“Se van a morir, perras”: La amenaza de las sicarias de la 18 durante la matanza en PNFAS
La Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus, a partir de relatos recopilados desde el interior de la Penitenciaria Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS), reconstruyó los minutos de terror que vivieron las privadas de libertad antes de ser asesinadas
EL HERALDO ingresó a PNFAS un día después de haberse cometido la masacre. Las privadas de libertad sobrevivientes lucen nerviosas y ansiosas.
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TÁMARA, FRANCISCO MORAZÁN.- “Dejen de estar pelando papa, pónganse chiva”, fue talvez la única advertencia previa que recibieron las privadas de libertad del módulo uno de la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS) un día antes de ser atacadas por integrantes de la Pandilla 18.
El mensaje se los plasmaron en un papel que les dejaron en el portón de ingreso, ninguna de las mujeres le prestó mas atención de la debida. El resultado final: una pesadilla, 46 privadas de libertad asesinadas, al menos una veintena de ellas calcinadas sin poder ser identificadas.
La Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus penetró las paredes de PNFAS para hablar directamente con las sobrevivientes de la masacre.
“Les vi la cara”, “se van a morir todas, perras”, “se fueron al cuarto cuatro donde solo habían señoras”, “se escondieron en un baño y ahí las fumigaron”, “estaban grabando videos y riéndose”, “las guardias abrieron los portones”, “’La Crazy’ y ‘La Psico’ fueron las primeras en entrar disparando”, “iban con chalecos antibalas”, “llevaban picos, piochas, cuchillos, punzones”, “yo le vi la Uzi a una en la mano” y “secuestraron al personal administrativo” son algunas de las frases que resuenan en la mente de las mujeres.
Las voces de la masacre
”Por mucho eran las 7:20 de la mañana, pasaron lista, ya se sentía olor a gasolina, y el día antes habían tirado un papel que dejáramos de pelar papa y nos pusiéramos vivas”, dijo una privada de libertad.
La mujer, madre de un niño de cinco años, respira profundo, cuenta la historia de manera desordenada, se adelanta y luego retrocede, está nerviosa y entre sus reclamos más consistentes está el de “sáquennos de aquí, no pedimos lujos, pero aquí estamos vendidas”.
La privada de libertad es sobreviviente ya de dos masacres en PNFAS: “Yo estuve cuando mataron las seis... quiero ver a mi hijo crecer, uno comete errores en la vida pero tiene sueños, Dios me cuidó pero no sé si pasa algo más”.
Sin tapujos acusó directamente a tres pandilleras de la 18, aunque reconoció que eran muchas mas las que atacaron: “Las vi, ‘La Psico, ‘La Craz y la otra es una colocha, vaya, se me va el nombre, fueron las primeras en entrar y dijeron: ‘se van a morir todas, perras’”.
En su relato la mujer recuerda a sus compañeras. “Mire la coordinador, pucha, una mujer entregada a Dios, una linda persona, empezaron en el cuarto dos a matar, ahí la mayoría eran señoras, pero la sierva, esa mujer estaba con Dios, duele todo esto”.
El día de las masacre correspondía el ingreso de comida a los módulos uno, dos, tres y cuatro, por lo que los portones estaban abiertos.
La mecánica consiste en que ese día los familiares pueden llegar a PNFAS y dejar en la guardia alimentos para sus seres queridos, el personal lo traslada y ellas lo ingresan a sus cuartos.
”Por eso ya andaban varias mujeres afuera de los módulos caminando”, argumentó otras de las mujeres
Entre las acusaciones más fuertes lanzadas por las privadas de libertad está la complicidad de las guardias. “Al iniciar los disparos, las guardias penitenciarias abrieron los portones, el de nosotras es un módulo de máxima seguridad porque solo hay MS-13 y lo abrieron”.
Esa versión no es compartida por todas, pues otra de las mujeres dijo que no era capaz de acusar a las custodias, “no le puedo decir que ellas tuvieron algo que ver porque no me consta”.
Lo que sí se palpita en el ambiente es una desconformidad, pues “¿cómo es posible que les hicieron requisas y no encontraron las armas o los chalecos antibalas, nada, a nosotros nos sacaron todas las cosas, entonces la misma policía les ayudo a meter las cosas y también a sacarlas”.
Otra privada de libertad comentó que en el módulo uno había un grupo de mujeres orando, estaban alabando a Dios, “la mayoría señoras, ahí estaba la líder y coordinadora espiritual, nos da pesar a todas, empezaron a dispararles”.
En medio de la secuencia, otra de las muchachas aseguró que las asesinas iban armadas hasta los dientes, “chalecos antibalas, eso andaban, unas tapadas la cara, andaban machetes, piochas, picos, AR-15, granadas, Uzis, a un grupo que se metió al baño las acribillaron”.
Otra de las situaciones que concuerdan las entrevistadas es que las acciones realizadas por la pandilla 18 fueron parte de un proceso que ya tenía bastantes días de estar planificado.
Para salvar su vida, las mujeres contaron que se escondieron abajo de las camas, otras tuvieron la fortuna que sus verdugos sintieron temor de ingresar a sus cuartos, “iba para adentro y lo que le tiraron fue un zapato, ella empezó a decir que estábamos armadas, ahí recularon un poco”.
En medio del caos por vivir, un grupo de mujeres logró abrir el techo de una de las habitaciones, aunque por cuestiones físicas no todas podían subirm “las personas mayores o las gorditas no podían”.
Las que sí pudieron llegar al tejado explicaron que los disparos de sus victimarias continuaban, por lo que no les quedó más opción que tirarse a una zona denominada “espacio muerto”.
Esta parte de la cárcel obedece a que es un espacio en la parte de atrás de la PNFAS al cual se llega solo saltando de una altura de 30 metros, le dicen “muerto” porque a pesar de ser un obstaculo después de pasarlo hay otro muro más que impide que las privadas de libertad se puedan escapar.
”Estaba en suelo, no podía caminar de la caída y nos seguían disparando, uno de los (agentes en los) torreones nos gritó que ya venían policías, él hizo disparos y en realidad nos ayudó porque sí llegaron más, éramos como unas cuatro o cinco las que nos tiramos, a unas no les han dado el alta”, argumentó la mujer.
Mientras las mujeres contaban en pequeños espacios sus relatos a la nueva zona en la que las tienen llegó personal de asociaciones de Derechos Humanos para verificar que tengan un espacio digno, también entraron funcionarios del Poder Judicial en busca de las privadas de libertad que por la condición de sus delitos pueden ser llevadas a San Pedro Sula.
Las confesiones continuaron, el tema es tocado por todas, solo basta acercarse a un grupo para conocer detalles de cómo se suscitaron las cosas, “la mitad del modulo quedó quemado, solo una parte, también nos consta que secuestraron al personal administrativo”.
En PNFAS hay una zona denominada VIP y otra anexo VIP. En el caso de la primera las asesinas no entraron, pero se tiene indicios que al segundo sí, “es que también varias fueron atacadas en los pasillos, en la mera entrada habían dos”.
El tiempo en el interior de la cárcel se terminó, las mujeres aseguraron que no iban a permitir que les pusieran candados al espacio adonde las llevaron, otras tienen miedo de que la pesadilla se repita y que esta vez sean parte de las estadísticas de mujeres asesinadas.