Un 29 de septiembre de 1578, bajo el nombre de Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa, surgió el poblado que hoy, junto con Comayagüela, es la capital de Honduras. La comunidad cuyo nombre proviene del vocablo náhuatl “taguz-galpa”, que significa cerros de plata, se formó al calor de la explotación del oro y la plata en las faldas del cerro El Picacho.
Y nadie esperaba que tres siglos después, el 30 de octubre de 1880, durante el gobierno de Marco Aurelio Soto, esta cobraría tanta importancia en el ámbito político y cultural, a tal grado de convertirse en la capital de Honduras.
Tegucigalpa alcanzó tal poder político que durante la Constitución Política de la República Federal de Centroamérica, entre 1824 y 1839, fue declarada distrito federal y capital de los entonces estados unidos en una sola nación que incluía El Salvador, Guatemala y Honduras.
Hoy, la ciudad en la que se concentra el poder político del país, es un punto de encuentro obligado de los miles de turistas que ingresan al país a través del aeropuerto Internacional de Toncontín, la principal terminal aérea de Honduras.
Sus calles adoquinadas que recorren hileras de casas de adobe y techo entejado en una topografía desigual, decenas de edificios antiguos en el centro histórico y muchos de sus barrios donde se respira la época colonial, la historia y una creciente oferta cultural, la convierten en una ciudad que nadie debe perderse.
Poder político
Desde que fue nombrada capital de Honduras, Tegucigalpa se convirtió en el centro político y administrativo del país. En la ciudad se ubican 23 embajadas y 16 consulados que representan diplomática y consularmente a 39 países del mundo. También es la sede de la mayoría de las agencias públicas y empresas estatales, entre ellas la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) y la Empresa Hondureña de Telecomunicaciones (Hondutel), empresas que han influido en el crecimiento de la industria y la economía.
Y es la sede de los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero no todo es política. Descubrir su magnífico legado histórico, cultural y religioso, que se palpa en imponentes templos construidos entre los siglos XVIII y XIX, entre ellos la Catedral Metropolitana ubicada en la Plaza Central, que custodia a su santo patrono San Miguel Arcángel; la belleza y elegancia de la iglesia San Francisco, la más antigua de Tegucigalpa, sede de un convento y más tarde de un cuartel militar del mismo nombre. En ese recorrido religioso por el centro histórico también convergen las iglesias Los Dolores, La Merced y El Calvario, sede de importantes actividades religiosas, sobre todo en la Semana Santa.
Aporte cultural
La riqueza histórica y cultural de Tegucigalpa también se palpa en sus museos y parques que se conservan como patrimonio nacional. El Museo Nacional de Villa Roy es considerado por su valor arquitectónico como un monumento característico dentro del contexto urbano de Tegucigalpa. También se encuentra el Museo del Hombre Hondureño, donde opera el Taller Miguel á ngel Gómez, que ha recuperado más de 400 obras religiosas, y el Museo Histórico Militar, ubicado en el edificio del Cuartel San Francisco, donde sobresale una sala con armas de fuego antiguas y modernas. Además, el Museo para la Identidad Nacional (MIN), una institución que evidencia de forma material e inmaterial a los pobladores que habitaron y habitan el territorio hondureño a fin de fortalecer la memoria histórica y el sentido de identidad nacional. El museo funciona en un antiguo edificio colonial en el barrio Abajo.
En Tegucigalpa también hay muchos centros culturales, entre ellos el Teatro Nacional Manuel Bonilla, Teatro Renacimiento, la Escuela Nacional de Música, el Museo Casa Morazán, Chiminike y el Centro Cultural de España.
Pero si lo que prefiere es el contacto con la naturaleza, el Parque Nacional La Tigra y el Parque Naciones Unidas, en El Picacho, ubicados a unos minutos de la ciudad, son una opción que debe tomar en cuenta. Y si eso le parece poco, una escapada a Valle de Ángeles y Santa Lucía, dos municipios aledaños llenos de color y tradición, le esperan.