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El teatro depende de los actores

El teatro en Honduras se ha visto ensombrecido por la falta de recursos estatales, pocos espacios y la débil formación académica. Haya o no políticas culturales o recursos, los teatristas seguirán en pie de lucha.

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01.06.2012

SERIE 2/2

El teatro sufre transformaciones, es sensible a los problemas de un país y es una voz que transmite un mensaje a la sociedad.

Pero tal parece que la sociedad se ha hecho ciega y sorda, la sensibilidad ha quedado congelada y la responsabilidad con el desarrollo del arte quedó dentro de una gaveta en alguna oficina del Estado.

A pesar de todo eso, el teatro sigue ahí y, aunque falten políticas culturales, seguirá surgiendo.

El teatro en Honduras

Los antecedentes del teatro profesional hondureño se remontan a 1950, “no podemos decir que en Honduras existía una actividad profesional teatral antes de los años 50, lo que existían eran compañías extranjeras españolas que venían y se presentaban en el Teatro Nacional Manuel Bonilla (TNMB)”, expresó Tito Ochoa, director del Teatro Memorias.

Y personas como Francisco Salvador Aguilar, quien había realizado estudios de teatro fuera de Honduras, comienzan a desarrollar una actividad teatral con rasgos profesionales.

En 1968, el gobierno de Oswaldo López decidió instalar por decreto legislativo la Compañía Nacional de Teatro, teniendo como sede el TNMB, “con un equipo de actores y directores que pudieran dirigir, montar y representar obras teatrales, eso realizó un impulso en aquella época, en los 60 y 70”, apuntó Ochoa.

El movimiento teatral estuvo inclinado a las creaciones colectivas y la puesta en escena de obras de autores clásicos y contemporáneos, pero con una visión propia, más local.

Personajes como Lucy Ondina, Francisco Aguilar, Salvador Lara, Ricardo Redondo Licona, entre otros, “son los que van a emprender ese proceso de la Compañía Nacional de Teatro”.

El Teatro Universitario de Honduras (TUH), y el Tespis (teatro de la Escuela Superior del Profesorado), son solo dos de los grupos que figuraban en el teatro hondureño de aquellos años.

Pero en los años 80 y 90 se produce un giro importante. La compañía nacional ya no estaba en funciones, y el teatro se tornó semiprofesional “los grandes pioneros de los 60 y 70 si bien obtenían remuneración por sus presentaciones, las mismas no eran suficientes para dedicarse en exclusividad al teatro, generalmente eran personas que tenían ‘otra’ profesión y un gran amor al teatro”, dijo Mario Jaén, actor, director y dramaturgo.

Pero el inicio de la década de 1990 trajo consigo a una nueva generación de actores, dentro de la cual estaban Edgar Valeriano, Carla Núñez y Danilo Lagos, entre otros, y esta gente joven es la que funda el Grupo Teatral Bambú (GTB).

Para ese tiempo los esfuerzos por rescatar la Compañía Nacional de Teatro (ya desaparecida), quedaban en subsidios para grupos teatrales, en 1995 y 1997, “pero dar subsidios no significa que era una compañía”, acotó Ochoa.

En esa época la Escuela Nacional de Teatro realizó nueve montajes y giras por Guatemala, El Salvador y Colombia.

Y así se mantuvo el teatro a finales del 90 y principios del 2000, sobreviviendo gracias al esfuerzo independiente de los teatristas.

El conflicto político del 2009 fue un golpe duro para la actividad teatral “porque en ese momento no tiene sentido el teatro”, expresó Ochoa. Los actores tomaron decisiones y su postura estuvo en contra de lo sucedido, no obstante, “los actores no tomamos posiciones partidistas ni electoreras, porque eso nos quita la posibilidad de denunciar”.

SERIE 1/2: El amor por las tablas impulsa a los actores centroamericanos

Acciones concretas

Los problemas que enfrenta el teatro hondureño no comienzan en el 2009, ya que esa indiferencia estatal es algo que los sigue desde el inicio.

