Tegucigalpa, Honduras
La Policía y la Fiscalía sostienen en los juzgados que la muerte de Carlos Collier fue un homicidio; mientras que la escena del crimen revela un suicidio, según expertos en investigación.
Determinar lo que realmente sucedió será un verdadero desafío para la justicia. Por este caso, los jóvenes James O’Connor; Elías Chaín; Carlos Alvarenga, alias “Susano”; José Carlos Zamora y Olga López (quienes al momento del suceso andaban con Collier) guardan prisión, uno señalado por el delito de homicidio y los otros cuatro como cómplices.
Actualmente, el juicio se desarrolla entre las exigencias de una madre que clama justicia, el silencio del padre de la víctima, la reserva de una Fiscalía y las demandas de los defensores que exigen se les facilite los resultados de las pruebas que se enviaron a los diferentes laboratorios.
En los casos confusos, las pruebas periciales juegan un papel importante para armar el rompecabezas y establecer con precisión qué fue lo que pasó.
Mientras los investigadores de la Policía y la Fiscalía sostienen que Susano es responsable del homicidio, en el expediente judicial no se ha acreditado una prueba científica contundente.
Lo único que se encuentra registrado son los testimonios de los involucrados donde uno mencionó un forcejeo entre Collier y Susano, mientras que otro escuchó nada más una discusión.
Por esta situación, los defensores privados están pidiendo que el Ministerio Público les dé acceso a los resultados de la prueba de absorción atómica realizada, cuyo análisis permitirá saber si se encontraron restos de pólvora en las manos de la víctima y de los cinco involucrados.
Asimismo reclaman lo que arrojaron los vaciados telefónicos, la prueba balística y la de luminol, que sirve para detectar rastros de sangre.
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Escena del crimen
Para los expertos en escena del crimen, que pidieron no ser identificados, esta siempre cuenta lo que verdaderamente sucedió, si no se ha manipulado.
La ubicación y estudio de los disparos en la víctima, el sitio donde ocurrió, la trayectoria de las balas, las perforaciones encontradas, los rastros de sangre, las cápsulas de los proyectiles u otra pequeña evidencia en el lugar son fundamentales para aclarar si se trató de un homicidio o de un suicidio, coincidieron.
En el caso de Collier, al momento de la inspección en el interior del carro donde supuestamente ocurrió el suceso, se encontraron cinco perforaciones, tres en el techo, una en el vidrio trasero y otra entre el cierre del vidrio de la puerta derecha y el techo que no traspasó.
Asimismo, en el piso del carro se encontraron cuatro casquillos de bala, y un quinto estaba entre la palanca de emergencia del vehículo. En el piso de la parte lateral derecha se detectó una bala semideformada y con huellas de sangre.
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De igual manera, en el asiento del pasajero, de la parte lateral izquierda, donde según las descripciones iba Collier, se encontraron huellas de sangre.
Al estudiar la posición de la víctima, los dos disparos en el lado izquierdo de su cabeza, la mano que más manejaba y comparar esos datos con las perforaciones en el carro, los investigadores le apuestan más al suicidio.
A pesar de que los involucrados hablan de un forcejeo o de una discusión entre “Susano” y Collier, a los expertos les resulta imposible que a la víctima, por la trayectoria que siguieron los proyectiles- le hayan disparado desde su lado derecho.
Consideran que Collier fue víctima de la mala manipulación de una pistola cuyo percutor posiblemente habría sido modificado para que disparara en ráfaga.
Los primeros tres disparos pegaron en el techo, mientras que al intentar controlar el arma con apoyo de su mano derecha no lo logró y dos disparos impactaron en su cabeza, uno en la cara y otro en la parte de atrás de la oreja.
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El arma
Los investigadores sostienen que en este tipo de hechos el arma es pieza clave para aclarar lo sucedido. Solo con ella se puede establecer con precisión la distancia en que se disparó, tomando como punto de partida el área del tatuaje de pólvora que quedó en la piel de la víctima.
Igual, se podría comprobar la historia del arma, si se le había modificado el selector de disparo.
Siete meses después, la Policía no ha encontrado la pistola, lo que pone en entredicho la capacidad investigativa del Estado para aclarar este tipo de sucesos confusos, donde está de por medio la deteriorada imagen de la justicia, la muerte de una persona y la culpabilidad o inocencia de otros jóvenes.
Una pregunta que se hacen los investigadores es por qué el Ministerio Público no ha llamado a declarar al padre de la víctima, ya que se maneja que él sabría donde está la pistola.
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