TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “¡Ay, Señor! ¡Ayúdame que ya no aguanto! No me dejes sola en este momento que no me quiero morir”.
Así le imploró a Dios Martha, de 42 años, momentos antes de su tercer parto por los fuertes dolores de vientre que sentía el 19 de marzo de 2020 en el Hospital San Felipe de la capital.
Tenía siete meses de embarazo y era de alto riesgo, su presión arterial estaba muy elevada y era, al menos en el discurso oficial, la primera persona infectada por el nuevo coronavirus en Honduras, pese a que no presentaba síntomas.
La señal de alerta fue un sangrado que sintió cuando fue al baño y le empezó a gritar a las enfermeras.
“Me tocaba gritarles porque si entraban un ratito me tenían miedo y se salían”, relató a EL HERALDO la hondureña a quién se le atribuyó ser la primera portadora del coronavirus en el país.
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Con cierto temor ella permitió que el equipo de EL HERALDO ingresara a su hogar para contar su testimonio y describir todo lo que ha sufrido en estos últimos dos años de pandemia.
En este reportaje se llama Martha, pero no es su nombre real, ya que desde que en Honduras la conocen de mala forma como la paciente cero omite revelar su identidad por miedo a la discriminación. También se modificaron otros nombres por protección.
Esa estigmatización la persiguió incluso hasta el momento de dar a luz. Una enfermera le pidió que se acostara en la camilla y que no se moviera, estaba en un área sola y retirada, recordó la hondureña.
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Minutos después llegó un médico a revisarla y le dijo: “Ya tiene seis de dilatación”, lo que significaba que el bebé nacería pronto y prematuro.
Quitarse la mascarilla no era una opción y le costaba respirar, por lo que le pedía a Dios que la salvara a ella y al fruto de su vientre.
“Los doctores me tenían miedo, a mí no me tenían en la sala de Maternidad, me tuvieron en un área que estaba frente al asilo de ancianos”, lamentó la hondureña. Permaneció en un área reducida donde no había más pacientes a su alrededor.
Al pasar las horas llegó el momento del parto y no había nadie que la asistiera, su angustia y desesperación se incrementaron.
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¨Me atendieron cuando les dio la gana, tuve en una camilla normal (no de parto), me dejaron parir sola y vale que había un doctor allí, ya llegó casimente a cortarle el ombligo al niño, como que si yo fuera partera para verme yo sola, yo tengo dos hijos grandes pero los tuve cipota, ¡qué iba saber yo!... tenía 21 años de no parir”, declaró.
El llanto que irrumpió después confirmó un milagro hecho realidad en un pequeño de bajo peso prematuro; el médico se acercó a cortar el cordón umbilical y después notificó al resto del personal para que llegaran por el niño.
Cuando las enfermeras llegaron por el recién nacido le permitieron a Martha verlo unos segundos, pero no pudo tocarlo.
Pese al bajo peso con el que nació, su madre sonrió al verlo con vida y decidió nombrarlo Moisés.
Ese mismo galeno le ayudó con su limpieza posterior al parto.
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Por nacer prematuro, fue trasladado al Hospital María de Especialidades Pediátricas porque requería una atención especializada, donde permaneció interno por 20 días y fue atendido muy bien, según contó la madre.
Al recién nacido le realizaron tres pruebas diagnósticas y en todas resultó negativo al virus.
Alejandro, esposo de la paciente, reprochó que el 3 de abril que solicitaron el alta médica para Martha, en el hospital le hicieron firmar un documento que los exoneraba de responsabilidad si a ella le ocurría algo.
Todo el tiempo que la paciente estuvo interna en el San Felipe permaneció en la misma área hasta que le otorgaron el alta exigida ese día.
Discriminación y amenazas
“Cuando vine a la colonia Abraham Lincoln fue lo peor, porque fue cuando la gente nos estaba denigrando más y nos decían de todo lo habido y por haber”, deploró Martha.
En las calles de la colonia grupos de personas se dedicaban a compartir listados de personas con el nombre de ella y los familiares que también habitaban la zona para que los reconocieran.
“Nos trataron peor que a los delincuentes, yo creo que ni a un delincuente tratan así como nos trataron a nosotros, llenaron las calles de policías y de personal de salud”, comentó.
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Asimismo, tuvo que soportar que el doctor Marco Eliud Girón, encargado del centro de salud de El Carrizal y ahora diputado del partido Libertad y Refundación (Libre), informó en sus redes sociales que la paciente cero había fallecido a causa de coronavirus, lo cual era falso.
También recriminó que su bebé siendo inocente ha tenido que sufrir de múltiples ofensas y apodos despectivos.