Al igual que otros países centroamericanos, el teatro en Honduras se ha visto ensombrecido por la falta de recursos estatales, pocos espacios y la débil formación académica.

“Vamos a ver cambios hasta que tengamos una política de Estado que en realidad defina una política cultural y social, pero que la deje permanente, y que no cambie con cada gobierno”, manifestó Luisa Cruz, del GTB, y agregó que mientras continúe la improvisación en el gobierno, el teatro sobrevivirá por iniciativas independientes.

Ochoa considera que la política cultural en favor del teatro debe tener cuatro pilares: la formación, investigación, creación y extensión; y agregó que no pide apoyo “lo que pido es institucionalidad”, y que el teatro no sea considerado un oficio, sino una profesión. Esto en relación a que el título de la Escuela Nacional de Teatro no es reconocido por la Secretaría de Educación.

Y a este tema se refirió también Mario Jaén, quien dijo que la formación teatral de Honduras es de las peores en Centroamérica, “no hay un centro de formación media ni universitaria debidamente reconocido”, y agregó que la escuela de teatro funciona con un presupuesto “que no les alcanza ni para un dulce, y en donde los maestros, muchos de ellos sin titulación, devengan sueldos inferiores al salario mínimo”.

Y en relación a políticas, Jaén, compartió que ya hay iniciativas encaminadas por organismos internacionales como la ONU y la propia Comunidad Hondureña de Teatristas (Comhte), que han diseñado una Ley de Teatro, que “lamentablemente no ha podido encontrar apoyo por parte de ninguna entidad nacional o internacional para su implementación”.

Es así que la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes (SCAD) es como un fantasma en el teatro hondureño, y tan poca ha sido su participación en el desarrollo de este, que si desaparece “no nos afecta en nada a ninguno de nosotros, porque ese ministerio no aporta nada” finalizó Ochoa.

“Nos vamos a morir nosotros y el teatro seguirá existiendo”

El teatro en El Salvador ha sufrido procesos que arrastran consigo el retroceso en esta disciplina de las artes escénicas.

Y al igual que Guatemala, la guerra fue una etapa de oscurantismo en el teatro salvadoreño. Dinora Alfaro de La Bocha Teatro, expresó que después de la guerra civil el teatro cambió el curso de su historia, porque la nueva generación no quería seguir levantando esa bandera ideológica que marcaba las propuestas teatrales.

“Hubo mucha efervescencia, y a pesar de todo hubo apoyo, hubo muchos proyectos interesantes, empezamos a desarrollar caravanas nacionales de teatro donde llevábamos teatro por todas partes, a lugares donde jamás llegaba”, dijo la actriz.

Pero desde hace algunos años ha sido tal el retroceso que experimentan, que Óscar Guardado, de La Bocha Teatro, expresó que “de cinco años para acá hemos tenido una debacle horrible, total”.

De eventos como el Festival Centroamericano de Teatro, el Festival Infantil de Teatro y la Caravana Nacional de Teatro, solo quedan los recuerdos.

Y qué decir de la profesionalización, si esta ni siquiera existe a un nivel formal en El Salvador. No obstante, la calidad y el nivel que ha alcanzado el teatro de este país ha sido por esfuerzo de los propios actores, quienes ven en la visita de compañías internacionales e instructores, una oportunidad de desarrollo que se convierte en ese sustento que les permite poner en marcha producciones nuevas.

La situación es grave, no solo porque el Estado y la empresa privada se han visto muy mal con el apoyo, sino porque esto ha provocado que hasta las organizaciones internacionales hayan retirado los recursos que alguna vez destinaron a esta disciplina al ver la indiferencia estatal.
Los teatristas no piden que los mantengan “sino más bien abrir los espacios que como gobierno tienen obligación de tenerlos. Se nos han muerto generaciones de actores, nos vamos a morir nosotros y el teatro va a seguir existiendo, eso no depende de ningún gobierno, de ninguna sociedad, depende de nosotros, los artistas.

El teatro va a existir al margen de golpes de Estado, al margen de gobiernos corruptos, lo que queremos es autoridades responsables que cumplan con su función”.

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