Tegucigalpa.- Era la noche del 21 de septiembre de 1996, el repleto estadio Morazán se sacudía al ritmo de la H y él junto a sus compañeros atendía la sugerencia de Ramón Maradiaga de salir a la cancha antes de lo habitual para absorber aquella locura que impresionaba hasta al mismísimo México de Bora Milutinović.
“Fue casi como un ritual para todos, era algo que no lo habíamos vivido”, recuerda Nerlyn Membreño instantes después de ponerse esa legendaria camisa número “4” con la que defendió el carril izquierdo de la Selección Nacional en el primer triunfo de Honduras ante el Tri (2-1). Hoy, al enfundársela 28 años después, su mente se inunda de remembranzas.
“Es una camisa especial. No soy mucho de guardar, pero esta logré conservarla. Se la regalé a un buen amigo que radica en Miami; hace un tiempo fuimos a visitarlo y me dijo: ‘Se la voy a devolver, la tuve casi 18 años y ahora le toca a usted cuidarla’”, dice con nostalgia y sentado en medio de esa canchita de grama natural de la Villa Olímpica de la capital.
Cada vez que se viene un Honduras-México en tierra catracha, como el del viernes 15 de noviembre en el Morazán por la Nations League, es inevitable que él no se suba a la máquina del tiempo.
“Son recuerdos imborrables”, revela desprendido del nervio que sentía aquel joven de 24 años en la previa de ese partido rumbo al Mundial de Francia 98. Claro, los recuerdos afloran. ¡Cómo olvidar la caldera en el Morazán, la charla de Primi o el penal de Bennett!
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Nerlyn, mucho gusto. Cuando se viene un partido ante México, imagino que es inevitable que usted no piense en aquel triunfo de 1996, ¿verdad?
Sí, porque son recuerdos que quedan grabados, todo lo que vivimos, desde el día anterior al partido, lo que representaba ese juego porque habíamos empezado mal la eliminatoria perdiendo en Jamaica... Estaba la euforia de la gente, la necesidad de ganar, el equipazo que tenía México, que ya venía de varias eliminatorias. Los más jóvenes eran Ramón Ramírez y Cuauhtémoc Blanco. Era un equipo muy maduro con Claudio Suárez, Jorge Campos, Raúl Gutiérrez, Zague, Hermosillo, Luis García y Alberto Coyote.
Cuando le dicen 21 de septiembre, estadio Morazán... ¿qué es lo primero que se le viene a la cabeza?
Una caldera, sobre todo por el ambiente que había. El estadio estaba abarrotado, fue una cosa que pocas veces me tocó vivirla con todo y que después estuve en partidos importantes como finales con equipos o en algún otro partido eliminatorio. Ese partido fue muy especial.
¿Usted cree que ese duelo marcó un antes y un después para Honduras en sus partidos contra México?
Yo creo que sí. Nosotros teníamos como objetivo eso, tomando en cuenta que nunca lo habíamos logrado, salvo en 1991 que a mí me tocó ganarles con una Sub 21 en Toluca con un gol de Erick Gallegos. En selección mayor nunca les habíamos ganado, entonces nosotros sabíamos que ese iba a ser un partido clave. Definitivamente marcó una pauta porque después de ese partido a México le tocó venir y perdió muchas veces.
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¿Qué hechos de ese duelo no borra de su mente?
El día previo estábamos en uno de los hoteles de San Pedro Sula y estaba lleno de gente. Eso fue una locura, las calles estaban llenas, había miles de personas alrededor del hotel donde estábamos. Eso me marcó muchísimo porque nos hizo a nosotros dormir bien esa noche pensando en que la gente estaba metida en el partido. Otro evento que marcó fue que Ramón nos dijo: ‘Vayan a la cancha, quiero que saquen un poquito el griterío de la gente’. Fuimos una hora antes del partido, para recibir el estímulo de la gente y absorver todo lo que iba a pasar en el partido. Miré importante la sugerencia de Ramón para ir a la cancha y descargar un poquito la presión y nervio que había.
