Lienzos vestidos de historia narran precedentes y destacan personajes. Cuadros pintorescos cuentan tradiciones y replican memorias entre comunidades. Obras se bañan con la riqueza natural que conceden la flora y la fauna. Así se pinta Honduras en el pincel de Román Murillo.
En ocasión al mes de la Patria, resaltar la labor de compatriotas que promueven sentimientos de orgullo, pertenencia y reconocimiento por su tierra, su gente y todo aquello que contribuye a forjar una identidad nacional, sigue siendo un compromiso. El más destacado acuarelista del país es claro ejemplo de ello.
“Una cosa lleva a la otra. Yo como pintor me he acostumbrado a pintar casi de todo un poco. Eso ha llevado a que mis retratos sean de preferencia entre el público general y en instituciones gubernamentales. Pero, indudablemente, pintar a Honduras tiene un significado muy especial para mí”, introduce.
Su trabajo se diluye entre dos líneas. La primera, más comercial, caracterizada por retratos y paisajes; y una segunda de naturaleza más intrínseca. “Con los murales he logrado recoger mis dos mundos y mostrarlos casi como documentos históricos. Para hacerlos me he dedicado a leer de muchas cosas que no sabía y de otras que necesitaba entender mejor”, explica.
El pintor menciona que antes de atreverse a pintar un mural patriótico se aboca a sus referencias de confianza en el tema: el escritor Julio Escoto y el historiador Jorge Amaya. “Son las dos personas que puedo identificar como mis mentores en temas de historia, para poder recrear una escena antigua o tratar de plasmar a los personajes de manera respetable”, apunta.
“Cuando yo veo esos murales, los interpreto como historias contadas en un lienzo, pues no los pinto en pared, directamente. Y aunque en el pasado tuve miedo de sacar cuadros un poco más oscuros, porque la gente me conoce colores muy vivos y contrastantes, estos eran temas más serios, de la historia de nuestro país, que tenían que llevar un contrapeso también por escrito”, detalla.
Otras influencias
Murillo hace una retrospectiva sobre el recorrido que ha emprendido en casi todo Honduras desde que tenía 16 años. “Definitivamente, en todos los departamentos que he visitado he visto cómo en cada rincón hay un accionar distinto”, reflexiona.
Leer, documentarse, consultar expertos y viajar con los ojos muy despiertos han sido aspectos elementales en la consolidación de su legado en la acuarela y más tarde en el acrílico. “Cuando yo decido pintar por mi propia cuenta, me doy a la tarea de entender lo bonito que es nuestro país, y en eso me he basado para proyectar mi obra”, apunta.
Por otra parte, el pintor estadounidense Norman Rockwell, quien pintaba las escenas de la vida cotidiana de Estados Unidos en la época de 1950, también ha sido inspiración para él. “Sus obras fueron referencia visual en la icónica cinta Forrest Gump (1994). Ver cómo enfocaba su trabajo me llamó mucho la atención, al punto de querer adoptar ese mismo estilo, pero basándome en Honduras y su historia”, contextualiza.
Igualmente, existe la grandísima influencia de su tío, el recordado paisajista hondureño Ulises Rivera. “Ulises pintó a Honduras en muchos de sus lugares. Algunos ni siquiera estaban declarados como turísticos, pero él viajaba mucho y veía algo en ellos. Al final se concentró en los paisajes más rurales, algo que yo igual hago”, menciona.
Representación
“Honduras, mi patria querida” (2018) ha sido, en opinión de Murillo, su muestra más exitosa a nivel particular, tras haberse expuesto en una de las ciudades más grandes de Estados Unidos, Chicago. “Aunque he tenido el placer de ver llenos en Tegucigalpa y aquí en San Pedro Sula, no me lo esperaba en el extranjero. La muestra fue muy bien recibida, pude mostrar rasgos del país, y para mí ese reconocimiento fue muy importante”, comparte.
Guacamayas, venados cola blanca y orquídeas dan color y vida a sus piezas. Iglesias, baronesas, hombres y mujeres del campo dignifican herencias. El indio Lempira, Francisco Morazán y José Cecilio del Valle han figurado en sus murales. Pero Murillo asegura que le falta retratar a un sir Salvador Moncada, a una María Elena Bottazzi y a muchas más personas con valores y talentos que también le han dado mucho a su país.