“Llegaron a decir que nos metieran fuego con todo y casa, eso no se hace, tengan cuidado, no saben el daño que le hace a uno y a la familia”, recordó.
La gente pedía a las pulperías y negocios de la colonia que no les vendieran comida a ellos.
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“Fue algo muy impactante, que no esperábamos, que nunca nos imaginamos que nos iban a denigrar, mucha gente no nos habla, yo no sigo mi vida normal porque temo por mi vida porque la gente solo dice ‘caso cero’, culpándome que yo traje el virus¨, reveló.
Mientras no podía ver a su hijo lo encomendaba a Dios para que estuviera bien. A los días siguientes, la llamaron del Hospital María para que fuera a ver a su bebé y lo amamantara; de esa situación dependía si le daban de alta al niño.
“Lastimosamente tenían policías en la cuadra de mi casa, que no me dejaron salir porque dijeron que tenía que cumplir con el protocolo”, lamentó.
No obstante, Alejandro, el papá del bebé, buscó la manera para salir de la colonia y con apoyo de un primo llegó al hospital y lo pudo reclamar para llevarlo a casa.
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Ella sonrió al recordar ese momento que volvió a ver a su retoño por segunda vez y dijo: “Me emocioné porque me había puesto muy triste y me sentía impotente cuando no me dejaron salir y tan siquiera quería ir a ver a mi bebé que no lo había tocado”.
“Mi hijo es un milagro de Dios en todos los sentidos”.
Pero hay nubarrones que ocupan ese brillo. A ella le preocupa que si la estigmatización continúa pueda marcar la vida del pequeño Moisés. “Aunque uno trate de olvidarlo, pero esto nunca se va a olvidar de las mentes de nosotros y de cada uno de los hondureños”.
Por el estigma que sufrían a diario optó por no salir de su casa para evitar que le hicieran daño. “Aún hay mucha gente que aún hace comentarios feos de nosotros y mi mamá no se ha podido recuperar de esa depresión y no hemos tenido trabajo”, detalló.
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Llegada a Honduras
Martha todavía recuerda el vuelo comercial que tomó desde el Aeropuerto Internacional Barajas de Madrid. Una ligera sensación de alivio invadía su corazón por volver a su natal Honduras, tras seis meses luchando en la madre Patria para tener un empleo con el cual poder sacar adelante a su familia, sin imaginar la pesadilla que le esperaba a su retorno a causa del coronavirus
Aquel 3 de marzo de 2020 la compatriota partió de España con desilusión por no haber logrado sus objetivos y ahora tenía una responsabilidad aún mayor, pues no volvía sola.
Es originaria de El Paraíso y en 2018 se graduó de la licenciatura en Pedagogía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).
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Sin embargo, por los altos índices de desempleo en el país la pedagoga se fue a buscar una oportunidad como lo han hecho más de 137 mil hondureños que han emigrado hacia España, pero lo hizo sin saber que estaba embarazada de su esposo Alejandro, estado que le complicó la oportunidad para encontrar trabajo.
Su marido es artesano, se dedica a elaborar productos con materiales de cuero, quien por falta de trabajo y recursos económicos no alcanza a cubrir todas las necesidades en su hogar.
La pareja tiene 26 años de casados y hasta ese entonces habían procreado dos hijos, una muchacha de 26 años y un joven de 23 años, pero no contaban con que, a sus edades, faltaba completar el tridente de su descendencia.
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“Me vine porque el objetivo era ir a trabajar, pero como no contaba que iba embarazada y si uno no trabaja nadie le va a regalar dinero, comida o el transporte, la vida en España es cara, más bien mis hermanos y mi esposo me estaban enviando dinero para estar alquilando el tiempo que estuve, decidí venirme porque pensé: ‘¿qué voy a hacer con un bebé aquí y sin poder trabajar’”, relató con tristeza Martha.
El vuelo hizo una escala en Colombia y el 4 de marzo a las 9:00 de la mañana aterrizó en el Aeropuerto Internacional Toncontín de la capital, donde se reencontró con su familia, que reside en la colonia Abraham Lincoln de Comayagüela.
“Por una parte, venía alegre, pero por otra, preocupada porque debía todo ese dinero, más de 72 mil lempiras y sin trabajo, me llovían los problemas”, recordó. Nadie le hizo examen para diagnosticar el covid-19 y en el vuelo venían muchas personas.
“Al día siguiente que vine me miré que tenía inflamados los pies, fui a una clínica privada, donde me revisaron y me dieron una referencia para ir al Hospital Escuela”, detalló.