Respecto a la antesala del juego, ¿qué se decía en la concentración en los días previos?
Que teníamos que hacer un buen partido, sacarnos un poquito ese ambiente que dije y enfocarnos en el juego, en lo que teníamos que hacer como equipo. Había un muy buen equipo y jugábamos bien. Nos defendíamos relativamente bien con Arnold, Hernaín, Zapata, y había un mediocampo muy bueno con el Flaco, Christian, Alex. Más adelante teníamos a Enrique Reneau, Tyson y Nicolás, y después con los ingresos de Amado, Pavón y Bennett. Sabíamos que teníamos que hacer un partido casi perfecto. México tenía jerarquía y colmillo.
¿Hubo un momento en el que usted dijo: Este partido lo ganamos?
En el descanso. Nos fuimos 0-0, nos sacamos lo que le dije del entorno, porque hay que saber manejarlo. Al estar contra México, que era el gigante y que venía bien, gerando más que ellos durante 45 minutos, vimos realmente que habiamos sido superiores y en ese descanso las indicaciones de Ramón fue de darnos tranquilidad al decirnos: ‘Ya está, ya se dieron cuenta que el partido está porque hemos fallado tres o cuatro situaciones, y en el segundo tiempo hay que ir a rematar el partido. Ya lo controlamos, ya metimos al rival a donde queríamos’. La convicción fue esa, de que en el segundo tiempo lo íbamos a ganar y se dio.
¿Percibió que ese ambiente del Morazán le metió presión a México?
Yo creo que llega un momento que sí. Está claro que ellos históricamente no les gusta venir a este tipo de escenenarios por esos entornos. Quizás ellos creen que están en otro nivel y sufren esos entornos un poco. No les gusta el calor, la humedad, la hostilidad de la gente, el grito, con todo y que creo que son situaciones que se usan antes de un partido. Ya en el juego la historia es otra, allí tenés que competir, jugar bien y hacer que esos factores jueguen a tu favor y no en contra. Todo ese ambiente es bueno previo al partido.
¿Qué anécdotas recuerda del juego en sí?, ¿alguna bronca con un jugador mexicano?
Lo que me marcó muchísimo fue una entrada que creo que le hice a Raúl el Potro Gutiérrez, en una de las primeras acciones del partido. Hubo un salida de ellos y me tocó salir a achicar como a 10 metros del receptor de ese pase. El lateral medio controló mal y yo me le fui con todo, yo dije: pelota o me expulsa el árbitro. Me la jugué porque eran los primeros minutos y queríamos mandar un mensaje. Yo allí en los primeros minutos dije: Este es mi partido, este es nuestro y lo vamos a ganar. Agarré la pelota y con baló lo tiré afuera a la barda. En esa acción, yo dije: Este partido lo ganamos.
¿Cómo recuerda el penal de Bennett?
Hicimos una posesión larga en la que participó Christian y Pavón, quien entró con mucha determinación, se conecta con Bennett en un pase y allí se metió entre dos. Yo sabía que con los penaleros que teníamos era difícil que lo falláramos, sea con Pavón, Arnold o Bennett. Sufrí un poquito más con que lo señalara el árbitro a cuando ya había que cobrarlo. Yo estaba convencido de que lo meteríamos.
Cuando Bennett se ubica atrás de la pelota, ¿usted sabía que le “rompía” el marco?
Sí, sí, yo sabía que iba fuerte, aparte de que si hacía otra cosa lo matábamos ja, ja, ja... Ya sabíamos todos que lo de él era violencia, allí tenía que ser fuerte porque Campos se iba a mover a un lado. Allí no podía andar colocando, aparte de que el pie de Eduardo no es para colocar, es rústico y tenía que pegarle fuerte.
Cuando México empata en esa infortunada jugada en la que la cancha impide que Arnold saque la pelota, ¿no se vinieron abajo en el plano anímico?
