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'Quiero que mi familia se sienta orgullosa de mí”

El uruguayo dice que la afición olimpista lo aprecia mucho porque es de los que dejan todo en el campo.

31.07.2013

Rápido, ágil y escurridizo, tal como se presentó en aquella memorable semifinal ante Motagua del Clausura 2007/08, la Rata ha tenido que escalar con mucha fortaleza para llegar a formarse un nombre en este mundo de la pelotita.

“Lo más complicado de ser futbolista es jugar, hermano, tratar de hacer bien las cosas, de que la gente aprecie tu trabajo. Gracias a Dios, desde que he llegado a Olimpia he tratado de hacer buenos partidos y creo que por eso es que la gente en realidad me quiere”.

Ahora, habiendo definido varias etapas decisivas y habiendo conquistado siete títulos en el Albo, no cabe duda que Ramiro Bruschi es todo un símbolo del olimpismo, pero eso solo ha sido posible gracias al sudor y a la perseverancia.

Tacuarembó, Uruguay, lo vio nacer en 1981 y apenas cinco años después vería como uno de sus hijos empezaría a divertirse con la redonda y a forjarse una carrera que ha estado llena de éxitos.

Ramiro, cuéntenos de sus pininos en el fútbol...
Mis inicios fueron difíciles, con cinco años empecé a jugar en el Baby Fútbol gracias a mi hermano mayor, que fue el que me alentó para ir a jugar; entonces hice todo ese proceso del baby fútbol y la verdad que desde allí he hecho todo un trajín bárbaro para jugar al fútbol.

¿Hubo un momento en que dudó de llegar al fútbol profesional? No, nunca dudé de mis capacidades, traté de confiar siempre en mí mismo y lograr cosas importantes para mí y para mi familia, porque la verdad que quiero que mi familia se sienta orgullosa de mí.

¿Ha cumplido los anhelos? Sí, se me han cumplidos muchos sueños, como estar en el equipo del que era hincha de niño, como es Peñarol. Y bueno, ahora estoy aquí en este equipo, que es Olimpia, y gracias a Dios estoy feliz de estar jugando en este gran club. Trato de demostrarle al equipo, a los dirigentes y a toda la afición del Olimpia por qué me trajeron a este equipo.

Claro, el hecho de debutar a los 18 años en el equipo de su ciudad natal, el haber vestido la camisa del Carbonero y el llegar al equipo más ganador de Honduras lo hace sentirse prácticamente realizado en una carrera, que como todo en la vida, también tiene sus desventajas.

¿Qué tanto le molestan las críticas de la prensa? No, no me molesta nada, las críticas son normales, cada quien tiene sus opiniones, alguna vez sí molesta que maltraten al jugador, pero es el trabajo de los medios y cada quien tiene su forma de pensar, como yo tengo la mía.

¿Cuál es el cuestionamiento que más recuerda? Fueron muchas, hay varias, pero no me acuerdo porque trato de cerrar el libro y pasar la página. No es que me molesta tanto a mí, sino que es feo para mi familia también porque en Uruguay se miran los periódicos y que digan esto y lo otro incomoda, pero, bueno... Eso también me motiva a seguir trabajando más fuerte y tratar de demostrarle mi calidad a esa gente y tratar de callar bocas, con goles y entrega, que es lo principal.

Sin embargo, más allá de todo eso, Ramiro se queda con las numerables sonrisas que le ha dado la número cinco y con la muestras de cariño que constantemente le exterioriza la hinchada en las calles.

Es de los más asediados por la afición olimpista, ¿qué le dice eso? Eso significa que estoy haciendo las cosas bien, que me he entregado al máximo en el equipo, que juego con el corazón y trato de sudar la camisa al máximo como siempre lo he hecho. Gracias a Dios las cosas me han salido bien acá en este equipo; los técnicos me han dado la confianza, me he ganado la gente, porque la afición me aprecia mucho.
La charla va llegando a su final, Douglas Caetano acelera el epílogo de la entrevista con el pito de su automóvil y Bruschi se despide con la mente puesta en los desafíos de la próxima temporada: “Los objetivos siempre son claros, en el tema de la Liga, tratar de lograr otro título y, a nivel internacional, tratar de hacer un buen torneo y esa es la esperanza que tenemos”.