El artista, un cantante barítono cuyo verdadero nombre era Neville Livingston, formó The Wailers en 1963 con los superastros Bob Marley y Peter Tosh cuando vivían en un barrio pobre de la capital de Kingston. Juntos alcanzaron la fama internacional con el álbum “Catch a Fire”. Además de música, los Wailers y otros artistas rasta popularizaron la cultura rastafari entre los jamaiquinos acomodados en la década de 1970.
“Jah-B era un vanguardista, siempre ampliando los límites de la expresión, ya sea a través de la canción, el estilo o la palabra hablada”, dijo Brian Paul Welsh, un músico local de reggae conocido como Blvk H3ro. “Sólo existió y podrá existir un solo Neville Livingston.”
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Wailer murió en el Andrews Memorial Hospital, en la parroquia jamaiquina de St Andrew, de complicaciones de un derrame cerebral que sufrió en julio, dijo su mánager, Maxine Stowe, a The Associated Press.
Su deceso se hizo sentir de inmediato alrededor del mundo. Figuras públicas y fans compartieron fotografías, música y recuerdos del renombrado artista galardonado con tres Grammy en redes sociales.
“La muerte de Bunny Wailer, el último de los Wailers originales, pone fin al periodo más vibrante de la experiencia musical de Jamaica”, escribió el político jamaiquino Peter Phillips en Facebook. “Bunny fue un hermano jamaiquino bueno y consciente”.
El primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, también rindió homenaje a Wailer, a quien llamó “un respetado personaje ilustre de la escena musical jamaiquina” en una serie de tuits.
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“Esta es una gran pérdida para Jamaica y para el reggae. Indudablemente Bunny Wailer siempre será recordado por su destacada contribución a la industria musical y a la cultura de Jamaica”, escribió Holness.
Aunque recorrió el mundo con su música, Wailer se sentía más a gusto en las montañas de Jamaica y disfrutaba cultivar la tierra mientras escribía y grababa canciones bajo su sello, Solomonic.
“Creo que me gusta el campo de hecho un poco más que la ciudad″, dijo a The Associated Press en 1989. “Tiene más que ver con la vida, la salud y la fuerza. La ciudad te quita eso a veces. El campo es bueno para la meditación. Tiene comida fresca y una atmósfera fresca. Eso te mantiene en marcha″.
Un año antes, en 1988, alquiló un avión llevó comida para aquellos afectados por el huracán Gilbert en su país.
“A veces la gente le presta menos atención a esas cosas (comida), pero resulta que son lo más importante”, dijo a AP. “Yo soy un agricultor”.
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