Sucesos

Secuestros virtuales, un lucrativo negocio desde la cárcel

En Perú, la práctica estuvo en boga hace algunos años, mientras que en países como México y Colombia sigue desarrollando de una forma habitual.

22.08.2016

Santigo, Chile
'¡Mamá, mamá me asaltaron!', grita una voz desesperada al otro lado del teléfono. Cada vez más frecuente recibir una llamada telefónica de este tipo, sobre todo en medio de la noche. Son los denominados secuestros virtuales.

Los llamados se realizan normalmente de madrugada, jugando con el factor sorpresa y aumentando la sensación de angustia al escuchar gritos y llantos desde el otro lado del teléfono cuando no sabes dónde se encuentra el familiar supuestamente retenido.

'¡Tienen pistolas mamá, sálvame!', continúa la mujer con un llanto desgarrador al otro lado del teléfono, tratando de convencer a quien contesta que el que está siendo asaltado es su propio hijo o hija.

Y cuando lo logran, comienzan a dar instrucciones para concretar finalmente el rescate por el supuesto secuestro y donde depositarlo. Aceptan incluso transferencias bancarias.

La simulación puede también tomar forma de un embargo judicial, un grave accidente de tránsito o la obtención de un millonario premio. Las víctimas preferidas son las empleadas domésticas y los ancianos pero cualquiera puede caer en el engaño.

La mayoría de las veces son orquestados desde las cárceles de Chile, Argentina, México o Colombia, aunque es un fenómeno generalizado en toda la región.

Y los destinatarios de la llamada de socorro no están siempre en el país. En España, la Guardia Civil alertó recientemente de una nueva oleada de llamadas desde cárceles de Chile simulando el secuestro de un familiar.

Los autores simplemente se sirven de la guía telefónica y de la facilidad para imitar el acento español para tratar de 'vender' a su interlocutor al otro lado del hilo y del océano, el supuesto secuestro de algún familiar cercano desde alguna cárcel de Chile.

- 'Dinero fácil y sin riesgos' -

En 2015, la policía española logró identificar a 14 personas que realizaban estas llamadas desde las cárceles chilenas de Colina I y Colina II, las más pobladas y peligrosos del país.

Durante este año, la Fiscalía Centro-Norte de Chile logró identificar a 19 reos implicados en las estafas telefónicas en España, de los cuales, ocho ya fueron imputados. En tanto, las víctimas suman más de 500.

Según la prensa española, con datos de la Policía de ese país, se pagaron 32.000 euros en España entre 2015 y 2016 por estas extorsiones.

En Chile, las cifras por las extorsiones son difíciles de contabilizar, indicó a la AFP la Fiscalía chilena.

Para la fiscal a cargo la investigación en Chile, Macarena Caña, estos casos han tenido gran repercusión en España pues se trata de 'una sociedad que vivió experiencias de secuestros, como ocurrió años atrás con la ETA'.

Los montajes son preparados por bandas especializadas de reos chilenos, en conjunto con cómplices que se encuentran fuera de las penitenciarías.

'El delito ha evolucionado en Chile y todo el mundo gracias a los celulares y el internet', cuya prohibición de uso es burlada por los presidiarios, explicó a la AFP Oscar Benavides, director de la Asociación de Funcionarios Penitenciarios de Chile.

Para disminuir su uso, se han instalado antenas para bloquear la señal de los teléfonos y se incrementaron sus rondas destinadas a requisar los aparatos, pero las acciones no han sido suficientes. Los internos se las ingenian para seguir contando con los aparatos ya que ven esta actividad como 'un trabajo'.

'Estos reos que no pueden tener un trabajo o una remuneración tienen que seguir manteniendo a sus familias y lo hacen de la única forma que conocen', afirmó Benavides.

En Argentina, hasta abril de este año se contabilizaban 196 denuncias aunque la mayoría de las víctimas no avisan del suceso, de acuerdo a las autoridades de ese país.

'Es un delito que deja plata fácil y sin riesgos', explicó el fiscal federal Horacio Azzolín, de la Comisión de Secuestros Virtuales de la Procuración de Argentina, donde los delincuentes operan de la misma forma que en Chile.

En Perú, la práctica estuvo en boga hace algunos años, mientras que en países como México y Colombia sigue desarrollando de una forma habitual.