TEGUCIGALPA, HONDURAS
Mamá y papá son expresiones que los progenitores de las hermosas siamesas no podrán escuchar de ellas. Tampoco las verán gatear ni pararse ni correr.
El pequeño corazón que mantenía con vida a María Fernanda y María José, que nacieron unidas, no resistió y perdió la batalla.
La llama de la esperanza que se mantenía encendida en la sala del Servicio de Recién Nacidos del Hospital Escuela Universitario (HEU) se apagó el martes a las 3:00 de la madrugada. Ademas de ser siamesas compartían un solo corazón y un solo hígado.
En la dura batalla entre la vida y la muerte, el corazón de las bebés latió con fuerza durante más de un mes para que ellas lograran sobrevivir.
Sin embargo, el corazón presentó una falla debido a que tenían una malformación en su órgano vital.
Las pequeñas llegaron al mundo el pasado 5 de junio en el HEU. Por su condición, necesitaban estar conectadas a suministros de oxígeno para vivir.
“Ellas compartían un corazón con un defecto muy complejo, el cual intentamos investigar y estudiar un poco más para tratarlo, pero desafortunadamente no se encontró una alternativa”, expresó Armando Flores, jefe del Servicio de Recién Nacidos del hospital.
La familia de las pequeñas esperaba conocerlas hoy con vida porque les iban a dar el alta e iban ser trasladadas hacia su lugar de origen. No obstante, el corazón de ellas no lo permitió, ahora recibirán sus cuerpos sin vida.
“Con el fin de darles calidad de vida queríamos enviarlas a su casa para que las acompañaran sus familiares allá, pero no nos dio oportunidad”, dijo Flores. La familia es originaria del municipio de Sonaguera, en el departamento de Colón.
Agradecimiento
Pese al dolor que sumergió a la madre de las niñas, le dio gracias a Dios porque les permitió conocerlas.
“Dios bendiga a mis niñas, a mis angelitos, le agradezco los días que me las prestó y agradezco también a los médicos que hicieron todo lo posible para mantenerlas con vida”, exclamó la joven madre Jennifer Martínez.