Eran las 6:25 de la noche del pasado lunes, cuando el estudiante del Instituto Central Vicente Cáceres (ICVC), Olman Adalid Castillo, se comunicó por última vez con su familia, desde el cautiverio donde lo mantenían las personas que le quitaron la vida.
-“Aló, ¿dónde estás?, ¿estás bien?, ¿habla, te hicieron algo?”
-“Estoy bien, ya voy para la casa, tranquilos que ya voy para allá”
Ese fue el último cruce de palabras entre Olman y uno de sus familiares el día lunes. A este, sus secuestradores y verdugos, le habían concedido una llamada para que se comunicara con su familia, después de que le prometieron perdonarle la vida, pero eso no fue así: la historia ya todos la saben.
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De acuerdo a las informaciones, al estudiante lo interceptó un pandillero en el portón principal del Instituto Central Vicente Cáceres, quien le dijo: “Ocupamos hablar con vos, en la esquina te vamos a esperar”, a lo que Castillo aceptó, sin imaginar que era una trampa mortal.
Unos minutos antes de que el joven asistiera a la cita con los pandilleros, le rogó a uno de sus amigos que se comunicara con su familia y que le informara: “Deciles que me llevan”, ahí fue cuando sus parientes se enteraron que el chico estaba en poder de un grupo criminal.
Asimismo, las misma fuente aseguró que, en la misma comunicación con sus familiares, Castillo les pidió que le dijeran a su progenitor que lo fuera a recoger. “Decile a mi papá que venga a traerme, ahorita voy para abajo. En 10 minutos estoy donde siempre”.
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Seguidamente les dio más palabras de esperanza: “Estoy bien ombe, tranquilos, que lleguen a traerme”, no obstante, su aparición no sucedió y sus familiares comenzaron una larga noche de búsqueda, hasta encontrarlo sin vida en un solar baldío de la colonia La Esperanza de la capital de Honduras.
El cadáver del centralista estaba completamente desnudo y metido en un saco. Sus pertenecías fueron encontradas a unos cuantos metros de donde fue lanzado por sus asesinos, quienes aparentemente son miembros de la pandilla 18.
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