NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS.- El viento barre el cementerio de Gray Horse, en tierras del pueblo nativo americano Osage, al norte de Oklahoma. Mientras las águilas surcan el cielo, Margie Burkhart señala las tumbas de sus antepasados asesinados hace un siglo.
La tragedia que afectó a su familia constituye el argumento de la nueva película de Martin Scorsese, Killers of the Flower Moon (“Los asesinos de la luna”), basada en el bestseller homónimo.
Mollie Burkhart, la abuela de Margie, interpretada en la pantalla por la actriz nativa americana Lily Gladstone, vio cómo varios miembros de su familia (su madre, sus hermanas, su cuñado) fueron asesinados, uno tras otro, en los años 1920.
“Eligieron metódicamente a quién matar”, dijo Margie Burkhart a la AFP.
Los responsables de los crímenes fueron el propio marido de Mollie, Ernest Burkhart, interpretado en el filme por Leonardo DiCaprio, y su tío William Hale (Robert De Niro), dos colonos blancos deseosos de hacerse con los títulos de explotación petrolera de esta familia nativa.
Codicia
A principios del siglo XX, las torres de perforación cubrían las praderas de la región a lo largo de decenas de kilómetros luego de que se descubriera uno de los yacimientos petrolíferos más grandes de Estados Unidos.
Los Osage tenían la exclusividad de la explotación de esta inesperada riqueza. Los derechos no podían transmitirse ni venderse, sólo heredarse.
“Los Osage eran considerados entonces el pueblo más rico del mundo”, dice Kathryn Red Corn en la casa construida por su bisabuelo Osage en Pawhuska, la sede del actual gobierno tribal.
A la zona llegaron forasteros, en especial colonos blancos, con la intención de casarse con integrantes de esta tribu sólo por su dinero, continúa esta octogenaria de pelo color azabache, ojos penetrantes, cara cuadrada y pendientes de plata en las orejas.
“Los asesinaban y luego heredaban sus posesiones”, añade, sentada en su salón decorado con arte Osage y fotografías en blanco y negro de sus antepasados.
Su abuelo, Raymond Red Corn padre, también Osage, sospechaba que su segunda esposa, una mujer blanca, lo estaba envenenando. Murió a comienzos de los 1920 de la noche a la mañana. Tenía poco más de 40 años y gozaba de buena salud, recuerda Kathryn. No se llevó a cabo ninguna investigación.
Cuando asistió a una proyección privada de la película de Scorese, en el verano boreal, Margie Burkhart no pudo evitar revivir con fuerza la indignación que la acompaña desde siempre.
“Me quitaron a mis tías abuelas. Podría haber tenido una gran familia. Podría haber tenido muchos primos, sobrinas, sobrinos, pero crecí sin ellos”, dice con un nudo en la garganta.
“William Hale no necesitaba hacer lo que hizo. Era uno de los hombres más ricos del condado de Osage. Tenía mucho ganado. Mucho dinero”. Asesinó “por simple codicia”.
Sin justicia
“Sencillamente porque eran nativos americanos, sus vidas tenían menos valor”, resume con amargura Jim Gray, cuyo bisabuelo Henry Roan fue asesinado en 1923. Un crimen también orquestado por William Hale para cobrar un seguro de vida.
Sólo el 5% de los asesinatos de Osage cometidos en los años 20 del siglo pasado fueron objeto de investigación federal, estimó Jim Gray, quien sirvió como jefe de la Nación Osage entre 2002 y 2010.
“No ha habido justicia para estas familias”, dijo en Skiatook, al norte de Tulsa, admitiendo que cuando se enteró que Hollywood estaba interesado en este doloroso pasado lo invadió la ansiedad.
“¿Íbamos a convertirnos en actores secundarios de nuestra propia historia? Imagínense nuestra sorpresa cuando Scorsese se contactó con nosotros, habló con nosotros, nos escuchó y reescribió gran parte del guión”.
Inicialmente el guión debía centrarse en la investigación federal, pero finalmente se centró en la pareja Mollie-Ernest.
“Cuando vean la película sentirán la influencia de los Osage”, dice Gray. Él aspira a que el estreno del largometraje genere conciencia sobre “las personas que han sido pisoteadas” para que Estados Unidos se convierta en “lo que es hoy”.
“Probablemente la gente no quiera hablar de ello. No está en nuestros libros de historia, pero debemos conocer nuestro pasado, especialmente sus errores, para no repetirlos”, sostiene.
Margie Burkhart también espera que el drama vivido por los Osage no sea olvidado. “Dentro de dos o tres años, cuando la película ya no sea noticia, espero que la gente siga hablando de ella”, concluye.