TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La pobreza fue todo un reto pero también una oportunidad en su vida. Siendo apenas un niño que cursaba el cuarto grado, Pedro Bustillo se vio obligado a abandonar sus estudios debido a los escasos ingresos económicos de sus padres.
A los ocho años cambió la mochila y sus sueños por una caja de cartón llena de dulces y cacahuates, había llegado muy prematura la hora de trabajar.
El famoso “Negro”, como lo conocen en la colonia Nueva Suyapa, acompañaba cada día a su madre Gladys Bustillo a la a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) a vender la mercadería.
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Tres décadas después, aquel niño, ahora convertido en todo un hombre, no ha roto su relación con la máxima casa de estudios. Vestido con un traje negro y sentado en una banca, bajo la sombra de un árbol de mango, el ahora licenciado en Derecho atiende una cita de EL HERALDO.
Trabajo y superación
El hombre de piel morena y blanca sonrisa todavía tiene frescas en su memoria las condiciones precarias en las que creció. Solo tenía un par de zapatos, que en ocasiones hasta mojados los usaba, y cuatro camisas que vistió durante un largo tiempo y que en más de una ocasión compartió con sus hermanos.
A pesar de que se apartó de su centro escolar, siempre mantuvo ese pensamiento de progreso, porque así como miraba a los universitarios estudiando, quería ser uno de ellos, él también deseaba estar dentro de las aulas de clases.
“En los tiempos que no vendía en la universidad, que era diciembre y enero, iba a vender dulces a los bulevares y al terminar la venta de confites, me ponía a limpiar los vidrios de los carros, para llevar un dinero extra a mi casa”, contó melancólico
el abogado.
Recordó que convivió con sus dos hermanos y su madre en una diminuta pieza de cuatro metros cuadrados en la aldea de Suyapa.
Jamás olvidará que en esa habitación solamente contaban con un barril de cartón que les servía a todos como ropero, también una cama en la que dormía su mamá y algunos de sus hermanos y un petate en el suelo en el que dormía el resto.
“Toda esa pobreza, llena de diversas dificultades, me llevó a tomar una decisión en mi vida personal, decidí empezar a estudiar, sin importar cuán pobre o cuán miserable viviera, porque yo miré la pobreza como una oportunidad de vida”, relata con orgullo.
“El Negro”, como aún le llaman, logró ingresar a la alma máter, esta vez como estudiante en una escuelita en la facultad de Derecho.
Con dos obligaciones y con los mismos problemas económicos, Pedro necesitaba útiles; no le alcanzaba para comprarlos. Ante su necesidad, los dueños de una fotocopiadora le reunían unas hojas blancas grapadas y le colocaban el nombre de cada materia en la parte superior, esos fueron sus cuadernos.
El joven, lleno de ganas de salir adelante, pasó su primaria, aprobó el ciclo común y la secundaria. Eso lo motivó a matricularse en la UNAH para graduarse de lo que hoy es, un abogado con ganas de defender a los que no tienen voz.
“Cuando levanté mi título de bachillerato dije que sería abogado, quería estudiar leyes, porque en mi niñez miré tantas injusticias y ya hoy lucharé contra ellas”, comentó.
Ante la adversidad se considera un testimonio para todos esos niños que laboran.
“Al ver a los niños que venden en las calles, siempre les digo que pueden estudiar y les comparto mi historia para motivarlos”, concluyó.
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