A finales del siglo XIX ser poeta o escritor en Honduras era estar “condenado a ser poco más que un majadero”, o al menos así lo expresó Froylán Turcios, tal y como lo cita el poeta José Antonio Funes en su libro “Froylán Turcios y el modernismo en Honduras”.
Pero este sentir de Turcios no le impidió ser uno de los escritores más reconocidos de Honduras, tanto dentro como fuera de sus fronteras. Más de cien años han pasado desde esa expresión del poeta y la situación de la literatura en Honduras ha cambiado, aunque no tanto como desean los escritores.
Y es para hablar de la situación y futuro de la literatura hondureña que consultamos a los escritores Eduardo Bähr, Rigoberto Paredes, Jéssica Sánchez y Carlos Ordóñez.
¿Cuáles son las luchas de los escritores?
Desde las primeras publicaciones literarias en el siglo XIX hasta las del siglo XXI, una misma lucha han tenido los escritores, y el poeta Paredes expresó en relación a esto que “creo que las luchas más importantes que se han llevado a cabo es por darse un lugar, por tener un espacio digno”, y agregó que las acciones por lograrlo se han dado desde poetas tan viejos como Juan Ramón Molina hasta el más joven de estos tiempos.
Y mencionó las luchas “heroicas” de Molina y Turcios por abrirse un espacio: “andaban comunicándose con el mundo exterior por cartas, por periódicos, revistas que a ellos les llegaban, o que ellos mismos hacían con mucho esfuerzo, son luchas heroicas que han sucedido, en el sentido de darse un lugar y darse a conocer, porque si no te das a conocer no te dan nada”.
En la actualidad ese deseo de que la literatura tenga rostro y palabra no se ha esfumado, los escritores publican pese a todo y lo hacen con obras de calidad. Nuevos nombres surgen en el ámbito literario y han demostrado que en Honduras para ser escritor se necesita algo más que talento.
“Dice mi querido Juan Carlos Mestre, en un poema de ‘La casa roja’, que ‘no basta con tener talento, incluso es contraproducente’. Y la verdad es que el talento es secundario cuando existe la necesidad y la decisión de cumplir con el encargo de las palabras, que no es otro que restituir los significados que el poder y la demagogia se esmeran en deformar para crear un pensamiento único, donde palabras como ‘dignidad’ y ‘libertad’ son vanos sustantivos corroídos por la lengua de óxido de los micrófonos y los medios masivos... Yo creo que para ser poeta es necesario ser valiente, es necesario soportar el peso y la responsabilidad del lenguaje, porque aunque la poesía no modifique las grandes estructuras sociales, estoy seguro que intensifica el pensamiento. Y solo el pensamiento nos hace libres”, apuntó Ordóñez.
Esa responsabilidad en el oficio es difícil de sobrellevar en un país donde la labor literaria no es considerada como tal, “cuando uno escribe no te consideran que eso sea un oficio, escribir es un oficio, y piensan que como uno no tiene nada que hacer entonces escribe”, dijo Paredes. Esa es una de las grandes desventajas de ser escritor en Honduras, y a esta se suma el hecho de no publicar cuando se quiere.
“Yo tengo tres libros inéditos, pero se gasta un montón de dinero, y aquí vas a una institución y te dicen que la poesía no se vende, es posible que no se venda, pero ese no es problema mío”, señaló. “La mayor parte de los escritores no tienen un buen ritmo, escriben un libro, lo publican en dos o tres años y tardan unos cinco años más en ser reconocidos, y si los llevan a las librerías venden un libro cada dos o tres meses”, dijo Bähr.
Para Sánchez el proceso para publicar un libro no es tan difícil, el problema es que se tiene que hacer a nivel personal. “Aquí no hay editoriales donde usted puede llevar la obra y decir evalúenla y publíquenla, realmente siempre hay que poner recursos propios, eso por un lado.
Por otro lado, aquí en Honduras las editoriales están todavía en proceso, y a veces se recurre a editoriales extranjeras por el tema de la calidad de los trabajos; y lo otro es la censura interna, usted tiene su trabajo y dice: ‘bueno, de aquí a que lo publique’, es como dar el salto, enfrentarse a la crítica y decir sí pero no, para mí es el proceso que lleva más años”. Y en referencia al tiempo que se puede llevar publicar un libro, Ordóñez expresó que “en Honduras, lamentablemente, hasta donde sé, la autoedición es casi la única vía.
Otra posibilidad es irse al exilio, morir en un bar de El Salvador llamado ‘Los Estados Unidos’ y que un amigo llamado Froylán tenga la bondad de gestionar la publicación de tu único libro (hay libros que ya nacen bajo el signo de la postrimería), como fue el caso de Juan Ramón Molina.
La historia de la poesía está llena de autores inéditos que nunca vieron su obra publicada. Así que puede llevar un par de semanas en una imprenta de Tegucigalpa, como puede llevar toda una vida e incluso toda la muerte. No hay fórmulas”.