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Aficionado de Motagua celebraba en la fila y minutos después murió en violenta estampida

José Vida Zúniga era fiel seguidor de Motagua. Falleció en la mortal embestida en el portón 11 del estadio Nacional

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29.05.2017

Tegucigalpa, Honduras
Quien conociese a José Vidal Zúniga Espinoza sabía que trataba con un motagüense de mente, alma y corazón, de esos que amaban al Ciclón aún en las derrotas y lo veneraban en los triunfos.

Por eso, don Vidal sin dudar hizo una cita el domingo 28 de mayo. Hora: 4:00 de la tarde. Lugar: Estadio Nacional de Tegucigalpa. Asunto: Final Motagua vs. Honduras de El Progreso.

No faltaba una agenda para recordarlo, porque don Vidal había esperado toda la semana por el partido donde el Mimado estaba llamado a campeonizar con la Copa 15.

Como un ciudadano de orden y respeto a las leyes, don Vidal se sumó a la extensa fila para ingresar por el portón 11 hacia el sector sol este. La cola, propia de un partido de final, era tan larguísima que llegaba al portón de acceso a los camerinos.

VIDEO: Así ocurrió el zafarrancho en el portón 11 del estadio Nacional

En ese lugar fue que un reportero gráfico de EL HERALDO encontró al aficionado cuando se aprestaba a ingresar al coloso capitalino, o mejor dicho el aficionado halló a nuestro fotógrafo.

-¡Magallanes!

-¿Cómo está? ¡Tiempo sin verlo!

-¡Aquí! A la final.

-Póngase vivo, le hago una foto.

La camisa azul con el logo del Águila identificaba su pasión por el ahora 15 veces campeón, pero no fue su mejor expresión bajo el sofocante sol.

-¡Así no! Ríase y hágale así (levantando los brazos).

Esa era la foto: Vidal con las manos hacia el sol, su sonrisa estirada y adornada por un bigote y una barba de grisáceas puntillas, sus cabellos de plata símbolo de sus 56 años de vida y quizá medio siglo de amor al Ciclón.

Ahí terminó la conversación.

Secuencia: Así fue la mortal estampida humana en la final del fútbol hondureño

Media hora lo separaba de la final... pero lo acercaba a un cruel destino. Lo que no se imaginaba Vidal es que al avanzar en la fila iba a encontrar la muerte, en el portón 11 del estadio Nacional.

Nunca pensó que el coloso capitalino ya había llegado a su capacidad máxima y un centenar de aficionados habían quedado afuera con boleto en mano, como él entre una multitud enardecida.

Jamás, él hubiera apostado a que alguien -según versión de los testigos- se atrevería a abrir los portones y liberar una estampida más inhumana que humana que pasaría por su delicada humanidad.

La Policía Nacional tuvo que movilizar una tanqueta para lanzar potentes chorros de agua y así disipar la multitud. Solo de esta forma los socorristas pudieron liberar a don Vidal y otras personas para darles primeros auxilios.

El señor de 56 años todavía se aferraba la vida, en contraste con los otros dos aficionados que murieron en la zona. De esta forma, los rescatistas lo trasladaron en ambulancia al Hospital Escuela Universitario (HEU), pero sus signos vitales eran bajos.

Y mientras en la cancha del Nacional 22 hombres guerreaban en un partido donde lo único que está en juego es el honor y el prestigio, don Vidal se jugaba literalmente la vida.

En la Sala de Emergencias expiró producto de la asfixia acompañada de los traumas en el cuerpo.

Como si al destino no le bastara armar tragedias de las causalidades, después se supo que era padre de un ayudante del Hospital Escuela.

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