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Acudió al principal centro asistencial del país el lunes 9 de marzo, donde la atendieron, le hicieron una prueba de orina, le preguntaron sus datos generales y el doctor que la revisó le dijo que la dejarían ingresada en la sala de Labor y Parto para observación.
“Acababa de subir (a la sala) cuando llegó un señor”, relató Martha, para describir un diálogo que anticipaba una noticia que tendría impacto nacional.
“¿Usted es la que está recién ingresada?”, consultó el galeno.
“Sí”, respondió la hondureña.
El médico después envió a Martha a un cuarto solo para transmitirle la noticia para el olvido.
“¿Sabe que usted tiene coronavirus?”.
¿Se lo consultaba o se lo notificaba? Martha no distinguía cuál era el mensaje, pero en todo caso “yo me asusté, para mí fue algo sorprendente y horroroso porque yo había escuchado allá en las noticias en España, que era terrible”.
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“¿Y usted cómo me puede decir eso si no me ha hecho exámenes?”, replicó ella.
“Señores, ustedes bien sabían que no tenían ni reactivos y estaban buscando que alguien llegara de otro país para echarle la culpa y como yo venía vulnerable porque venía embarazada, les caí como anillo al dedo”, expresó a este medio.
A las 4:00 de la tarde de ese mismo día la trasladaron en una ambulancia y bajo un fuerte dispositivo de bioseguridad al Instituto Nacional Cardiopulmonar (INCP), donde la ingresaron a una sala.
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Ella no comprendía lo que sucedía, estaba aterrada, en lo que iba ingresando a ese centro asistencial escuchó a varias personas que gritaron: “Mátenla, mátenla”.
Al día siguiente, a las 9:00 de la mañana le tomaron una muestra de hisopado para confirmar o descartar si era portadora de coronavirus.
“Allí me tuvieron y siempre me estuvieron revisando la presión porque seguía alta, en el Tórax me trataron muy bien, muy especiales todas las enfermedades y doctores”, calificó.
La madrugada del miércoles 11 de marzo las autoridades sanitarias salieron al paso y brindaron una conferencia de prensa donde informaron que Honduras confirmaba sus primeros dos casos de coronavirus.
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Uno de esos casos era Martha, asintomática, quien desde ese entonces fue llamada como la paciente cero (la primera persona con el virus en el país), lo cual ha marcado su vida.
“Si traje o no el covid-19 no me merecía que me trataran así, me hubieran tenido el tiempo necesario ingresada y me hubieran tratado, pero jamás me hubieran denigrado a mí y a toda mi familia y a mis vecinos de la colonia Abraham Lincoln”, cuestionó la señora.
Si se siente culpable es tal vez por ignorar lo que sufría: “Pido una disculpa porque yo no quise hacer un daño a nadie, si yo hubiese sabido que estaba enferma jamás me hubiera venido a querer enfermar a mi familia ni a nadie porque yo sé que si tengo algo debo estar aislada”.
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El otro caso positivo, detectado mediante prueba PCR, fue una mujer de 37 años, quien llegó al país el 5 de marzo vía aérea por el aeropuerto Ramón Villeda Morales de La Lima, Cortés, en un vuelo procedente de Suiza.
Esta paciente tuvo un cuadro leve de la infección y estuvo aislada en su casa bajo vigilancia médica, donde se recuperó satisfactoriamente de coronavirus.
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Hospitalizan a su madre
Doña María, madre de Martha, tenía en ese entonces 64 años y también fue ingresada al Tórax con una sintomatología leve, quién resultó positiva al virus en la prueba que le realizaron.
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Madre e hija solo estuvieron cuatro días juntas en el centro asistencial porque Martha tuvo que ser trasladada al Hospital San Felipe. Mientras que la señora de la tercera edad recibió el alta médica días después de 14 días de estar interna.
Alejandro, esposo de Marta, también resultó positivo a la prueba que le realizaron, pero cursó su proceso viral en su casa y sus hijos resultaron negativos.
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Martha permaneció en observación en el Tórax hasta el 16 de marzo, pues ese día determinaron trasladarla al Hospital San Felipe para el proceso del parto.
Lamentó que todavía ciertas personas cuando la ven la responsabilizan de haberse enfermado por ella y la tildan de “asesina”, por la pérdida de familiares a causa del virus.
A diario lucha para no caer en la depresión y la ansiedad para mantenerse fuerte y, pese a que no tienen empleo, no se rendirán para sacar adelante a su amada familia, quien la impulsó a viajar a España por un mejor futuro.
Parada en la puerta de su vivienda, su niño de dos años corrió hacia ella, lo abrazó fuerte, le acarició su cabello y le dijo al oído: ¨Vamos a salir adelante, mi amor¨.
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