar”.

NOTA. Estela está molesta con su hermana porque avisó tarde de la desaparición de Yerin. Está molesta con la DNIC porque teniendo el caso casi resuelto siguen esperando… Está molesta con el general Félix Villanueva porque “solo pasa en reuniones y nunca le contesta el teléfono ni la ha atendido a pesar de que ha ido a calentar las bancas de Casamata”, y está molesta con Juan Orlando porque “no le ha contestado las cartas que le ha mandado para pedirle una cita porque quiere rogarle, suplicarle, solicitarle en el nombre de Dios, o del diablo si él quiere, que ordene que le ayuden a resolver el caso de Yerin”.

“Él es el presidente –dice Estela–, y yo todavía confío en él… pero tiene alrededor una gentecita que parece que lo acaparan solo para ellos y uno ni se le puede acercar… Yo lo que quiero es justicia para Yerin Florissel, el caso está casi resuelto… Yo misma he visto el bus cargando gente en la Universidad, y se me ponen los pelos de punta… Todos los días me duele el corazón por lo que le hicieron a mi sobrina y yo sé que ella no va a descansar en paz hasta que le hagan justicia, y por eso quiero hablar con Juan Orlando… Dios quiera que los asesinos de Yerin y de todas esas muchachas inocentes paguen en la cárcel… Yo quiero justicia, no venganza… ¡Qué lástima que vengarse sea tan fácil…, solo es contratar a cierta gente! Pero qué difícil es que le hagan justicia a uno en Honduras… Lástima”.

¿Cuántas muchachas más morirán a manos de estos asesinos en serie dentro de ese bus? ¡Ni una más! ¡General Villanueva…, escuche a Estela! ¡General Osorio, usted ha hecho un excelente trabajo en la DNIC, ayúdenle a esta mujer que busca justicia! ¡Señor Presidente, el pueblo no puede ni debe seguir gritando “¡Auxilio!”… Demuestre que usted es un hombre que cumple promesas… EL HERALDO acaba de desnudar una red de asesinos de fetos, de criminales abortistas… Todos estamos haciendo nuestra parte… Recuerde, señor, que los buenos somos más, y escuche los gritos de Yerin, de la muchacha de la caja del barrio La Bolsa, de la del Chiverito, de la de Los Laureles, de la de El Tablón… ¡esos gritos que claman justicia desde la tumba! Y usted tiene todo el poder para que esas mujeres inocentes descansen en paz…