No porque teníamos tiempo y porque el partido lo estábamos manejando bien. Yo tengo una anécdota que casi nadie la comenta. El jueves en la noche habíamos ido al Morazán e hicimos el entrenamiento de 20 o 25 minutos que se pueden hacer porque jugábamos el sábado. Cuando llegamos, había gente trabajando justo en ese sector del campo porque en las canchas de grama natural en el área de las porterías es normal que esté pelado. Ese poste miré que le estaban poniendo tierra con abono y emparejando. Justo allí había un bordo y se le levantó el balón a Arnold. El estado de la cancha nos jugó en contra.
Bueno, Bennett hizo olvidar eso. ¿Y cómo fue la celebración en el camerino?
En el camerino era todo felicidad, vivimos horas muy bonitas. No solo porque se había ganado un partido, sino cómo se ganó, cómo la afición entendió que había que poner su parte y nosotros también contagiamos a la gente. Jugando buen fútbol nosotros logramos superar a un equipo que la pasó mal desde el punto del juego, no solo con el entorno.
Haciendo esa transición del pasado al futuro, ¿cómo ve ese partido del 15 de noviembre ante México?
Nosotros hablamos de lo que puede sufrir un futbolista en esos ambientes, pero lo más importante son los comportamientos del equipo en la cancha, o sea si jugás bien, si están concentrado, si asimilás bien cada acción de juego. Nada de lo que podamos decir o el entorno tiene sentido, si al final los jugadores no hacen un buen partido. Yo creo que del nivel más o menos del partido que se jugó en Tegucigalpa el año anterior ante México.
Entonces, ¿qué tanto puede pesar el Morazán a favor de Honduras?Ese es el ambiente que podés hacer, todo lo exógeno, todo lo que representa el aliento de la gente, la humedad. Ahora que la cancha está en buenas condiciones, eso habla que habrá un rival que también va a jugar rápido porque técnicamente es bueno. Esto es fútbol y, si en ese partido, no llegás claro, lúcido, con confianza y determinación, obviamente que la gente no entra a la cancha. No por haber 15 mil personas son más jugadores. Hay que enfocarse en las cosas del juego.
¿Cómo se le gana a México?
Ya nos dio una especie de señal lo sucedido el otro día en el partido que se ganó 2-0 en Tegucigalpa (el año anterior). Yo creo que Honduras tiene jugadores para hacer muy buenas posesiones, que eso ayuda mucho a que un equipo que juega bien no tenga el control del balón. Yo creo que Honduras pobla muy bien el mediocampo, que le da mucha seguridad a la línea de pase, que ha a aprendido a defender bien con los mediocampistas Kervin y Deybi. También tiene jugadores por fuera, como Jorge, Palma y Edwin, que tienen muy buena pegada y centro. Con esas cosas que tiene individualmente se le puede competir a México.
¿Qué tan determinante es ganar en casa?
Para mí es más del 50 por ciento. Si uno no gana en casa, difícilmente va a ir a buscar afuera lo que no logró de local y más ante México porque la localía de ellos también es fuerte. Ganar en casa por cualquier marcador es importante porque manejás otro momento. Tenés que acostumbrarte a triunfar en casa para ir ganando la posibilidad de confianza, de buscar otras cosas como temperamento, orden y estrategia. El partido en México tiene que ser más estratégico, más que bien jugado. Aquí es ganar e ir allá con una muy buena estrategia.
Usted jugó y le ganó a México en Toluca con una Sub 21. ¿Es un mito o una realidad la altura?
No, es una realidad. Por eso vemos que en Sudamérica Bolivia saca ventaja, pero se puede manejar. Nosotros llegamos con mucho tiempo de antelación y te afecta más. Hay muchos factores que hoy pueden ayudar a que te afecte lo menos posible. Sientes un poquito el ahogo, hay una deuda de oxígeno importante y los recorridos se sienten un poquito más. Esa falta de oxígeno no te permite recuperarte lo más rápido posible entre un sprint y otro.
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