TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Cubriendo rostros y ocultando sonrisas, las mascarillas emergieron como fieles compañeras de la población tras la llegada de la pandemia de covid-19 y como los expertos decían “se descartaban en cada salida”, pero hacer caso omiso -por desconocimiento o irresponsabilidad- al protocolo adecuado para deshacerse de ellas provocó un impacto en el medio ambiente y otra vez, en la salud de los seres humanos.
Ahora es común ver cubrebocas desechados en las montañas de basura de los vertederos, en las playas e incluso en el mismo suelo de las calles de Tegucigalpa, siendo una carga pesada que tarda hasta 450 años en descomponerse, según expertos.
Lo anterior se debe a sus fibras envueltas en capas de plástico, mismas que servían como guardianas de la salud para la crisis por el virus que se desencadenó en 2020 y se extendió por todo el mundo.
”Si las mascarillas desechables no se eliminan correctamente, pueden terminar en cuerpos de agua, donde se descomponen y liberan microplásticos. Estos microplásticos pueden ser ingeridos por la vida marina, lo que plantea preocupaciones sobre los posibles impactos en los ecosistemas acuáticos”, explicó a EL HERALDO Modesto Ochoa, presidente y miembro fundador del Comité para la Defensa y Desarrollo de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca (coddeffagolf).
Además, hay que tomar en cuenta que la adquisición de mascarillas creció considerablemente desde el 2020 por el auge de la pandemia, por lo que los intereses económicos sobrepasaron la salud y ahora arrasan con el medio ambiente.
Animales atrapados e intoxicados por sus telarañas protectoras, cambios drásticos en el clima por las emisiones de dióxido de carbono sumado a microbios invasivos que pueden propagarse por las partículas del plástico son algunas de sus consecuencias.
Protección responsable
Ante la aparición de la variante arcturus de covid-19 que supuestamente ya circula en Honduras, Ochoa recomienda a la población utilizar mascarillas reutilizables fabricadas con materiales sostenibles como algodón orgánico o telas biodegradables, pues estos elementos reducirá la generación de residuos y el impacto ambiental a largo plazo.
No obstante, este mecanismo es rechazado por algunos sectores ya que el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades indica que estas mascarillas bloquean solo el 51.4 % de las partículas de la tos que se transmiten por el aire, en comparación a las quirúrgicas que protegen en un 77%.
Además, apuntan que la mezcla de estas dos mascarillas protege en un 85%.
Asimismo, consideró que lo que el país necesita es un plan de acción nacional sobre el manejo de los desechos de mascarillas para evitar el impacto en el ambiente.
Por su parte, el doctor Carlos Umaña consideró que “la pandemia nos va a traer mucha contaminación por los equipos de bioseguridad que se usaron, lamentablemente estos productos tenían que ser impermeables y esto hace que la estructura con la que son fabricados tarde mucho tiempo en degradarse”.
El médico explicó que nadie tanto el personal de primera línea como la población no se percataron de la situación ambiental que se desencadenaría y el impacto en el ambiente. “Esto será un serio problema que la humanidad deberá enfrentar”, señaló.
Tres años después, cuando la pandemia dejó de considerarse una alerta mundial, las mascarillas han ido deteriorando al medio ambiente, que sigue siendo víctima silenciosa de nuestra propia supervivencia y mostrando su fragilidad ante las prácticas humanas.