Todo comienza mientras tengo frente a mí, la Pizza Bulero y la Pizza Celaque, en el restaurante Jardín Café de la ciudad de Gracias, Lempira.
Su dueño, Ángel Espinoza, ha tenido la gentileza de acompañarnos al rincón del patio que hemos escogido: allá al fondo, entre tres murales de pintura muy bien logrados, todos ellos con temáticas ecológicas y conceptos llenos de una profunda sensibilidad.
Ángel Espinoza es un joven empresario de Gracias; lleva este restaurante, un hostal y un café en La Campa; es guía de senderismo, observador de aves (Pajarólogo, un oficio parecido al de los poetas), guía turístico, de montaña, de escalada y ciclista.
La conversación inicia por el nombre que ha escogido para las pizzas y por supuesto por los ingredientes. La Pizza Bulero por la leyenda que signó a Gracias como la Ciudad de la Maldición, un estigma que con el tiempo y con el esfuerzo de sus habitantes se ha transformado. La Pizza Celaque por la montaña con la mayor altura de Honduras.
Nuestro anfitrión, con buen sentido del humor y para celebrar mi apetito, comenta: “No sólo debes comerte la Pizza Celaque sino subir Celaque”. Después de un delicioso bocado, contesto a la broma “Bien, vamos a Celaque. Subiré a la cima. Día y hora'.
En un abrir y cerrar de ojos estoy en el Centro de Visitantes de Celaque, ahí han puesto un bonito letrero con el nombre de la montaña, propicio para hacerse una linda fotografía, lucirse y tener un recuerdo entrañable; también hay una torre para observar aves y el paisaje.
Descubro una cosa absurda, no cobran en la entrada al parque y cuando la gente llega al Centro de Visitantes se dispersa; así que la ciudad pierde ingresos. Tampoco hay suficiente información y orientación. No me preguntan si subo con un guía, si tengo experiencia, no hay ni el más mínimo protocolo. Acomodo en la espalda mi mochila y comienzo a subir.
Celaque es una leyenda viva, sin duda fue reverenciada por los indígenas y en la actualidad se ha convertido en un atractivo turístico, un espacio de interés ecológico. Aunque nadie lo quiera decir, es quizá la montaña que más ha sufrido la barbarie insensible de los depredadores.
Celaque ha sido mellada por la tala para establecer zonas cafetaleras, ha sufrido un cruel incendio, su zona de amortiguamiento sufre una de las crisis ecológicas más terribles. En muchas ocasiones para lavarnos la conciencia le dejamos la culpa a las autoridades, sin embargo este es un tema mucho más complejo, depende mucho de la educación, de cada ciudadano, pues hay responsabilidades que se llevan mejor y que nos permiten solventarlas en cuanto todos asumimos nuestra parte.
Los senderos para subir Celaque, aunque la señalización se ve deteriorada, son maravillosos, cada uno de ellos depara paisajes ensoñados. Es impresionante la cantidad de aves, fuentes agua y la poderosa flora. Hondo nos habla Celaque, esa voz es la que me dio fuerzas para subir y ascender durante siete horas y media a nuestro sitio para acampar: Los Naranjos, antes habíamos hecho un descanso en el Campamento don Tomás, en cuyas cercanías tuve la fortuna de encontrarme con el Gobernador de Lempira, Wilson Pineda, quien también había ascendido a la montaña para supervisar la construcción del área del campamento El Quetzal y el Centro de Visitantes El Naranjito de San Manuel de Colohete, con el objetivo de mejorar los servicios al turista, además de hacer una exhaustiva observación de las necesidades del recorrido en los diferentes senderos, pues como autoridad, manifiesta que “es importante la seguridad, el buen servicio y la comodidad de las personas que nos visitan, de este modo todos disfrutaremos y también cuidaremos Celaque”.
