Periodismo de Impacto

La ciudad argentina que se llenó de arboles frutales

El personal de cocina de ese centro sanitario solo tiene que caminar unos pocos metros, cada día de la semana, para proveerse en la huerta de verduras de hoja, hortalizas, fruta y hasta especias que nutrirán la dieta de los pacientes internados

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21.04.2019

BUENOS AIRES, ARGENTINA. -Es sábado y, con la ayuda de voluntarios, toca hundir los dedos en la tierra, arrancar yuyos, apuntalar los brotes, cosechar alguna fruta y también, por qué no, cortar con prolijidad un poco de ciboulette fresco que con su aroma enriquecerá la salsa de los tallarines del mediodía, ideales y necesarios para recuperar energías y seguir trabajando por la tarde en la huerta del Hospital Municipal Emilio Ferreyra, en la localidad de Necochea, provincia de Buenos Aires.

El personal de cocina de ese centro sanitario solo tiene que caminar unos pocos metros, cada día de la semana, para proveerse en la huerta de verduras de hoja, hortalizas, fruta y hasta especias que nutrirán la dieta de los pacientes internados.

Se trata de una producción 100% natural y con el valor agregado del aporte solidario de quienes dieron forma a Necochea Ciudad Frutal, un emprendimiento comprometido con la agroecología y, además, decidido a embellecer las veredas de esta ciudad argentina con árboles que produzcan frutos comestibles.

Juan García y Eugenia Podlesny se iniciaron en esta aventura que comenzó hace casi una década con un limonero que pretendían tener en el fondo de su casa y para el que ya no había suficiente lugar. Por eso pensaron en colocarlo en el frente de la vivienda, consultaron normativas en la municipalidad y se entusiasmaron con una idea que pudiera ser replicada por los distintos barrios.

“Nos planteábamos forestar el arbolado de línea con otras especies que no son las típicas ornamentales, siempre con la idea de generar alimentos que fueran accesibles para todos”, explican estos jóvenes que sumaron 13 colaboradores voluntarios. La mayoría de quienes hoy participan en esta cruzada tiene menos de 19 años.

Entonces, cuando daban los primeros pasos, se entusiasmaron aún más porque estudios daban cuenta que esta localidad balnearia, ubicada a 510 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, tenía un déficit de 10.000 árboles en su casco urbano.

Siempre desde la autogestión, el grupo Necochea Ciudad Frutal avanzó con su propuesta. Uno puso un cerezo, otro un limonero, y así las veredas se nutrieron de especies. Hasta ahora, llevan plantados unos 500 árboles frutales en espacios públicos.

“La idea no es otra que comer fruta fresca por la calle, como se ha hecho en otros lugares del mundo”, cuenta Podlesny, y cita en especial la experiencia “Incredible Edible” en Todmorden, Inglaterra, donde más de 80 espacios públicos de ese pequeño pueblo están reservados a huertas y plantaciones frutales de libre acceso y consumo para los vecinos.

Podlesny y García destacan que el proyecto colectiviza la necesidad individual de acceder y comer alimentos frescos y saludables, libres de agroquímicos. “Ir a la verdulería es exponerse a un montón de cosas”, explica García sobre las múltiples intervenciones con fertilizantes que la industria realiza sobre frutas y verduras.

La primera huerta comunitaria nació hace ocho años en el Club Rivadavia local, donde alguna vez había funcionado una cancha de pelota a paleta. El grupo de amigos, en muy pocos metros cuadrados, desplegó un mini invernadero, distintos tipos de canteros y desarrollo de múltiples especies. Los alumnos de escuelas de la zona iban de visita a aprender, o recibían en las aulas a estos emprendedores de la agroecología. “Ese rincón posibilitó un boom de vida saludable”, destaca Podlesny.

El acuerdo se terminó con un cambio de autoridades del club. El nuevo espacio que asomó fue en el predio del hospital municipal. Casi una hectárea llena de piedras, donde salían chispas cuando se intentaba enterrar una pala para abrir un surco. Pero como en esta historia no hay imposibles, trabajaron e hicieron del lugar una parcela de tierra rica y generosa.
Higos, limones, ciruelas y kinotos asoman según la estación.

La huerta perfuma con cebolla de verdeo, ciboulette, tomate, romero y decenas de otras especies. El ciruelo, por ejemplo, produce entre 100 y 120 kilos de fruta por año. El objetivo, con unos 70 nuevos brotes que crecen firmes y fuertes, es que el lugar se convierta en un bosque frutal.

“Son alimentos agroecológicos y tienen un valor agregado en las dietas de los pacientes”, insisten. Los niños y adolescentes que aprenden de esta experiencia y luego se convierten en voluntarios son garantía de continuidad de estas ideas. Preparan la tierra, desmalezan y también juegan entre los árboles de los que se proveerán a la hora de la merienda.
Compartir y multiplicar, de eso se trata.

Por eso Podlesny y García gestaron además un punto de encuentro para intercambio de semillas. Se instalan frente a la Biblioteca Municipal, donde canjean sus semillas con las de otros vecinos. Unas 300 personas participan de estos intercambios, todo sin una moneda de por medio y con el único compromiso que esa semilla germine en otro punto de la ciudad.
Además del material se buscó sumar conocimiento.

Por eso habilitaron lo que llaman una “biblioteca de semillas” con registros escritos que deja cada persona con recomendaciones para que, según su propia experiencia, esa especie que comparten eche raíces y crezca bien.

Desde Necochea Ciudad Frutal reconocen que el desafío no es fácil ni barato. La mano de obra está cubierta, pero hay que atender otros costos. Por eso, con lo que cosechan de los frutales, suelen producir mermeladas que luego venden en ferias.

La semilla del proyecto prendió y no solo en las veredas necochenses. El concepto también ganó espacio puertas adentro de las casas con un concurso de huertas domiciliarias. Un jurado recorre los patios, casa por casa, para evaluar y determinar quién se queda con un modestísimo premio en dinero y, mucho más valorado, una planta para sembrar. Para que la ciudad, poco a poco, avance en esa cultura del “sírvase usted mismo”.

Para que también deje ya de trascender fronteras por sus intensos vientos y se la conozca mucho más por sus calles plenas de árboles frutales libres de químicos que contaminan el medio ambiente.

Este artículo se publica como parte de Earth Beats, una iniciativa internacional y colaborativa que reúne a 18 medios de comunicación de todo el mundo para centrarse en soluciones a los desechos y la contaminación.

Contacto autor:
Darío Palavecino
Tel.: 54 0223 5 206641
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Contacto proyecto:
Eugenia de Ciudad Frutal
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