Tegucigalpa, Honduras.- “Caminando por Tegucigalpa, en la noche de la Navidad, voy pensando en las cosas bonitas de mi cuna tropical...”.
Es seguro que más de una ocasión ha escuchado esta hermosa canción, surgida a mediados del siglo XX y compuesta por el cantautor Víctor Donaire.
Cada verso de esta obra es como una pincelada que evoca el espíritu navideño de Tegucigalpa y Comayagüela, ciudades gemelas que con luces disipan la oscuridad e invitan a vivir la temporada de Navidad.
La capital es como un gigantesco pesebre que encierra otros más pequeños en muchos hogares, donde todavía persiste la magia de esta tradición que mezcla nostalgia y espiritualidad.
En cada barrio y colonia, las calles y viviendas se llenan de luces multicolores que bailan entre las sombras, iluminando los rostros de quienes caminan por las modernas e históricas callejuelas de las ciudades.
“Teguz”, como cariñosamente le llaman capitalinos y visitantes, se observa desde las alturas como una ciudad espléndida que conserva antiguas construcciones, creando un contraste entre la belleza de antaño y los edificios modernos.
Desde la vista panorámica que ofrece El Picacho, es posible contemplar la urbe en su totalidad, ubicada en un altiplano iluminado por miles de luces que resplandecen durante la noche.
El Picacho es una joya en lo alto de la capital, que se alza como un ángel guardián iluminado y orgulloso, vigilando la ciudad desde las alturas.
Las estrellas que lo coronan guían simbólicamente el espíritu de los Reyes Magos en su camino hacia Belén. Otro lugar emblemático es el cerro Juana Laínez, que se eleva al sureste del casco histórico de Tegucigalpa.
Allí se yergue el Monumento a la Paz, donde ondea permanentemente el Pabellón Nacional. Este lugar, con apariencia de cono volcánico, pertenece a Tegucigalpa desde el 11 de marzo de 1935, según el Acuerdo Ejecutivo número 1526, publicado en el Diario Oficial La Gaceta número 9,651 de la misma fecha.
Su elegancia se realza en Navidad, cuando el esplendor de las luces añade un toque mágico para los visitantes que recorren el cerro como un paseo espectacular durante esta temporada.
El brillo de las luces del cerro es parte de un panorama que ilumina toda la ciudad en época decembrina, donde árboles y nacimientos se convierten en íconos de decoración artística.
Estos lugares sirven como paradores fotográficos donde las familias aprovechan para capturar momentos inolvidables. Este movimiento característico de la temporada también atrae turismo a la capital, especialmente por las villas navideñas, que convocan a cientos de personas de ciudades vecinas.
“Esto se debe a que muchos vienen a hacer compras navideñas, tanto para comercio como para regalos, lo que llena los centros comerciales y dinamizan restaurantes y hoteles”, informó Andrés Ehrler, presidente de la Cámara Nacional de Turismo de Honduras (Canaturh).
El turismo en esta época también se centra en las celebraciones y eventos corporativos realizados en los hoteles.“Hay un incremento notable en las fiestas navideñas organizadas en restaurantes, hoteles y centros recreativos”, avaló Ehrler.
Las inversiones en sitios turísticos como El Picacho, los parques, plazas y las villas navideñas contribuyen a dinamizar las noches de la ciudad, que se tornan dinámicas en temas de turismo.
“Las villas navideñas son importantes porque, además de mejorar el clima de las personas, ofrecen a los niños un espacio para el esparcimiento, al igual que a los visitantes”, explicó Ehrler.
Pueblos cercanos como Santa Lucía, Valle de Ángeles y Ojojona también son centros comerciales y culturales durante estas fechas decembrinas, lo que impulsa el comercio local.
Mezla de tradición
Las villas navideñas son una tradición reciente en el país, popularizadas durante la temporada de fin de año en diciembre.
Estos espacios se ubican en plazas, parques y lugares públicos, como la Plaza Navideña de Tegucigalpa, instalada este año por la Alcaldía Municipal a la orilla del anillo periférico, en el sector de La Cañada.
Este espacio, preparado por la comuna capitalina, cuenta con juegos mecánicos, árboles y luces navideñas, además de presentaciones artísticas que llenan de color la ciudad.
El Campo de Parada Marte, ubicado en la carretera hacia Mateo, es otro lugar atractivo, donde las Fuerzas Armadas de Honduras preparan un espacio lleno de luces y espíritu navideño.
Para el historiador Daniel Vásquez, las villas navideñas son relativamente nuevas y no forman parte de la cultura tradicional hondureña, sino una costumbre de origen anglosajón.
“Hay pocos nacimientos del Niño Dios, dulces y nacatamales, que son muy propios de nuestra cultura. Pero cuando usted ve un árbol de Navidad, un Santa Claus o elementos como renos y nieve, esas son influencias anglosajonas”, explicó el experto.
Recordó que, en el siglo pasado, lo que predominaba en la historia era, por ejemplo, el nacimiento en la iglesia Catedral de Tegucigalpa, un acontecimiento importante que congregaba a personas tanto de Tegucigalpa como de Comayagüela.
“Todas las iglesias tenían un pesebre. El nacimiento del Niño Dios, los cohetes y la gastronomía forman parte de nuestra cultura”, afirmó Vásquez.
La Navidad en el Distrito Central es una celebración que mezcla tradición, modernidad y la magia de una ciudad que, entre sus luces y colinas, resplandece con un espíritu único.
Desde el imponente El Picacho que guarda la capital como un ángel luminoso, hasta las villas navideñas que llenan de vida y color las noches, sumando el clima fresco o hasta frío que predomina estos días, esta temporada decembrina se convierte en un espectáculo donde la nostalgia de los nacimientos se entrelaza con la alegría de las luces y la música.
Los detalles de la ciudad muestran un mosaico cultural, histórico y contemporáneo; cada rincón invita a celebrar, compartir y soñar en familia.
La Navidad en las ciudades gemelas no solo es una fiesta, sino un poema visual que ilumina corazones, caminos llenos de tradiciones y modernidad y que enciende la chispa de la paz y el amor en las familias.
