TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El abuso de cualquier tipo es complejo e incluso difícil de detectar. Pero esto último se intrinca, sobre todo, con el abuso emocional. Con la violencia física a menudo hay evidencia tangible, pero las relaciones emocionalmente abusivas son más sutiles y pueden implicar juegos mentales bastante elaborados y nocivos.
En sí, es complejo identificar si se está experimentando dificultades “normales” de pareja o si se vive bajo la manipulación de una contraparte. De ahí, lo esencial de comprender las características o patrones de este tipo de maltrato.
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Las personas emocionalmente abusivas, por ejemplo, muestran expectativas poco realistas como hacer demandas irrazonables, esperar que usted satisfaga sus necesidades, demandar tiempo en exceso o esperar que usted comparta sus opiniones -es decir, no se le permite discrepar sobre determinado tiempo-.
Por otro lado, buscan invalidar, socavar, descartar o distorsionar sus percepciones o su realidad; negarse a aceptar sus sentimientos tratando de definir cómo debe sentirse; exigirle que explique cómo se siente una y otra vez, o acusarlo de ser “demasiado sensible”, “demasiado emocional” o “loco”.
Las personas emocionalmente abusivas también generan caos.
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Algunos ejemplos incluyen: caer en constantes discusiones, tener cambios de humor drásticos o arrebatos emocionales repentinos, criticar su forma de vestir o comportarse de manera tan errática e impredecible que se siente como si estuviera caminando sobre cáscaras de huevo.
Gritar es otro signo. No solo hace que una conversación productiva sea casi imposible, sino que también crea un desequilibrio de poder: solo se escucha a la persona que levanta la voz.
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