TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El bullying dejó una profunda cicatriz en la piel y el alma del pequeño Aleck Joan Flores, pero no pudo con su espíritu guerrero.
Aún se le hace un nudo en la garganta y sus vivaces ojos color miel derraman lágrimas de dolor al recordar cómo otro niño le marcó la vida a sus cortos seis años.
Estaba en mi escuela, un día vi a un niño solito, me acerqué y le pregunté si podía ser su amigo. Él no respondió y solo me dio una patada, relata.
Sin embargo, este episodio fue el que encendió la alarma y avisó a sus familiares de que algo malo pasaba en la vida del quinto de siete hermanos.
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En su interior, Joan pedía ayuda a gritos pues no encontraba la salida para escapar del monstruo que tanto miedo le infundía. Aunque nunca dijo nada sobre la situación que lo atormentaba. Santos recuerda que su niño “pasaba triste y con mucho temor”.
A pesar del dolor que invade a esta familia capitalina al recordar ese trágico momento que marcó sus vidas, Mayra Santos abre por segunda vez la puerta de su casa a EL HERALDO.
“¡Hola! Pasen adelante, tomen asiento”, dice Mayra al equipo periodístico con un agradable tono de voz. Minutos después, Joan aparece dando pasos firmes desde una de las habitaciones de la acogedora vivienda.
¡Qué felicidad nos da verlo! Pues en esta ocasión, ya no lo acompañan sus incómodas muletas. El valiente jovencito ya camina por sí solo.
En febrero de 2019 fue sometido a una operación valorada en más de cien mil lempiras en el Hospital y Clínicas Viera, tras una campaña de apoyo que EL HERALDO realizó. La solidaridad de los hondureños hizo realidad el sueño de volver a caminar del menor y su familia.
Reviviendo una pesadilla
Al jovencito lo irrumpe la tristeza cuando recuerda que el día de la agresión “llegué adolorido a mi casa y a los tres días sentía un dolor más fuerte. Me llevaron a emergencias del Seguro Social y me dijeron que me tenían que poner un yeso”.Los médicos que lo atendieron informaron a sus parientes que se trataba de un esguince por lo que se le colocó un yeso.
Con el transcurrir de unos días todo parecía complicarse. Los dolores eran cada vez más insoportables, Joan dejó de caminar.
La pierna derecha se inflamó tanto que los galenos decidieron intervenirlo quirúrgicamente. “A Joan le dio osteomielitis -una bacteria que le comió la tibia- desde entonces se le han hecho 14 cirugías”, asegura al borde del llanto Eli Flores (31), su hermano mayor.
“A veces los doctores son un poco fríos para decir las cosas… a mi papá le dijeron que a mi hermano le iban a cortar la pierna”, dice acongojado.
El panorama no pintaba nada satisfactorio y con la llegada de la desesperante noticia sus padres se llenaban de angustia. No sabían qué ocurriría en la operación de su hijo, quien a sus seis años ya enfrentaba duras adversidades en la vida. Joan estaba dejando de ser un niño feliz...
Eli no contiene el llanto y confiesa que fue algo difícil para él porque, “Joan era solo un niño, tenía todo un futuro por delante. Lo primero que hice fue echarme a llorar en los brazos de mi papá”.
Con el corazón invadido por el desconsuelo y en medio de aquel entorno lleno de desesperanza, Eli le hizo mil preguntas a Dios. La principal era, ¿por qué a Joan? Le cuestionaba por qué no a él, que ya había disfrutado su infancia.
Mientras las interrogantes lo golpeaban, su padre, Alex Flores, también con el corazón hecho pedazos y envuelto en lágrimas, le decía una y otra vez: “Dios sabe lo que hace”.
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Un amargo cumpleaños y una difícil recuperación
El día de la intervención quirúrgica de Aleck Joan quedó marcado en la familia. La operación se desarrolló un 18 de julio de 2012, la misma fecha en la que el niño “festejaba” su cumpleaños. Esta vez lo hacía desde una camilla del IHSS.“Yo le dije a mi papá: ¡Qué cumpleaños el que está pasando Joan!”, recuerda su hermano con profunda tristeza.
La cirugía resultó bien y no hubo necesidad de amputar la pierna del menor. Al salir de la difícil operación, las primeras palabras que mencionó Joan fueron: “Yo perdono a ese niño”.
