Así lo afirmó la psicóloga Patricia Mackay, quien, en entrevista con Superguía Salud y en el marco de la campaña #bastadebullying organizada por EL HERALDO, alertó sobre los riesgos en la salud física y mental que se esconden detrás del silencio y el desconocimento.
“Hay muchas conductas que se pueden ver de manera aislada, pero que en un punto determinado se vuelven un patrón y juntas hacen al bullying. Algunos padres las ven como quejas aisladas y en realidad detrás de cada una de estas hay indicadores claros; hay que tomarlas muy en serio”, introdujo.
En palabras de la experta, los pequeños que se ponen tristes, se aíslan del contexto social, ya no llevan a jugar a sus amigos a la casa, no les hablan por teléfono y tampoco platican por redes sociales podrían estar siendo afectados. “El niño comienza a fingir que está enfermo, sino es que realmente lo está, quiere que lo cambien de escuela, empieza a bajar las calificaciones, socialmente ya no es una estrella, ya no quiere participar en actividades extracurriculares; es un decaimiento total”, explicó.
Pero los conflictos van mucho más allá. Según Mackay, una de las enfermedades más comunes a la que aún no se le encuentra causa es el asma idiopática (ataques de asma por somatización de la violencia), que así como las úlceras pépticas, la gastritis, el reflujo gastroesofágico, el bruxismo y demás patologías, están fuertemente ligadas al acoso escolar.
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“Las personas que sufren de bullying destruyen por completo su autoestima, su autovalor. Pasan de tener una postura recta y elegante a ser cabizbajas, su peso se ve alterado ya sea engordando o adelgazando, tiene un sueño intranquilo; las consecuencias de esto son tremendas”, agregó.
Mackay explicó también que su autoimagen decae tanto que muchas víctimas llegan a padecer en los inicios de la pubertad y la adolescencia, como en parte de la vida universitaria, de un trastorno dismórfico corporal. Algunas sufren hasta de anorexia y/o bulimia.
Sin embargo, el mayor de los peligros al no tratar el problema a tiempo puede derivar en un intento suicida o en un suicidio consumado, sobre todo en el sexo masculino. “Se tiende a creer en Honduras y en el resto del mundo que son las niñas y las adolescentes las que cometen más intentos suicidas, pero no, son los varones, en edad de pubertad y en la adultez joven, a causa del bullying recibido en la infancia”, aclaró.
“Yo he atendido a hombres de más de 50 años, grandes y fuertes, llorando toda la tragedia que sufrieron en sus escuelas y terminaron desertando del sistema educativo a raíz de esto. El bullying afecta la salud de tal manera que puede reducir de un 12 a 14% el tamaño de la amígdala cerebral. Solo hay que imaginar el impacto de la violencia consecutiva”, enfatizó.
La especialista recalcó que el bullying afecta, además, la anatomía, la psicofisiología, eleva el cortisol y todas las hormonas y neurotransmisores que se involucran en la respuesta de la alerta. El organismo de un niño, un adolescente o cualquier persona que vive bajo bullying es el mismo de aquel que vive en guerra, en combate activo.
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Medidas
Como primera medida de confrontación, Mackay opina que la Secretaría de Educación ya debería tener un protocolo capaz y socializado con todos los profesores del país, de las escuelas privadas, públicas y bilingües, que informe sobre los pasos a seguir en casos de acoso en un centro escolar. “No lo tenemos, parece mentira pero así es. Entonces, ¿cómo enseñarle a actuar a un personal educativo si estas dimensiones no son oficiales? Lo dejan a la creatividad de cada institución y esto no puede ser”, lamentó.“Todos debemos saber qué hacer ante una circunstancia como esta. Como en todas las violencias, hay que romper el silencio, hacer sentir a nuestros niños que pueden decir lo que sea, que van a ser escuchados, que van a ser tomados en cuenta, que no se les va a criticar y que se les va a guardar la confidencialidad”, añadió.
Asimismo, las víctimas tienen que sentir que se detiene la actividad violenta hacia ellas. La experta hizo énfasis en que hay que entender que el bullying lleva toda la intencionalidad de causar daño. “No son accidentes, son conductas planificadas, y el niño tiene que sentir que las personas que le han hecho daño van a recibir su castigo, y que se va a impedir que lo sigan molestando. Hay que llamar a los padres, presentarles las evidencias de que su hijo es un ofensor y un agresor de otros niños, e incorporarles una multa monetaria para evitar reincidencias pese a las medidas”, dijo.
Y sin que suene innecesario, se debe saber que tanto el niño que ha sufrido de este acoso escolar como aquel que lo ha provocado necesita ser remitido a tratamiento.
Ahora ya lo sabe, el bullying sí afecta la salud, tanto física como emocional, más de lo que cualquiera pueda pensar. Es tiempo de actuar.
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