Estados Unidos vivirá en 2024 las elecciones presidenciales más ajustadas del siglo. La contienda por la Casa Blanca ha estado llena de sorpresas y momentos sin precedentes: un expresidente que, tras perder la reelección hace cuatro años, vuelve a competir y en medio de la campaña enfrenta un intento de atentado; y, por otra parte, un presidente que decide renunciar a la reelección, presionado por su partido debido a su avanzada edad, para ceder la candidatura a su vicepresidenta.
Los últimos pronósticos de las encuestas y sondeos de opinión muestran un empate técnico entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump, con una ligera -muy ligera- ventaja para este último al 3 de noviembre (tras protagonizar una remontada).
Aunque más de 240 millones de ciudadanos están llamados a votar a lo largo de los 50 estados y el distrito de Columbia, los candidatos parecen jugarse sus últimas cartas en un puñado de votos correspondientes a electores indecisos en unos pocos estados, maximizando sus estrategias políticas.
Colegio Electoral
El sistema electoral de Estados Unidos es diferente al de otros países. Aunque los votantes marcan en la boleta por un candidato presidencial, al final de la jornada electoral en cada estado se determina a un ganador, y a este se le asignan los votos electorales (o delegados) correspondientes a ese estado.
Los ciudadanos no votan directamente por el presidente, sino que confían esta responsabilidad al Colegio Electoral.
Cada estado tiene un número determinado de votos electorales, que representan al partido o candidato que ganó la elección popular en dicho estado. Estos delegados se encargan de integrar el Colegio Electoral. Este órgano está compuesto por 538 votos electorales, y el candidato que alcance al menos 270 votos (la mayoría) es quien gana la elección presidencial.
La otra particularidad del sistema electoral estadounidense es que quien gana la elección en un estado se lleva todos los delegados, no se reparten proporcionalmente al porcentaje del voto popular.
Este esquema abre la puerta a que un contendiente puede ganar la elección en el Colegio Electoral, aunque haya perdido en la votación popular. Este escenario ya ocurrió en 2000 entre el republicano George Bush y el demócrata Al Gore (el primero ganó los electores, pese a perder el voto popular), y se reeditó en 2016 entre Trump y la demócrata Hillary Clinton (el republicano fue favorecido en el Colegio Electoral).
Y en parte explica por qué los pronósticos son tan inciertos y complejos en la actual carrera a la Casa Blanca. 538/ABC, un sitio web de análisis de encuestas de opinión y política, mide las tres dimensiones: intención de voto popular, tendencia del voto electoral y probabilidades de victoria para cada candidato.
Según su modelo probabilístico, si la elección se hubiera disputado el pasado 3 de noviembre, el republicano habría ganado en 53 de 100 escenarios simulados, mientras que la victoria para la demócrata habría ocurrido en 47 veces.
Estados
De los 50 estados más el distrito de Columbia de Estados Unidos, en esta elección hay siete que pueden definir la elección. Se les conoce como estados bisagras o claves (“swing state”, en inglés) porque no tienen un candidato claro en los sondeos e históricamente cambian de bando político.
Se perfilan como estados decisivos Pensilvania (con 19 votos electorales), Míchigan (16) , Wisconsin (10), Nevada (6), Carolina del Norte (15), Arizona (11) y Georgia (16). Entre todos suman 93 de los 270 votos electorales.
En particular, Pensilvania, Míchigan y Wisconsin, conocidos como parte del “Cinturón del óxido” por su pasado de industria, han sido decisivos en las dos últimas elecciones presidenciales (2016 y 2020).