No hay palabras para definir la selva de La Mosquitia. Es íntima y es impersonal. Es bella y a la vez despiadada. El verde de las copas de los árboles es tan intenso que se refleja en las caras de quienes la sobrevuelan. El sonido unificado de todo aquello que la compone es un desafío y una invitación a conocerla. La fluidez del viaje por balsa en el río rompe la sensación de tiempo, rompe la frontera de lo desconocido.
Para quien atraviesa la selva desde el nacimiento del río Plátano hasta su desembocadura en el mar, como tuvo la dicha de hacerlo el equipo de El Heraldo que ha podido presentarles este trabajo, es una experiencia que se revive en forma de sueños, recuerdos y finalmente publicaciones que escribimos para ustedes.
Sin embargo, nuestra aventura en La Mosquitia empezó en Tegucigalpa, pues esta expedición no se hubiera podido realizar sin la colaboración de muchas personas que valoran la región.
Una expedición
En el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas nos reunimos hace dos meses el arqueólogo Christopher Begley, el ingeniero forestal y guía ecoturístico especializado en La Mosquitia Jorge Salaverri, el coronel Leiva Puerto, responsable de la protección forestal del país, y el equipo de El Heraldo.
Nos propusimos dar a conocer la riqueza de La Mosquitia, lejana a casi todos los hondureños, y buscar el efectivo apoyo para su protección en la ciudadanía general, sector privado y Estado.
Con este propósito despegamos en helicóptero de la base área de Tegucigalpa rumbo a La Mosquitia, aprovechando el relevo de soldados que se produce en los destacamentos que actualmente protegen ciertos puntos de extrema vulnerabilidad ambiental, como Musín en el norte de Olancho.
Cabeceras de río
Aterrizamos en el antiguo destacamento de Waraská, un medio de la selva en las montañas altas de Colón, con 600 libras de logística y 7 días para atravesar La Mosquitia usando el cauce del río Plátano como una autopista.
Jorge Salaverri y su hermano Herminio Gutiérrez impartieron un breve curso sobre cómo navegar por el río en una balsa inflable al resto de la expedición. Fue así como los soldados Renato Ramos y José Padilla y el fotógrafo y periodista que formaron el equipo de El Heraldo aprendieron el significado de “¡adelante!”, “¡descansen!”, “¡derecha atrás!” o “¡izquierda total!”, algunos de los comandos básicos para maniobrar por los rápidos de categoría 2, 3 y 4 del río Plátano.
“El río Plátano es igual de bueno que el río Colorado de Estados Unidos para practicar rafting en aguas blancas”, explica Jorge Salaverri.
Pasamos la primera noche de la expedición a 6 kilómetros del sitio arqueológico de Lancetillal. El afán por presentar el mejor trabajo nos hizo adelantar los tiempos del viaje, forzando los tiempos del río, por lo que tuvimos que ensamblar el campamento a las 6:30 de la tarde, sin la luz del día.
Una experiencia sin igual en un país marcadamente privilegiado por el esplendor de su naturaleza
Al llegar a la orilla del campamento encontramos un pescadito muerto. Había pescadores o cazadores en este mismo lugar en el momento en que aterrizamos en Waraská, y posiblemente se ahuyentaron al escuchar el helicóptero, nos explicó “Mino” Gutiérrrez.
Cenamos un guisado de res con arroz, verduras y leche de coco (el único día que comimos carne fresca, exceptuando el día que pescamos guapotes), hecho con fuego de leña, sentados sobre el costado de una de las dos balsas que llevamos y nos servían “como área social”. Los aullidos de los micos de noche nos dieron la bienvenida a la selva.
A la mañana siguiente empezó una rutina que se repetiría por el resto de días en la selva. Levantarse con el sol, cambiar la ropa de dormir por la ropa mojada del día anterior, desayunar y pasar el rato con los compañeros, levantar campamento y volver al río para llegar a los lugares a visitar.
Despejar con machete la vegetación sobre sitios arqueológicos, para poder tomar las imágenes. Parar en las orillas cada vez que encontramos un campamento de cazadores o pescadores, o algo interesante como una mata de guineos o un águila comiéndose a una iguana.
Así es cruzar el río Plátano. Horas de sol sobre la selva, contemplando su belleza a través de la fluidez de la balsa, guardando silencio colectivo con los compañeros ante tan impresionante belleza. Horas de lluvia tropical intensa, sorteando rápidos de agua blanca, yéndonos de la balsa y volviendo a subir a ella.
Disfrutando la vida en un país hermoso e irrepetible. Nadando en quebradas de agua blanca en una selva virgen, aprovechando las pausas del almuerzo. Tiempo para pensar en uno mismo y lo que le importa.
“Vani, el embajador de Italia bajó el río con nosotros hace un par de meses y dijo que fue el viaje de su vida”, cuenta “Mino” Gutiérrez. Ante estas anécdotas, no podemos en este diario más que pensar la abundancia de belleza histórica, natural y cultural que tiene Italia, y cuán afortunados somos de ser parte de un país que no es menos especial.
Waraská, el plan piloto de rescate
Waraská, La Mosquitia.
Era una hacienda para engorde de ganado en la que se talaron 400 hectáreas de tierra. En el gobierno pasado se desalojó y colocamos un destacamento o puesto de protección militar. Lo mantuvimos por más de 3 años. Como resultado, la capa forestal ya tiene una altura de 8 o 10 metros.
Las 400 hectáreas se encuentran en proceso de recuperación mediante una sucesión vegetal bastante adecuada para volver a formar parte del bosque milenario.
Waraská fue un plan piloto en el que el ejército pudo ver que si coloca destacamentos o puntos de control para la protección del bosque, esto facilita la regeneración natural del mismo. Es difícil que solo las Fuerzas Armadas puedan cuidar toda la biósfera.
Nuestro presupuesto es de 58 millones de Lempiras, reducido en 2012, y es para cuidar los bosques de todo el país.
Alarmante situación
La falta de coordinación efectiva con el personal técnico de los entes responsables para el control de tala ilegal, tráfico de especies de flora y fauna, cacería ilegal, ocupación ilegal de tierras.
Debería ser un problema a resolver con brevedad para que las acciones que realicemos verdaderamente tengan un impacto positivo en los esfuerzos de conservación de la reserva, igualmente ellos deben facilitar y coordinar los esfuerzos de participación comunitaria para que nuestros efectivos sean mucho mas operativos.
Como ejemplo, podemos señalar que en la parte sur hemos podido en cierta medida sostener la frontera agrícola. Pero en la parte norte existen problemas ya que no tenemos comunicación con las otras instituciones.
La parte norte está abandonada por todos. ¿Viste a alguien de otras Instituciones allí? No quieren aprovechar el potencial de trabajar de la mano con las Fuerzas Armadas.
El fortalecimiento institucional no se da, se quiere que el Ejército haga el trabajo en la zona sin su acompañamiento, pero cuando se trata de figurar hay muchas instituciones que lo hacen desde Tegucigalpa. Hay que dejar de gastar el dinero haciendo foros en hoteles aquí en
Deberíamos ir a mojarnos las botas y los zapatos a la biósfera. Allá no hay nadie. Aquí se gasta todo lo que viene de afuera en hoteles.
Comunidad
Necesitamos más conocimiento del área y apoyo de la gente local y conocedora de la zona. Las Fuerzas Armadas solas no pueden hacer una efectiva protección de la zona sin la coordinación con las otras instituciones, o en todo caso la comunidad, que son los que más están interesados en conservar la zona, porque viven de ella. Lo más importante es que se inicie el fortalecimiento institucional para dar respuesta a la sociedad.