El principal escudo para contener el mortal virus del covid-19 ha puesto a prueba el ingenio y la creatividad de miles de catrachos hasta convertirlos en propios jefes y hasta ofrecer un empleo a otro.
En Puerto Lempira está el más claro ejemplo y de manos de 11 laboriosas mujeres misquitas, quienes han encontrado en este necesario artículo de protección facial la vía perfecta de generar ingresos y llevar alimentos a sus hogares.
Necesitamos sobreponernos a la crisis y con las mascarillas hacemos de paso nuestro aporte en la protección.' |
La vasta experiencia que tienen en telas, hilos y texturas les abrió las puertas en la confección de mascarillas, una actividad comercial que les llegó como anillo al dedo.
Desde el patio de sus casas donde han instalado su máquina de pedal, a diario confeccionan entre 25 a 30 mascarillas, hasta llegar a las cinco mil ejemplares para el proyecto PIAH financiado por la Unión Europea para ser distribuidas a 700 mujeres y jóvenes de otras iniciativas empresariales, que les permita realizar sus actividades comerciales bajo medidas de bioseguridad.
Antes de la pandemia, doña Lidia García, por ejemplo, se dedicaba a confeccionar prendas de vestir y ropa de cama o cocinaba empanadas y vendía de casa en casa. Ahora, cada cubreboca que elabora con sus socias está hecho a base de lucha, tenacidad y esperanza.