LEPATERIQUE, HONDURAS.- El tiempo ha pasado, pero el dolor en los familiares de las víctimas del accidente en el que pereció la hermana del expresidente Juan Orlando Hernández sigue ahí, al igual que algunos vestigios del percance.
La Unidad Investigativa de EL HERALDO Plus llegó a la inhóspita zona donde cayó el helicóptero tipo Ecuriel AS35 B3, propiedad de la Fuerza Aérea Hondureña y encontró algunas de sus piezas y hasta el pedazo de una prenda que pertenecería a la exfuncionaria.
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El camino para llegar al punto donde ocurrió la tragedia está repleto de lodo, monte y todo tipo de obstáculos, pues la aeronave se precipitó sobre la reserva biológica de Yerba Buena, en el municipio de Lepaterique, Francisco Morazán. El equipo de este rotativo tuvo que abrirse paso con un machete y acompañado por personas que residen cerca del lugar, pues son ellos quienes mejor conocen el área, que carece de vías para transitar.
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Una vez ahí, en medio de la maleza, se encontró una pequeña pieza de cuero de color azul y sobre la cual se inscribieron las iniciales “HH” en color plateado, que serían alusivas al nombre de la exministra de Estrategia y Comunicaciones, Hilda Hernández.
El trozo de cuero pertenecía -aparentemente- a una cartera tipo tarjetero, pero el resto de sus partes o el contenido que la hermana del expresidente portaba en él no fueron encontrados.
Además de esta pieza que sería una pertenencia de Hilda se hallaron también algunos trozos de la aeronave que piloteaban el teniente Iván Esaú Vásquez Portillo y el subteniente de aviación Gerson Díaz Nolasco.
El equipo de EL HERALDO vio pedazos de alfombra, de ropa y trozos de metal; además, cables achicharrados en medio de la maleza y cerca de ellos un árbol partido y ahumado con indicios de haber tomado fuego hace algún tiempo.
En la escena donde se cayó el helicóptero se colocó tiempo después un monumento en memoria de las víctimas. En él se leen los nombres de Hilda, Iván, Gerson y los de la seguridad que acompañaba a la exministra: la capitana de infantería Patricia Valladares y los militares Marco Banegas y Nahún Lagos.
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Se trata de una cruz blanca, grande y de cemento, sobre la cual se estampó una placa de cerámica gris. “Morir por la patria es vivir”, “Aquí pasaron a mejor vida quienes anduvieron haciendo el bien, que descansen en la paz del Señor”, decía en otro escrito.
Los imponentes árboles y el resto de la vegetación de la zona son hasta ahora los únicos testigos de lo que ocurrió, pues desde ese fatídico sábado 16 de diciembre, cuando Hilda y el resto de la tripulación viajaban desde Tegucigalpa hasta Comayagua, no se sabe qué ocurrió.
Las autoridades jamás emitieron un informe que detallara si el artefacto aéreo sufrió algún desperfecto e incluso, los familiares se quejaron de no haber podido ver los cadáveres, pues quedaron carbonizados.
Esto dio lugar al surgimiento de numerosas teorías que cinco años después siguen haciendo eco en Honduras.
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