Según la Agencia francesa de Medio Ambiente y Gestión de la Energía (ADEME), el mercado es enorme: en Francia se tiran 10 millones de toneladas de alimentos al año. Los productores y fabricantes industriales son responsables del 53% de estos residuos, mientras que los distribuidores y consumidores finales arrojan el 47% restante a la basura. Un desperdicio que contribuye a la sobreexplotación de recursos naturales como el agua y las tierras agrícolas.
Con el objetivo de evitar el despilfarro tanto de alimentos como de recursos, los emprendedores franceses Charles Lottmann y Vincent Justin crearon la cadena de tiendas de comestibles para vender los productos que otros consideran invendibles. La idea fue de Lottmann, quien llevaba un año trabajando en Phénix, una empresa francesa que lucha contra los residuos de alimentos, con la marca Les gueules cassées ('Rostros rotos'), vendiendo frutas y verduras con “imperfecciones faciales” a precios reducidos en los supermercados. Justin aportó su experiencia empresarial a la aventura.
El dúo reunió sus ahorros, dinero de familiares y amigos, y negociaron con Phénix para que participase de la primera etapa financiera del emprendimiento. La primera tienda abrió en mayo de 2018 en Melesse, cerca de Rennes (en la región de Bretaña, al noroeste de Francia). Tras su éxito, el pasado mes de noviembre una segunda tienda abrió sus puertas en Saint Jouan-des-Guérets, cerca de Saint-Malo (costa norte de Bretaña). ¿Por qué Bretaña? 'Es la primera región agroalimentaria de Francia, con muchos productores que se han convertido en nuestros socios. Además, los habitantes de la región están muy al corriente de las cuestiones de desarrollo sostenible', explica Lottmann, presidente de la empresa.
La receta es simple, dice: 'Recogemos los productos no vendidos directamente de los productores. Ahora tenemos 200 proveedores, desde el pequeño productor del mercado local que entrega sus productos cada dos o tres días, hasta un gran fabricante de alimentos como Danone. Y el número crece cada semana'.
Desde frutas a verduras, pasando por los alimentos básicos de despensa, bebidas, alimentos congelados, carnes o pescados frescos e incluso productos de belleza e higiene (fin de serie, promociones o cajas dañadas), 'una familia de cuatro miembros puede comprar hasta el 75% de sus comestibles en estos mini-mercados', sostiene Lottmann. La selección de productos cambia de una semana a otra, por lo que los consumidores deben aprender a adaptarse. Y aunque no necesariamente encontrarán las mismas marcas que en un supermercado, la compensación podría valer la pena, ya que los precios en estas tiendas anti-desechos son un 30% más bajos que los de las marcas tradicionales. En teoría, esto permite que una familia de cuatro personas ahorre hasta 200 euros (227 dólares) al mes, asegura el presidente de la compañía.
Por ahora, el contenido de una canasta promedio cuesta alrededor de 25 euros. El precio medio por producto es de sólo un euro, lo que permite a los consumidores descubrir el nuevo concepto, que parece satisfacer, ya que la cantidad de clientes habituales ha ido en aumento día tras día. Una mezcla de cazadores de gangas y ciudadanos preocupados por el medio ambiente que hacen sus compras entre expositores de palets de madera, atractivos muebles de cartón reciclado y carritos de segunda mano.
En la página de Facebook de la tienda de Melesse, un cliente llamado Pierre aprueba esta 'bella iniciativa para combatir la aberración que supone el desperdicio de alimentos'. Aurore agradece a la tienda 'por dar a los consumidores la oportunidad de comprar productos que marcan la diferencia', y Caroline aprecia que 'puedes variar tus comidas, gracias a los diferentes artículos que llegan'.
Desde la tienda se jactan de tener un impacto positivo en el medio ambiente. De hecho, los 10 millones de toneladas de alimentos que se tiran cada año en Francia representan 15,3 millones de toneladas equivalentes de CO2. Lottmann dice que cada tienda de comestibles evita que hasta 35 toneladas de alimentos terminen en la basura cada mes, por ende que 81 toneladas de gases de efecto invernadero sean liberadas a la atmósfera.
'Ahora que hemos probado nuestro concepto, estamos lanzando una segunda ronda de financiación con los mismos accionistas, con el fin de pasar a nuestra verdadera fase de desarrollo', afirma. Lo que implica la apertura de dos nuevas tiendas: una en Rennes, a finales de abril, y otra en Laval, en el oeste de Francia, en junio. La empresa, que cuenta actualmente con 20 empleados, apunta a abrir unas 20 tiendas en los próximos tres años, ya sea directamente o a través de franquicias. Un concepto que podría extenderse más allá de Francia, teniendo en cuenta que el desperdicio de alimentos es problema omnipresente en países industrializados.
Este artículo se publica como parte de Earth Beats, una iniciativa internacional y colaborativa que reúne a 18 medios de comunicación de todo el mundo para centrarse en soluciones a los desechos y la contaminación.