“Yo nunca me imaginé que iba a ir a vender en la calle, la experiencia ha sido dura pero enriquecedora como ser humano”, comenta con firmeza.
Y es que a él y su esposa Isabel Castro también les tocó aprender a emprender en medio de la pandemia por covid-19 y empezaron a producir y vender buñuelos, taiyakis japoneses y tequeños venezolanos para sobrevivir.
Hace cuatro meses el matrimonio Amador-Castro se vio obligado “por una gran necesidad” que enfrentaban -ambos enfermaron-, vendieron la maquinaria industrial con la que elaboraban productos gourmet.
A una cuadra de mi casa hay un joven que vende frutas en un carro y sin conocerlo le pedí que me dejara estar cerca.' |
Cuando el producto está terminado, don Manuel lo comercializa en una de las esquinas de la primera calle, una cuadra abajo de Plaza Loarque.
Allí le hace compañía a un humilde vendedor de frutas, quien también para salir adelante ofrece sus productos a las personas que circulan por el sector.