Tegucigalpa

El joven Óscar Osorio recibió una silla de ruedas para calmar su dolor

El doctor Elvis Leonel Guillén es el ángel que ayudó y fue hasta la casa del joven para entregarle él mismo la silla de rueda que cambiará la vida de Óscar
21.08.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Óscar Samuel Osorio, un joven de 17 años, nació con limitaciones físicas en la remota comunidad de Las Delicias, San Marcos de Colón, Choluteca.

Su única forma de moverse era una silla artesanal de madera que, con el tiempo, se volvió demasiado pequeña para su cuerpo en crecimiento.

Cada día, los clavos y la madera deteriorada laceraban su piel, añadiendo sufrimiento a su difícil situación. Sin embargo, su vida cambió de forma inesperada gracias a un acto de bondad que llegó hasta lo más profundo de su hogar.

Óscar Samuel Osorio, un joven de 17 años, nació con limitaciones físicas en la remota comunidad de Las Delicias, San Marcos de Colón, Choluteca.

Su única forma de moverse era una silla artesanal de madera que, con el tiempo, se volvió demasiado pequeña para su cuerpo en crecimiento. Cada día, los clavos y la madera deteriorada laceraban su piel, añadiendo sufrimiento a su difícil situación.

Sin embargo, su vida cambió de forma inesperada gracias a un acto de bondad que llegó hasta lo más profundo de su hogar.

David Alvarenga lucha por respirar y por graduar a su hija del colegio

El lunes 19 de agosto, EL HERALDO compartió la historia de Óscar Samuel, y ayer, el doctor Elvis Leonel Guillén, un médico de renombre en el sur de Honduras, leyó el reportaje y sintió un llamado en su corazón.

Sin buscar reconocimiento, se dispuso a cambiar la vida del joven. Con la determinación de un hombre que sabe que los pequeños actos de bondad pueden cambiar el mundo, el doctor Guillén viajó hasta la comunidad de Las Delicias.

Al llegar, encontró a Óscar con una sonrisa y un corazón lleno de gratitud, y le entregó una nueva silla de ruedas, un regalo que no solo alivió su dolor físico, sino que también le devolvió la dignidad.

“Les agradezco”, fueron las sencillas, pero poderosas palabras que salieron de sus labios, y en ese momento, todo quedó dicho. El sufrimiento de años había terminado. El doctor Guillén, emocionado por la felicidad que pudo brindar, expresó: “Las mejores palabras son la sonrisa de ese niño.

Usted lo viera cuando lo sacaron de esa casa, chineado, sentado en unos pedazos de madera. No tiene ni idea de la felicidad de esa gente. Ese es el mejor regalo que le da la vida a uno. Saludos a la familia de EL HERALDO”.

Su noble gesto fue un rayo de luz para Óscar y su familia, que hasta ese día solo podían soñar con una vida mejor.