Pocos instantes son memorables como este, las nubes se apartan y a lo lejos, donde nuestros ojos yacen fijos, presenciamos ese resplandor que aún no se comprende si es luz o quizá una creación mágica. De ese modo el mundo comienza a develarse, la luz lo moldea todo, la luz no arde sino que roza, acaricia como una canción que desea ser recordada. Este instante conmueve o al menos permite que otra vez recordemos que nos debemos a la tierra, que somos invitados en este planeta y no amos, ni dueños de nada. Me conmueve la alegría casi mística de mi esposa Ethel, a Karen, Edgardo y de nuestro guía Ángel Espinoza. Es un hermoso instante que rememoro con respeto y dulzura mientras escribo esta nota.
De regreso en Gracias, visito a Ángel Espinoza. Me interesa atar ciertos hilos: ¿Qué temas se deben tratar con urgencia sobre Celaque, Ángel? “Algo urgente es que el servicio de guías debería ser obligatorio por razones de seguridad, por protección de la montaña y también para asegurar empleo.Además los guías ofrecen el Destino Gracias de otro modo, más entrañable y de primera mano. Es importante esa cercanía con los habitantes. Cuando vendemos Celaque no debemos olvidar protegerlo y valorarlo.
Para eso se necesita que se haga conciencia más allá de la publicidad que cumple un papel de promoción. Los guías son orientadores que cuidan el parque para que permanezca limpio y se conserve. Hay gente que más bien destruye. Hay grupos de personas que entran sin guía y terminan haciendo cosas que dañan al parque.”, las últimas palabras de Ángel tienen tono de sentencia. Guarda silencio para luego decir “El principio de una visita guiada es la interpretación.
La formación de guías debería orientarse al emprendedurismo y la gestión con una visión creativa en todos los aspectos: plan de inversión, alianzas, productos, entrenamiento para captar la atención de ese turista sensible que necesitamos atraer. Porque debemos decirlo: la publicidad puede ser un arma de doble filo, puede atraer a personas que en vez apreciar Celaque, lo destruyan.
La idea no debe ser que una avalancha de gente se venga y devaste la maravilla que tenemos, necesitamos un turista que sea educado, que tenga conciencia. Es feo decirlo, pero sólo creceremos en la medida que turistas con alta conciencia, y respetuosos del ambiente nos visiten, o al menos turistas que quieran aprender a descubrir esta tierra de belleza natural y cultural, es un tesoro el que guardamos aquí. Debemos crear esa conexión entre los hoteles, los festivales que tenemos y que ya son referencia, los restaurantes y los guías; también entre la cultura lenca y Celaque”.
Mientras escribo estas palabras, los aromas de las primeras lluvias nos recuerdan la paz y la hermosa lejanía de Gracias, ciudad maravillosa que es la puerta a la cultura lenca, a un canopy extremo, a la ruta de iglesias coloniales, memorables y bellas, al barro de los lencas, a las leyendas del sincretismo cultural, a la desconocida y deliciosa gastronomía que aún no se ha podido estudiar y ofrecer a las visitas. Pienso que Gracias es uno de los lugares del mundo donde se puede ser feliz. Las personas amigas de la cultura y el medio ambiente deberían venir cada vez que pueden a Gracias porque es fantástica y está creciendo. Nos corresponde a todos cuidarla, leerla y valorar su grandeza antigua y presente.
Para cerrar esta nota le pregunto a Ángel sobre las razones que él le ofrecería a un turista o viajero para ir a Celaque. Sin dudarlo afirma “Es el punto más elevado de Honduras, ir allá es inolvidable para cualquier persona. Su bosque nublado está muy bien conservado. La multiplicidad de paisajes. Su senderismo con diferentes niveles de dificultad. Observación de aves. Y sobre todo, Salvador Madrid, lo podes decir mejor vos que eres poeta: lo que uno encuentra allá arriba cuando está en el Cerro Las Minas y amanece”.
Es verdad, subir Celaque con un buen guía, con respeto a la montaña, con una buena orientación; estar allá donde comienza el cielo y los paisajes se bifurcan de forma tan entrañable, ser testigo del primer resplandor de un día sobre la tierra que amamos, también nos permite descubrir nuestra altura humana y asomarnos a nuestro propio corazón.
Ascender Celaque es visitar nuestra alma y entender que la vida tiene sentido. Usted, lector, que es un potencial viajero, venga a recorrer una tierra que le hablará hondo y le sanará del pesimismo, la amargura y la desesperanza.