Desafortunadamente, Javier Bonilla, murió deshidratado en el desierto. Su esposa, al haberle perdido la pista, decidió contactar a personas de derechos humanos, autoridades migratorias en ese país. Finalmente, logró contactar a un comandante para preguntarle si tenía registros de migrantes. Desgraciadamente, el efectivo le informó que solo tenían el reporte de una persona muerta. La describió como alguien de tez trigueña-clara y con una pulsera del club rotario de El Progreso, del cual formaba parte.