Tegucigalpa, Honduras
La autenticidad de la estatua de Francisco Morazán en el parque Central de Tegucigalpa quizá es un tema que levante más revuelo que su pésima conservación.
El rumor se propagó debido al laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien afirmó que “el monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney, comprada en París en un depósito de esculturas usadas”.
Sin la rigurosidad de la investigación, pero con el delirio que desatan las palabras de Gabo, esta afirmación se difundió a lo ancho de Honduras y la identidad del monumento se puso en duda.
Para contrarrestar la leyenda negra, el escritor Rafael Leiva Vivas realizó una investigación exhaustiva en París, Francia, donde se encargó la elaboración de la estatua de bronce.
Vivas comprobó la autenticidad de la imagen por medio de la revisión de archivos diplomáticos y consultas con escultores franceses, lo que plasmó en el libro 'La Estatua de Morazán' (2005) para desvirtuar en la opinión pública las dudas.
Además que la escultura aparece registrada en el libro “Ediciones de Obras de Principales Artistas” de la Casa Thiebaut Hermanos, sus detalles responden a los mismos descritos en la contrata que ordena la confección de la escultura ecuestre y firmada por Ramón Rosa en 1882.
Destaca el pedestal y la estatua de bronce del prócer hondureño sobre un caballo, así como las lápidas e inscripciones de palabras de homenaje a él y sus combates, la réplica de la batalla de la Trinidad y el escudo de la Federación Centroamericana.
Se determinó que Morazán llevara un uniforme de General de División en Campaña, aunque nunca vistió tal indumentaria. En toda la imagen aparecen varios escudos, pequeños y grandes, de las repúblicas del itsmo.
A pesar de estas características, que en el libro son más detallistas, todavía hay muchos ciudadanos que no creen en la autenticidad del monumento, pero a estas alturas debería importar más el deterioro y la sustracción de sus piezas, como los festones de laurel bañados en bronce.