Los días pasaron y con ellos llegó el momento en el que Joan debía dejar el IHSS para enfrentarse a una dura, dolorosa y larga recuperación. Pese a la intervención quirúrgica, su pierna seguía en forma de “c”.
Los galenos indicaron que el niño debía iniciar con terapias que poco a poco le ayudarían a recobrar la movilidad apoyándose de sus muletas.
Siguiendo a pies juntillas las recomendaciones, Joan salía en ocasiones a realizar algún ejercicio frente a su casa, bajo la supervisión de un familiar.
“Un día estábamos afuera, en la calle, yo estaba lavando un carro y él (Joan) hacía ejercicio; de repente salió un perro grande a jugar y se le tiró encima de mi hermano. Lo primero que hice fue tirármele al perro, pero mi hermano se cayó y se golpeó la rodilla de la pierna fracturada”, narra Eli.
“Salimos otra vez para el Seguro Social y como ya lo conocían, lo ingresaron. La mamá, mi papá y Joan lloraban sin parar, yo en cambio tenía que hacerme el fuerte para tranquilizarlos”, detalla.
Todo se salía de control. Joan no estaba listo para volver a pasar por la tortura que para él representaba estar interno en un hospital; la fortaleza de Eli se derrumbó cuando Joan le dijo algo que lo marcó por completo…
“Le agarré la mano y me preguntó que por qué le había pasado esto a él, por qué le tocó esta vida. Yo solo le pude decir que le pidiera a Dios”, dice el joven entre sollozos, mientras observa a Joan, a quien también las lágrimas le habían borrado de su rostro esa tímida sonrisa.
“A mí me marcó porque… (el llanto le impide continuar con la entrevista) yo quiero a todos mis hermanos, pero él es especial, él con nosotros es… es único. Quizá con los demás tenemos nuestras diferencias y andamos un poquito retirados, pero él no, siempre busca la manera de ver cómo acercarnos, de decirnos que nos quiere e incluso hablarnos de Dios”.
Agrega que “el bullying marca de una manera enorme y gracias a Dios Joan tuvo el apoyo de su familia, pero hay niños que no tienen el apoyo o la confianza de hablar de ello”.
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La esperanza volvió…
Después de todo el sufrimiento al que esta esforzada familia se enfrentó, sus corazones nuevamente se han colmado de alegría y fe. La última operación a la que Joan se sometió el año pasado obtuvo resultados muy favorables. Hoy está tranquilo y camina con normalidad.“Lo único que le puedo decir es que es un milagro de Dios, la forma en cómo tenía él la pierna el año pasado y ahora verlo caminar sin ayuda de nadie es milagroso”, expresa Eli ya con un tono de voz más tranquilo.
“Le damos gracias a Dios porque esta vida que le tocó es porque Dios le da las batallas a las personas más fuertes. Yo le decía a mi papá: si a mí me hubiera tocado, yo no hubiera soportado, pero él aquí está y nos ha demostrado que es fuerte, que ha luchado y que aún con la marca de todo esto que le tocó, tiene las mismas ilusiones y la misma fuerza para seguir adelante”...
Se forma un músico
Pese a los siete años de lucha que lleva, Joan mantiene intacto ese corazón noble que posee. No deja de soñar, anhela convertirse en un gran músico y con ello cantar para Dios, ya ejecuta la guitarra y el piano.Este pequeño capitalino es el claro ejemplo de que, cuando menos se espera, las bendiciones de Dios llegan, tocan fuertemente y derriban los obstáculos que se piensan serían eternos.
“Quiero darle un mensaje a los niños que están con este tipo de problemas, que sigan su camino, que sigan adelante, que siempre hay una luz al final del túnel”, aconsejó Joan a los niños y niñas que están siendo víctimas del bullying.
Este monstruo plasmó una huella imborrable en su vida, pero no su futuro.
Del pequeño agresor poco o nada se sabe. La familia de Joan no lo denunció y prefirió cambiar a su hijo de centro educativo.
“A veces la gente ve desde afuera y dice, pero ¿por qué no tomaron acción?, ¿por qué esto? y ¿por qué lo otro?, pero hasta cuando se está en una situación de estas, ver cómo otra gente lastima a los demás, se da cuenta que el dolor es más fuerte”, reflexiona Eli.