Se repitió la historia. La del partido de ida y la de la semifinales de hace dos temporadas ante el Inter.
El Barça, ejemplar con su fútbol, se queda fuera de la final de Champions contra todo pronóstico ante un rival encerrado a ultranza.
Lo hizo por no matar cuando pudo y por no protegerse debidamente de la contra rival.
Con 2-0, y jugando frente a diez, no materializó las innumerables ocasiones de las que gozó, penalti incluido, metió a su adversario en el partido con un despiste convertido en oro antes del descanso y vio cómo Torres, el Niño sin gol, le mató de la manera más dolorosa. Con todas las ilusiones puestas en el área de Cech y en el último minuto.
¿Fin de una era?
El ciclo del Barça victorioso acaba tras cinco semifinales consecutivas de Champions, aunque no parece que llega el fin de su fútbol. Este equipo no sabe jugar a otra cosa.
Otra vez la injusticia le apeó, avisando al Real Madrid que dentro de unas horas solo le valdrán goles y no sensaciones para estar más cerca de la décima.
El equipo de Guardiola no jugó de maravilla, porque es imposible atacar con más brillo ante un batallón, pero mereció hacer tantos goles como se dejó en Stamford Brigde.
El palo es duro, por ser tan cercano al mazazo del Clásico, y porque tras tres años de dictadura su estilo ya no impera. Otras tácticas son iguales o más eficaces que la suya.
Una verdadera locura
El primer tiempo no pudo ser más atropellado.
Hubo dos lesiones, tres goles, una roja, el ciclón de siempre y la muralla esperada.
El partido no permitió salir en tromba al Barça, por mucho que el Camp Nou empujase como nunca. Los accidentes se lo impidieron. Primero se lesionó Cahill y Di Matteo tuvo que recomponer su ejército con el reserva del suplente de David Luiz: Bosingwa.
Después, Valdés arrolló a Piqué en una salida decisiva y Guardiola tuvo que imitar a su colega de manera más drástica. La marcha del central no solo trastocó sus planes, sino que también le obligó a arriesgar un poco más. Metió a Alves y convirtió el 3-4-3 de salida en un ataque suicida.
Entre tanta lesión, Messi desaprovechó dos internadas entre mil rivales para poner la eliminatoria cuesta abajo.
En una, Alexis hizo de pared y en la otra, Cesc regaló un taconazo a Leo al hueco.
Llegaron los goles de Sergio Busquets y Andrés Iniesta y todo parecía ir sobre ruedas para el Culé... Cuando más noqueado parecía el Chelsea, a las puertas del descanso.
Lampard metió un balón al espacio para aprovechar el desmarque de Ramires y recordarle a Mascherano que anticipa mejor que cubre su espalda. Ramires picó ante una nueva salida de Valdés a zona de nadie. 2-1.
De nuevo la angustia. Otra vez la emoción. La pesadilla se repetía en el segundo tiempo. Barca no encontró el gol y el Niño solo terminó la faena. Cayó el reinado Azulgrana.
El Barcelona ha sumado este martes su segundo fracaso
en la actual temporada.
Trágicamente para los culés, el Camp Nou fue el escenario en el que, en cuestión de cuatro días, se despidieron de dos títulos: la Liga española
y la Liga de Campeones de Europa.
Los jugadores, cuerpo técnico, directivos y los millones de aficionados en todo el mundo no pueden ocultar su tristeza y amargura luego de que en los últimos años habían alcanzado la cúspide levantando varias copas de forma consecutiva.
El técnico Pep Guardiola ha logrado amalgamar un equipo con jugadores de categoría y muchos surgidos de la cantera, logrando revolucionar el fútbol con su estilo único denominado 'tiki-taka', que se fue desmoronando en las últimas semanas, en parte por la baja de figuras importantes en duelos cruciales.
Uno de los detalles que tiene pensativos a los culés, es que el entrenador catalán aún no ha renovado su contrato y suena fuerte para dirigir al Milán de Italia.
Pese a que al Barcelona le queda por disputar la final de la Copa del Rey, la pregunta que ya ronda en la mente de muchos es: ¿llegó un ciclo a su fin?