TEGUCIGALPA, HONDURAS.-Más de 22 años como empleado del Hospital Escuela y murió sin asistencia médica, apenas con un tratamiento de acetaminofén y esperando el resultado de una prueba de Covid-19 que se había realizado desde hace una semana pero que nunca llegó.
Todo apunta a que el microbiólogo Julio César Licona perdió la batalla contra el coronavirus tras haberle entregado casi la mitad de su existencia al sistema de salud y hoy es recordado como un héroe víctima de la temida enfermedad.
“Me siento un poco mal, mañana hablamos si Dios quiere, se me está descargando el celular”, fueron las últimas palabras que Licona pudo decirle a su familia.
El lunes el cuerpo sin vida del doctor fue encontrado en su apartamento en el barrio El Bosque, donde responsablemente cumplía una cuarentena por ser sospechosos de portar el virus.
Ever Licona, sobrino de la víctima, confió a EL HERALDO que su tío comenzó con síntomas cuando aún estaba laborando, hace poco más de una semana.
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Alegre, educado, respetuoso y muy querido, el doctor se sometió a una prueba para verificar si era portador del Covid-19, su contacto en la primera línea de la enfermedad como microbiólogo lo ponía bajo sospecha. Inmediatamente alertó a su familia que no recibiría visitas.
El 25 de mayo Licona se realizó la prueba PCR, pese a ser muy conocido y colega de profesión el resultado de la prueba por parte del Laboratorio de Virología no llegó. “Se perdió la prueba del covid-19, nunca recibió asistencia médica de las autoridades ni del Hospital Escuela ni de las demás, mi tío estuvo como una semana enfermo”, lamento su familiar.
Sumido en la soledad, el doctor comenzó con un tratamiento de acetaminofen, “el día que murió la prueba se iba a entregar, pasaron cinco días y la prueba no apareció, en esos días se complicó”.
Preocupados, sus familiares le hablaron todos los días, él simplemente les pidió que no lo visitaran, pues no deseaba ponerlos en peligro. “Le pregunté: ¿Tío, qué va a pasar con el Hospital Escuela?, ¿qué pasa que sus jefes no movilizan a nadie? Me dijo: Estoy esperando que vengan... Lamentablemente estas son las autoridades que tenemos”.
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El lunes la vida de Licona se esfumó entre cuatro paredes, por la mañana y ante la incertidumbre de no saber nada de él, sus hermanos fueron a buscarlo a su apartamento, “teníamos esperanzas que se había movilizado al hospital pero no, al llegar la Policía, entraron... ya había muerto”.
El calvario para esta familia no terminó ahí, pues con el cuerpo sin vida en el apartamento, las autoridades se comenzaron a tirar la pelota sobre a quién en realidad le correspondía hacer el levantamiento, en ese inescrupuloso juego pasaron más de 24 horas.
“Él estuvo un día completo muerto, las autoridades fallaron otra vez, primero era que iba venir Medicina Forense, pero ellos dijeron que no, que iba ser Copeco, dijeron que no, que Sinager, ahí vimos la realidad deplorable en el país”, lamentó el joven.
Licona, padre de cinco hijos y empleado ejemplar, fue embolsado por sus propios familiares, pues las autoridades no lo hicieron. El cuerpo del microbiólogo no pudo ser velado por su condición de sospechoso de covid-19, aunque la prueba nunca apareció.
Fue sepultado en un cementerio de la capital con la presencia de sus seres más amados.
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